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Hugo Nieva atiende su almacén desde hace 64 años

Miércoles, 10 de diciembre de 2014 00:30
<div>Don Nieva en el interior de su viejo almacén. Corresponsalía.</div><div>
Don Hugo Nieva, como lo llaman en su tierra natal, abrió las puertas de su almacén el 10 de mayo de 1950 con el nombre de El Descamisado.
En aquel momento solo contaba con una balanza prestada y un local precario, construido con ladrillos y madera.
Para Nieva, el almacén es el hilo conductor que entrelaza los recuerdos y vivencias de un pueblo. La magia y la tradición del almacén de barrio se sigue manteniendo en la localidad rural de Antilla, ubicada a 60 km al este de la ciudad de Rosario de la Frontera. Antillas pertenece al municipio de El Potrero y es el principal poblado de la zona, con más de 1.000 habitantes.
Don Nieva es el claro ejemplo de quien nació en el rubro. Hace 74 años trabaja de almacenero y es una persona que siempre sabe lo que pasa en su pequeño pueblo rural. Él lleva al oficio en el alma y no le tiene miedo a los supermercados que se afincaron en las principales ciudades del interior, como es el caso de Rosario de la Frontera.
Cuando este hombre abrió las puertas de su negocio solo disponía de una bolsa de harina de 70 kg, media bolsa de azúcar, algo de yerba, grasa, fideos y otros productos básicos.
Luego, fue creciendo de a poco. A los 10 años de la apertura de El Descamisado anexó un bar, compró una mesa de billa y así comenzó con una nueva actividad comercial, pero al surgir un problema con el local se vio obligado a trabajar solamente con el bar, además del almacén.
"Fuimos creciendo, llegando a relacionarnos con distribuidores de todo el país y vender artículos de primer nivel en todos los rubros", evocó orgulloso a El Tribuno el almacenero de Antillas.
Con sus ojos emocionados, Nieva expresó: "Después de 74 años nos queda agradecer a quienes nos enseñaron a trabajar y nos apoyaron y por supuesto a nuestros clientes, fueron ellos los que hicieron posible nuestro adelanto comercial".
Una vida dedicada a los clientes
El almacenero de Antilla trabaja 15 horas por día. "Después de cada jornada, queda siempre alguna anécdota que hace que haya valido la pena el esfuerzo", dijo don Nieva. En cuanto a su rubro explicó: "Un buen almacenero no puede tener cara de perro y debe estar siempre presto para matizar las charlas".
Un personaje pintoresco que no pasa desapercibido en el pueblo
Don Nieva es un personaje que a pesar de tener perfil bajo, no pasa desapercibido en Antilla. Este comerciante tiene gran influencia en su comunidad, en la que sabe palpar con maestría los acontecimiento malos y buenos que la afectan.
"Soy el que recibe las mayores bofetadas en época de crisis, cuando la inflación o la especulación afecta a la gente", dijo.
Es precisamente él, quien pone la cara frente a los clientes. En este sentido, expresó: "El almacenero de campo o de barrio debe estar preparado para atender los requerimientos del cliente y responder a la pregunta más insólita, tanto sobre un medicamento para aliviar algún dolor, el pronóstico del tiempo o cómo va a pagar el país la deuda externa".
En cuanto al trabajo explicó: "Comienzo las actividades a las 6 o 7 de la mañana. Uno debe estar presto para atender al lechero y al panadero, los chicos pasan al colegio, la vecina apurada que busca los bizcochos para despachar al marido al trabajo o a los hijos a la escuela. Siempre están sobre la hora".
Mientras saborea unos mates, don Nieva acomoda la mercadería y anota los faltantes, mientras atiende a los clientes que le cuentan los últimos chimentos y a los que le consultan los números de la quiniela. Así, transcurren los días de este almacenero de pueblo.
"Aveces no puedo comer tranquilo, porque no faltan los rezagados. Entonces, adiós siesta", reflexiona con una sonrisa


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Don Hugo Nieva, como lo llaman en su tierra natal, abrió las puertas de su almacén el 10 de mayo de 1950 con el nombre de El Descamisado.
En aquel momento solo contaba con una balanza prestada y un local precario, construido con ladrillos y madera.
Para Nieva, el almacén es el hilo conductor que entrelaza los recuerdos y vivencias de un pueblo. La magia y la tradición del almacén de barrio se sigue manteniendo en la localidad rural de Antilla, ubicada a 60 km al este de la ciudad de Rosario de la Frontera. Antillas pertenece al municipio de El Potrero y es el principal poblado de la zona, con más de 1.000 habitantes.
Don Nieva es el claro ejemplo de quien nació en el rubro. Hace 74 años trabaja de almacenero y es una persona que siempre sabe lo que pasa en su pequeño pueblo rural. Él lleva al oficio en el alma y no le tiene miedo a los supermercados que se afincaron en las principales ciudades del interior, como es el caso de Rosario de la Frontera.
Cuando este hombre abrió las puertas de su negocio solo disponía de una bolsa de harina de 70 kg, media bolsa de azúcar, algo de yerba, grasa, fideos y otros productos básicos.
Luego, fue creciendo de a poco. A los 10 años de la apertura de El Descamisado anexó un bar, compró una mesa de billa y así comenzó con una nueva actividad comercial, pero al surgir un problema con el local se vio obligado a trabajar solamente con el bar, además del almacén.
"Fuimos creciendo, llegando a relacionarnos con distribuidores de todo el país y vender artículos de primer nivel en todos los rubros", evocó orgulloso a El Tribuno el almacenero de Antillas.
Con sus ojos emocionados, Nieva expresó: "Después de 74 años nos queda agradecer a quienes nos enseñaron a trabajar y nos apoyaron y por supuesto a nuestros clientes, fueron ellos los que hicieron posible nuestro adelanto comercial".
Una vida dedicada a los clientes
El almacenero de Antilla trabaja 15 horas por día. "Después de cada jornada, queda siempre alguna anécdota que hace que haya valido la pena el esfuerzo", dijo don Nieva. En cuanto a su rubro explicó: "Un buen almacenero no puede tener cara de perro y debe estar siempre presto para matizar las charlas".
Un personaje pintoresco que no pasa desapercibido en el pueblo
Don Nieva es un personaje que a pesar de tener perfil bajo, no pasa desapercibido en Antilla. Este comerciante tiene gran influencia en su comunidad, en la que sabe palpar con maestría los acontecimiento malos y buenos que la afectan.
"Soy el que recibe las mayores bofetadas en época de crisis, cuando la inflación o la especulación afecta a la gente", dijo.
Es precisamente él, quien pone la cara frente a los clientes. En este sentido, expresó: "El almacenero de campo o de barrio debe estar preparado para atender los requerimientos del cliente y responder a la pregunta más insólita, tanto sobre un medicamento para aliviar algún dolor, el pronóstico del tiempo o cómo va a pagar el país la deuda externa".
En cuanto al trabajo explicó: "Comienzo las actividades a las 6 o 7 de la mañana. Uno debe estar presto para atender al lechero y al panadero, los chicos pasan al colegio, la vecina apurada que busca los bizcochos para despachar al marido al trabajo o a los hijos a la escuela. Siempre están sobre la hora".
Mientras saborea unos mates, don Nieva acomoda la mercadería y anota los faltantes, mientras atiende a los clientes que le cuentan los últimos chimentos y a los que le consultan los números de la quiniela. Así, transcurren los días de este almacenero de pueblo.
"Aveces no puedo comer tranquilo, porque no faltan los rezagados. Entonces, adiós siesta", reflexiona con una sonrisa


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