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Un ritual que trasciende en el tiempo

Promediando la tarde de hoy las familias se reunirán para levantar la mesa y compartir las ofrendas de pan y dulces.

Jueves, 02 de noviembre de 2017 00:00

Antes de finalizar octubre, en muchos hogares jujeños, se dispone todo para reeditar un rito ancestral que se transmite de generación en generación y que tiene que ver con el tributo destinado a las almas. Toda la familia participa de los preparativos, de manera especial de las ofrendas de pan, que tienen especial significado.

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Antes de finalizar octubre, en muchos hogares jujeños, se dispone todo para reeditar un rito ancestral que se transmite de generación en generación y que tiene que ver con el tributo destinado a las almas. Toda la familia participa de los preparativos, de manera especial de las ofrendas de pan, que tienen especial significado.

Quienes no tienen tiempo para amasar el pan, acuden a las personas que disponen para la venta en lugares estratégicos como las ferias o a través de pedidos particulares que son entregados en sus casas.

Las ofrendas de pan son dulces y saladas, y tienen variadas formas y tamaños. Con particular carisma, quienes se abocan a esta tarea, apelando a su imaginación, van recreando figuras, algunas de la naturaleza, como animales, plantas, el sol, la luna, estrellas, también objetos y personas. Para dar forma a la masa, utilizan tijeras, peines y otros utensilios.

Siempre guiados por las laboriosas y experimentadas manos de las personas mayores, como las abuelas, todos trabajan en un ambiente que invita a la amena charla, al relato de anécdotas o algunos cuentos que se mantienen en el tiempo y que tienen que ver con la visita de las almas, que llegarán para disfrutar de la mesa que se preparará en su honor.

Cuando ya está lista la masa, se separa una parte y se busca hollín de ollas y sartenes con el que se obtendrá la masa negra, que servirá para dar forma a los ojos, a la boca, al cabello y a las letras. Para ello, la masa es pasada reiteradas veces por el tizne, aunque en los últimos años, se utilizan colorantes vegetales.

Cuando las figuras ya están terminadas y colocadas en las fuentes se las pone en el horno que ya tiene la temperatura ideal. Algunos hogares, tienen en sus fondos, como eterno compañero, el horno de barro, en el que se logra obtener con rapidez el cocido de la mayor cantidad de ofrendas. Llega entonces, otro momento para el descanso y para compartir un mate o algún refresco. El olor a pan recién horneado indica que pronto se habrá culminado con una de las partes importantes del ritual.

En algunas mesas se coloca la flor de cebolla, la que según la creencia lleva agua al espíritu, la quínoa que simboliza el dinero, cruz de masa blanca con el nombre del difunto en letras negras, coronas de pan, agua de airampo para salpicarla con una flor, escaleras para que las almas suban al cielo y agua bendita. Todo permanecerá en la mesa durante dos o tres días, ya que según la tradición de cada familia, es importante tener la mesa preparada antes del mediodía del 31 para los santos y angelitos y antes del mediodía del 1 para las almas grandes. En cada hogar, prima el respeto, especialmente el segundo día debido a que el alma de un adulto recorre todos los lugares que visitó en vida. El segundo día de noviembre, todos llegan hasta el cementerio llevando en sus manos, las velas, flores, coronas, bebidas, cigarrillo y coca que fueron previamente colocados en la mesa, allí se establece un vínculo espiritual con su ser querido, rezan por su eterno descanso, ruegan que alcancen la paz, y piden que intercedan y protejan a su familia.

Promediando la tarde, la familia se reúne para levantar la mesa, las comidas son enterradas y comparte las ofrendas de pan y dulces.