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12 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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“Hay cosas que uno muestra de uno mismo, cuando muestra la obra”

El prestigioso artista plástico jujeño ganó el primer premio del Salón de Artes Visuales Ledesma, de este año, con su pintura “Cajones encontrados”, y habló con nuestro diario sobre esta obra y sobre su presente. Se trata de un cuadro inspirado en cajones de verdura, que denotan un sentido de los resabios de la pandemia. La charla es más profunda y avanza en sus inspiraciones, y su historia personal en el arte.
Miércoles, 21 de junio de 2023 00:55

Vive entre su casa y el taller, en el barrio Arenales, separados ambos por tan sólo cinco cuadras. Junto a su compañera de vida, la ceramista Mirta Vedia.

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Vive entre su casa y el taller, en el barrio Arenales, separados ambos por tan sólo cinco cuadras. Junto a su compañera de vida, la ceramista Mirta Vedia.

El año pasado abrieron las puertas del denominado Taller del Alto, que ahora oficialmente comparten con el público (porque es algo que se hace desde siempre), a partir de una invitación a participar de la última Noche de los Museos.

Él pinta distintos seres y objetos, que los fueron inspirando en distintos momentos de su vida. Algunos ejemplos son los pilpintos, las velas, papas, zapallos, barbijos, ahora cajones.

Es muy interesante el proceso de observación que precede a sus creaciones, que luego son dibujos, y más tarde pinturas. Luego serie que presenta, y cada vez que inaugura una muestra vuelve a sorprender.

¿En qué momento de sus creaciones lo encuentra este premio?

Sigo en la búsqueda constante junto a mi compañera artista Mirta Vedia, en nuestro taller. No tenemos una rutina de trabajo, sino una búsqueda.

Después del planteo de los zapallos, de las papas, de las velas, que vine trabajando. En esta última estuve atravesado por la pandemia, que nos encerró a todos, pero aproveché ese tiempo para armar una muestra, para liberar un poco esa preocupación. Eso me llevó a bocetar y pintar, subido al techo del taller. Había que buscar la forma, preparé el caballete móvil, y subí a la terraza a trabajar.

Cuando veía los barbijos en la mesa, todos apilados, pensé en hacer algo de la pandemia, pero no como algo dramático. Empecé a dibujar los barbijos con birome hasta encontrar la vuelta y aunque no seamos amigos, yo los tenía que usar y entonces intenté mostrar la relación armónica. Esa fue la muestra que hice en mayo del año pasado en Macedonio (Centro Cultural y Museo).

En el 2020 pinté, en el 2021 armé la muestra, y finalmente la expuse el año pasado. Se llamó "Silencio 20".

O sea que el 2022 fue el año para salir del todo, con la muestra y también con la inauguración del Taller El Alto

Claro, El Alto ya sonaba, pero lo que hicimos fue ir de a poquito cambiando las disposiciones dentro del taller, ordenarlo, porque teníamos todo junto, el caballete, las pinturas, las telas, etc. Cuando alguien venía al taller a buscar algo, había que sacar todo. Mirta tiene otro espacio en el mismo taller, entonces nos organizamos. Yo hice mi lugar en altillo del taller, que está a cinco cuadras de nuestra casa. Nos invitan para la Noche de los Museos, y organizamos todo para abrir las puertas definitivamente del taller para exhibición y ventas, los cuadros ahora están colgados para poder mostrarlos.

¿Cómo es esto de trabajar en pareja, cada uno con su estilo y disciplina, en un espacio compartido y público?

Tomamos la decisión de volver a Jujuy, después de estudiar y de habernos conocido en Buenos Aires. Yo estaba ahí desde los 14 años y ella fue en la época del proceso.

Ella ya era docente en Jujuy y fue a hacer una especialidad en la Escuela Nacional de Cerámica. La situación económica nos trajo nuevamente a la provincia. Yo estaba en Buenos Aires desde los 14 años, porque me fui buscando el arte, a hacer la secundaria allá, y aunque no era una escuela de arte, aproveché para hacer talleres.

