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TENDINITIS, un problema laboral de la modernidad

Sabado, 17 de septiembre de 2011 23:46

Un inesperado salto a la popularidad permitió, a la casi ignota tendinitis, ubicarse en el “top ten” de las enfermedades profesionales. A causa del conflicto gremial desatado hace tres semanas en el subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, en el que los empleados se negaron a cargar la tarjeta SUBE porque les causaba tendinitis, se banalizó la cuestión. Quizá con algo de razón, la opinión pública lo vio como una simple excusa para no trabajar en el marco de un conflicto que tendría más olor a “interna sindical”; seguramente el pensamiento subyacente se traduciría en el popular “vagos vayan a laburar”. En ese contexto pareció expresarse la presidenta Kirchner cuando espetó: “Vi a mi viejo trabajar en el colectivo; tenía que sacar boleto por boleto. Laburó toda su vida y nunca tuvo tendinitis de nada” y agregó: “Estos de la tendinitis son a los que les reconocimos la libertad sindical”. En realidad, parte oculta (“subterránea”, si se nos permite la “boutade”) del conflicto es, precisamente, el no reconocimiento de la libertad sindical.

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Un inesperado salto a la popularidad permitió, a la casi ignota tendinitis, ubicarse en el “top ten” de las enfermedades profesionales. A causa del conflicto gremial desatado hace tres semanas en el subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, en el que los empleados se negaron a cargar la tarjeta SUBE porque les causaba tendinitis, se banalizó la cuestión. Quizá con algo de razón, la opinión pública lo vio como una simple excusa para no trabajar en el marco de un conflicto que tendría más olor a “interna sindical”; seguramente el pensamiento subyacente se traduciría en el popular “vagos vayan a laburar”. En ese contexto pareció expresarse la presidenta Kirchner cuando espetó: “Vi a mi viejo trabajar en el colectivo; tenía que sacar boleto por boleto. Laburó toda su vida y nunca tuvo tendinitis de nada” y agregó: “Estos de la tendinitis son a los que les reconocimos la libertad sindical”. En realidad, parte oculta (“subterránea”, si se nos permite la “boutade”) del conflicto es, precisamente, el no reconocimiento de la libertad sindical.

Aparentemente la cuestión de la tendinitis se emparienta con el famoso “síndrome del túnel carpiano”, frase que también se ha incorporado últimamente a nuestro léxico habitual. Para comprender cuál sería la diferencia entre el síndrome y la tendinitis, le preguntamos a un médico amigo quien, con gran claridad, nos explicó que el túnel carpiano está delimitado, en su parte proximal, por los huesos: pisiforme, semilunar, piramidal y escafoides, y en su parte distal, por el trapecio, trapezoide, el grande y el ganchoso. Para que entendiéramos mejor, agregó que el techo del túnel se determina por el ligamento denominado retináculo flexor y por el pronador redondo que es un músculo plano, oblicuo que, partiendo de la epitroclea, cruza hacia la epifísis radial hacia el borde. Ampliando su sencilla explicación, señaló que es más apropiado hablar de “tenosinovitis de Quervain” que de tendinitis, y que se debe generalmente a flexoextensiones repetitivas que producen que el líquido sinovial. Allí interrumpimos la explicación puesto que ya teníamos la cuestión clarísima. ¿O Ud. no, querido lector?

La didáctica

Al margen de esas didácticas explicaciones, lo cierto es que un 15% de la población, según datos de la Seguridad Social española, sufre intensos dolores invalidantes en las muñecas por malas maniobras o esfuerzos repetitivos atribuidos al trabajo. Esto sería el síndrome del túnel carpiano: un trastorno que aparece por la compresión del nervio mediano a su paso por la muñeca. Son infinitamente variados los oficios y profesiones que se ven sometidos a este riesgo, en la medida en que utilizan sus manos con movimientos de fuerza o repetitivos; así, encontramos cocineros, mozos, mecánicos, músicos, carpinteros, pintores, entre otros. Con la llegada de las nuevas tecnologías, el uso continuado del ratón de la computadora está incrementando el número de casos (habría que sumar, ahora, la recarga electrónica de las tarjetas SUBE). Según ha explicado el doctor Domingo Ly Pen -especialista en medicina familiar y comunitaria, durante su intervención en el XXXV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología-, el síntoma principal son hormigueos y parestesia (adormecimiento y ardor incluso durante la noche) o la dificultad para poner la mano en forma de puño y para agarrar objetos con una o ambas manos, sobre todo en la cama o en posturas forzadas o prolongadas. Después, los hormigueos pueden llegar a convertirse en dolor. Habitualmente es una enfermedad bilateral, que afecta a ambas muñecas, aunque no siempre es simétrica, ya que la aparición en una muñeca puede ocurrir años antes de que aparezca en la otra. En la mayoría de los casos, el síndrome no está asociado a otras enfermedades. Solo en el 20% de los casos se asocia a pacientes que padecen diabetes, hipotiroidismo, amiloidosis u otras enfermedades locales en la muñeca. El diagnóstico se establece en forma certera con la realización de una resonancia o electromiograma.

El día que aparece

Suele aparecer alrededor de los 55 años; afecta, entre cinco y diez veces más, a las mujeres que a los hombres y, además, es frecuente que se dé en mujeres embarazadas, ya que padecen retención de líquidos que pueden comprimir el túnel del carpo.

Luego de los intensos dolores, a la víctima le espera un nuevo calvario: enfrentarse al perverso régimen de la ley de riesgos de trabajo, empezando por sus administradoras (ART) y las kafkianas comisiones médicas. Es muy probable que, tanto unas como otras, rechacen la etiología laboral del infortunio, lo que obligará al doliente trabajador a recurrir a la Justicia para que se reconozca ese origen. Luego la prensa hablará de la “industria del juicio”.

La ley de riesgo de trabajo reguló la situación de las enfermedades profesionales con gran mezquindad, limitándolas a un listado elaborado por el Poder Ejecutivo Nacional del que quedaban excluidas numerosas dolencias vinculadas al trabajo. Felizmente la misma norma fue flexibilizada y la jurisprudencia permite, actualmente, que sea suficiente acreditar el origen laboral de la enfermedad, sin depender de su aparición o no, en una nómina preestablecida.

Refuerza esta situación la reciente aprobación, por el Congreso de la Nación, de los convenios de la OIT 155, el 187 y el protocolo de 2002 a través de las leyes 26693 y 26694, que fueron publicadas en BO el 26 de agosto de 2011, las cuales definen el término “enfermedad profesional” como toda enfermedad contraída por la exposición a factores de riesgo que resulte de la actividad laboral.

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