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4 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Con 9 años llegó a Jujuy, sola, en tren e ilusiones de crecer

Aunque tuvo una infancia muy difícil, María del Carmen Castro dijo que logró prosperar en lo personal y laboral.
Miércoles, 24 de abril de 2024 01:02
SIEMPRE AMABLE | MARÍA DEL CARMEN CASTRO EN PLENA VENTA DE SUS SÁNDWICHES, EMPANADAS Y PAPAS CON QUESO. TODO HECHO CON ESFUERZO Y DE MANERA ARTESANAL.

El trabajo en cualquiera de sus formas dignifica, hace florecer en las personas un hábito de progreso fundamental que se manifiesta en el día a día. Así, en la labor cotidiana encuentra su alegría y sustento María del Carmen Castro. Una mujer que se fue construyendo con el tiempo, con aciertos y frustraciones; defectos y virtudes que la complementan como figura femenina que cocina para subsistir, llevando una vida que decidió compartir orgullosa. Desde hace cincuenta años, el esfuerzo y la dedicación de progresar fueron moldeando su personalidad.

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El trabajo en cualquiera de sus formas dignifica, hace florecer en las personas un hábito de progreso fundamental que se manifiesta en el día a día. Así, en la labor cotidiana encuentra su alegría y sustento María del Carmen Castro. Una mujer que se fue construyendo con el tiempo, con aciertos y frustraciones; defectos y virtudes que la complementan como figura femenina que cocina para subsistir, llevando una vida que decidió compartir orgullosa. Desde hace cincuenta años, el esfuerzo y la dedicación de progresar fueron moldeando su personalidad.

Voluntariosa y persistente, realiza sus empanadas, sándwiches y papas con queso que vende en la plaza principal de la ciudad con el objeto de salir adelante cueste lo que cueste. "La calle es mi lugar de trabajo. Mi padre murió cuando tenía nueve años, a mi mamá no le importó y me abandonó", expresó la señora que tuvo una infancia difícil en su pueblo natal, Presidencia de la Plaza, a media cuadra de la cancha de Chaco For Ever en la provincia de Chaco. La incertidumbre de una soledad sin padres que la protejan se sumó al hecho de estar en medio de una pobreza extrema y, con nueve años, tomó la decisión que definiría un nuevo rumbo para su vida. Entonces, vio en el tren la vía más auspiciosa para seguir y, sin pensarlo demasiado, subió para viajar donde el destino le dictara.

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El 21 de septiembre del año 1963 hacía mucho calor en la "Tacita de Plata". Y en la actual exestación de trenes, los viajeros partícipes de un vaivén constante no dejaban de llegar y partir, en una coreografía sin fin. Y en ese instante, previo al inicio de la primavera, llegaba esta niña chaqueña. "Fue una etapa con gente nueva y los primeros años fueron tristes hasta fatales porque me costó adaptarme a una ciudad que no era la mía y no conocía a nadie, más siendo una niña. Dormí en la calle, en las plazas y a la vera de los ríos", dijo Castro, quien fue rescatada por Victoria Vega España, una mujer que se apiadó ante la situación y le dio lugar en su familia. "Llegué a su casa, le conté mi historia y me tuvo como si fuera una sobrina suya, después me inscribió en la escuela Pucarita", recordó.

Así, terminó el nivel primario. Si bien tenía intenciones de continuar con el nivel secundario, primó más el deseo de progreso personal y se desprendió de ese hogar jujeño que la cobijó por años. "Ella tenía sus hijos, nunca me trató mal; pero ya no quería ser una carga", dijo con nostalgia esta trabajadora infatigable que salió a la calle una vez más a fin de buscar una y mil formas de alcanzar su buena fortuna. Lo que le llegaba a sus manos, vendía de forma ambulante. Así se ganaba la vida. Y con el tiempo, consiguió alquilar y empezar de cero. Había decidido dedicarse a la elaboración de comida "al paso", pero como proyecto era todavía ambicioso. "Como no tenía horno, me di vuelta para hacer pizzetas en brasero y con carbón; con la tapa de una olla las preparaba", explicó Castro, detallando que la lucha siempre estuvo en sus días.

No obstante, cuando llegó a sus quince años, el amor la abrazó con fuerza a través de Florencio Vallejos, el hombre con el que comparte su existir. "Él está siempre al lado mío, ahora delicado de salud. Yo sigo por mí, por él. Hoy soy mamá de hijos que me regaló Jujuy y que ya me hicieron abuela. Me siento muy orgullosa", destacó esta mujer que recordó que junto a ellos -cuando eran pequeños- les colocaba una manta para su juego, mientras alimentaban a las palomas. Con 17 años, eligió los alrededores de la plaza Belgrano para vender sus preparaciones.

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"Andaba por todos lados, a veces me iba por la esquina de Tribunales. Iba con una conservadora hecha con el cajón de frutillas y un mantel; después, me compré una conservadora", reveló. Todo se fue ordenando gracias al esfuerzo y a ese ánimo que superaba cualquier adversidad. "Siempre he trabajado con empanadas, después me fui animando al sándwich. Ahora hago pizzas, papas con queso y hamburguesas", indicó quien lleva el pan de cada día a su mesa, siendo agradecida a Dios y a sus clientes porque es por ellos que se encuentra de pie. María del Carmen atravesó necesidades y dificultades, pero sigue con la ilusión de seguir viviendo de manera respetable.