¿Qué le dio Buenos Aires, en ese tiempo de formación casi autodidacta?

Te cuento una experiencia. En el 72 cuando vuelve el general (Perón), me fui a una manifestación. En la ruta a mí se me ocurre comprar un choripán, que al otro día me enfermó, y terminé internado. En ese tiempo me gustaban mucho los dibujos de Ricardo Carpani, cómo hacía los gestos, movimientos, y así comencé con lo de las figuras.

De los profesionales que me atendieron cuando me enfermé, uno me observó dibujando y me preguntó si quería conocer al dueño de la galería Pacífico, Demetrio Urruchúa. Por supuesto que dije que sí, y empecé a ir a ese taller. Urruchúa me presentó a los pintores que iban a su taller. No me imaginaba la dimensión de esa oportunidad. Había que laburar y mucho, y él tenía muchos alumnos.

Ahí fue el cambio total, como si hubiera dado vuelta la página.

Había que pintar y mostrar, pintar y mostrar.

Hubo series de verduras, pilpintos, seres vivos; después pasó a las velas, ahora los cajones, objetos sin vida ¿De qué depende que elija una cosa y otra para pintar y explorar?

Cuando llegué a Jujuy, me pregunté a dónde voy a pintar si todo es espectacular, el paisaje me absorbía porque me emocionaba. La quebrada nunca pinté mucho, habré hecho tres trabajos nomás de eso. Ese paisaje se adueñaba de mí y no me dejaba ser, entonces descubrí El Chingo. Un lugar tranquilo para dibujar. Iba todos los sábados y domingos me instalaba. Me propuse a dedicarme a ese paisaje, el caserío, la iglesia que se veía al frente.

Me iba desde Cuyaya a la mañana, hasta la tarde. Ahí empecé a pensar que iba a hacer una serie de ese paisaje. Fue por el año 82, 83. Estuve trabajando casi dos años ahí.

Una vez se instaló una galería de arte de Adelmo Piazza en la calle Belgrano, casi frente a la Biblioteca Popular. Era una galería de Buenos Aires, por los años 80'. Ese fue también un enganche, porque él me compró varias obras, que además salían en los diarios.

Seguían siendo obras de El Chingo, más conceptuales y más abstractas. Fui encarando toda una serie.

Luego el mismo planteo que tenía en El Chingo lo llevé a la figura, porque me propuse humanizar el paisaje. Y ahí apareció esto del movimiento.

Luego hice la Serie Oscura, debo haber pasado un momento complicado. Me sentaba en el cerro Las Rosas, y pintaba con una paleta muy baja.

Después vinieron las papas y las velas. Quizás es, el estado de ánimo.

¿Es canalizar lo personal a través de tu trabajo?

Uno pretende ser honesto con su propio trabajo. Hay cosas que uno muestra de uno, cuando muestra la obra. Es una forma de vida.

De los barbijos pasó a los cajones ¿por qué?

De alguna manera es lo que dejó pandemia, pero son cajones que vi en la ruta, para cargar la verdura. Me llamaba la atención esto de paisaje, cajón, paisaje, cajón. Al frente de mi taller había una verdulería, y a la señora le pedí un cajón.

A ella recurrí antes por las papas. Le pedí que me separe las papas más raras que tenga, las que la gente no se lleva. Así que me dio varias con tubérculos raros, que no las vendía nada.

Llegué al taller, las tiré en el piso, y empecé a dibujar las papas. Cuando terminé de hacer una serie de las papas, la mandé en 2014 al Salón Provincial. Después seguí participando, y un año saqué en segundo premio y en otro año el primero.

Después fue que le pedí el cajón, y la señora cuando vino a la inauguración de la serie de los cajones, estuvo muy feliz. Ahora le tengo que avisar que ese cajón ganó el primer premio.

Esta serie de los cajones, todavía no se expuso

No, todavía no. Estoy en pleno proceso de trabajo, dibujos de distintos tamaños. Esta obra que ganó el premio es el primero de esta serie.