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Un juez de armas tomar

Domingo, 22 de junio de 2014 12:33

La crisis con los llamados “fondos buitre” tuvo como efecto inmediato la entronización en el carácter de personaje internacional de Thomas Poole Griesa, nacido en 1930 en Kansas City y juez federal del Distrito Sur de Nueva York.

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La crisis con los llamados “fondos buitre” tuvo como efecto inmediato la entronización en el carácter de personaje internacional de Thomas Poole Griesa, nacido en 1930 en Kansas City y juez federal del Distrito Sur de Nueva York.

El acuerdo logrado en 2005 por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna con los acreedores para reestructurar la deuda estableció la jurisdicción neoyorkina porque a los dueños de los títulos les transmitía más confianza y porque si se hubiera elegido como sede Buenos Aires, las tasas hubieran sido mucho más altas.

A nadie le gusta tener acreedores. Llamarlos “fondos buitre” sirve para montar una escenografía, que no necesariamente ayuda en los tribunales. Con cincuenta y seis años de abogado, muchos de ellos como juez, Griesa tiene rodaje suficiente como para no dejarse impresionar por la retórica política con un discurso puertas adentro de los juzgados y otro para la galería- y para no confundir razones políticas y jurídicas.

El no cree que este condenando a la Argentina al default.

Algunos abogados lo consideran senil, excesivamente adusto y poco proclive al trabajo con los expedientes. La Corte de su país, en cambio, leyó el expediente y desestimó la apelación argentina a su fallo favorable para Elliot Management, NML Capital y un grupo de 13 ahorristas poseedores de títulos no negociados de deuda.

Se trata de 1350 millones de dólares que vencen el 30 de junio. Si no pagamos, nos van a embargar los 900 millones de dólares que ese día hay que liquidar a los acreedores que sí reestructuraron las acreencias.

Griesa ya demostró que, al momento de embargar, no le tiembla la mano. No es Griesa: es la Justicia de los Estados Unidos. Por eso, apenas se supo que la Corte no aceptaba la apelación argentina afloró el temor de que los embargos, en caso de un default, afectaran a los aviones oficiales y de Aerolíneas Argentinas y a otros bienes argentinos en el exterior. El fantasma de la fragata Libertad sobrevoló Buenos Aires.

Thomas Griesa tiene su carácter. Es cierto que la primera reacción argentina fue la de identificarlo con los acreedores “buitre”, acusarlo de extorsión y asociarlo con un hipotético boicot norteamericano contra nuestro país.

Sin embargo, no parece ser Griesa un juez políticamente disciplinado, a pesar de que se lo vincula al Partido Republicano.

Por lo pronto, no se parece en nada al modelo de Justicia Legítima, que tan bien encarnan los procuradores autóctonos, Alejandra Gils Carbó a nivel nacional y Pablo López Viñals en nuestra Salta.

En 1982, Griesa enfrentó al gobierno de Nueva York y bloqueó el permiso para la construcción de la West Way, una autopista importante para el distrito, diciendo que la carretera perjudicaría la lubina rayada, un pez emblemático del río Hudson. Tampoco le tembló el pulso para enfrentar nada menos que al sindicato de camioneros mucho más poderoso que el de Hugo Moyano- en una denuncia por corrupción, falló en contra del FBI en el caso del Socialist Workers Party y condenó al ex dictador panameño Manuel Noriega.

Incluso, aseguran en Nueva York que a los denostados “buitres”, lejos de apañarlos, los llegó a frenar de golpe: “Yo no fallo para el mercado, fallo de acuerdo a lo que dice la ley”, les dijo.

No le gusta mostrarse como el tutor de los acreedores ni, tampoco, como el garante de las reestructuraciones de deudas de países, como le reclamaban autoridades políticas y monetarias del mundo.

Pasado el enojo de estos días, ahora quedaron abiertas las puertas para una negociación razonable. El ministro Axel Kicillof amenazó con pagar en Buenos Aires a los acreedores reestructurados. Incluso levantó la frase insignia de los otros republicanos, los españoles: “No pasarán”, dijo.

Bueno, parece que los buitres pasaron. El viernes, Cristina apagó la pirotecnia. Los fallos de Griesa, al parecer, no arrojaron a la Argentina al default y está en marcha la renegociación. Si no se lograra, se nos vendría la noche, pero para conseguirla hace falta más pulso y menos discurso.

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