¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

13°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Domingo, 18 de diciembre de 2016 01:30
María Luisa Vázquez, entre los modelos que lucen su última colección inspirada en el fetish.
En no pocas ocasiones uno se olvida de soñar los sueños, mientras tiene en mano "el relojito enviado desde el infierno, interruptor de los bellos sueños", del que hablaba con su pluma de insinuante imaginería la poeta Alejandra Pizarnik. Pero el destino también escarnece a nuestras circunstancias desfavorables y por ahí nos sale al paso en alguna curva, límpido y brillante. Palabras más, palabras menos es lo que le ocurrió a María Luisa Vázquez (36), nacida en Salvador Mazza y que, agobiada por no ver claro su futuro, emigró a España "sin un objetivo". En ese país trabajó como niñera, en un hostal, como animadora y en un call center, hasta que le llegó una propuesta laboral como recepcionista de un odontólogo en Palermo (Italia).
"No es por menospreciar a nadie, pero España no es un puesto para inmigrantes. Allí, aunque no creas, la gente es racista, no te da oportunidades de trabajar o de crecer culturalmente. Solo se puede aspirar al trabajo que los españoles nunca harían", señaló Luisa en diálogo con El Tribuno.
En cambio en Italia se reencontró con un anhelo de su niñez. En las tardes sofocantes de Salvador Mazza ojeaba las revistas Para Ti que le llegaban a las manos con retraso y en su mente se sucedían vívidas imágenes en las que vestía a Susana Giménez, "la diva número uno de la Argentina".
"Siempre amé la moda, pero en Argentina es una profesión que no se toma muy en serio, sobre todo en el norte, donde no existen escuelas de diseño", define María Luisa. Por su cercanía con la frontera boliviana, compraba telas a buen precio en ese país y buscaba modistas con ánimo de innovar y que tuvieran condiciones de materializar sus "ideas locas". Veinte años más tarde y ya en Italia, desde su puesto de recepcionista caía rendida ante las noticias de Milán, la capital de la moda italiana, y la amplia oferta de escuelas de calidad para estudiar diseño de modas en la ciudad donde reside. En 2012 se inscribió en la prestigiosa Academia del Lusso, de donde egresaría cuatro años después calificada con el máximo promedio.

Alta costura

Sus proyectos actuales la distanciaron de la admiración privativa hacia las mujeres de la farándula y la hicieron enfocarse en clientes de élite.
"La alta moda no es una cosa que se la pueden permitir todos. Un vestido te puede costar lo que te puede costar una casa, pero es el sector de la moda donde deseo estar", precisa María Luisa. Junto con los diseñadores Darío Princiotta y Davorín Cordone son dueños del Fashion Atelier y tienen en la mira abrir un local en la propia París.
Su última colección (ver foto) solo puede ser el resultado de una diseñadora concentrada en el logro de la perfección.
María Luisa trabaja con materiales onerosos y difíciles de hallar y manejar como el látex o tejidos elaborados con metales e imposibles de coser. Todo requiere de mucha técnica para que dibujen una silueta perfecta. "Son vestidos que te dan seguridad y personalidad y están inspirados en un tema muy espinoso: el "fétish''. A mucha gente le viene en mente perversiones sexuales o incluso pornografía, pero yo decidí darle una mirada diferente, al final el "fétish'' es también una especie de religión primitiva y la moda es para muchas mujeres una religión", señala.
La colección se compone de corsés, vestidos y capas hechos en vinil y látex. Cada pieza que compone los equipos demanda hasta 60 horas de trabajo.
"El látex es un material que no va cosido, sino tratado con respeto y para llegar a este resultado tuve que hacer muchas pruebas. Son muy pocos los que se ocupan de este material: el látex couture", comenta.
La salteña agrega que el material conlleva muchos secretos que hay que conocer a fondo como el espesor del látex, de 0,60 mm, y cómo "coserlo" sin costuras, es decir, vulcanizándolo con un pegamento. Aun así el látex se rompe fácilmente y una vez realizado el vestido, este se debe conservar sin arrugarlo, porque no se puede planchar. Por ello supone un reto mayúsculo para cualquier estilista de moda.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla
En no pocas ocasiones uno se olvida de soñar los sueños, mientras tiene en mano "el relojito enviado desde el infierno, interruptor de los bellos sueños", del que hablaba con su pluma de insinuante imaginería la poeta Alejandra Pizarnik. Pero el destino también escarnece a nuestras circunstancias desfavorables y por ahí nos sale al paso en alguna curva, límpido y brillante. Palabras más, palabras menos es lo que le ocurrió a María Luisa Vázquez (36), nacida en Salvador Mazza y que, agobiada por no ver claro su futuro, emigró a España "sin un objetivo". En ese país trabajó como niñera, en un hostal, como animadora y en un call center, hasta que le llegó una propuesta laboral como recepcionista de un odontólogo en Palermo (Italia).
"No es por menospreciar a nadie, pero España no es un puesto para inmigrantes. Allí, aunque no creas, la gente es racista, no te da oportunidades de trabajar o de crecer culturalmente. Solo se puede aspirar al trabajo que los españoles nunca harían", señaló Luisa en diálogo con El Tribuno.
En cambio en Italia se reencontró con un anhelo de su niñez. En las tardes sofocantes de Salvador Mazza ojeaba las revistas Para Ti que le llegaban a las manos con retraso y en su mente se sucedían vívidas imágenes en las que vestía a Susana Giménez, "la diva número uno de la Argentina".
"Siempre amé la moda, pero en Argentina es una profesión que no se toma muy en serio, sobre todo en el norte, donde no existen escuelas de diseño", define María Luisa. Por su cercanía con la frontera boliviana, compraba telas a buen precio en ese país y buscaba modistas con ánimo de innovar y que tuvieran condiciones de materializar sus "ideas locas". Veinte años más tarde y ya en Italia, desde su puesto de recepcionista caía rendida ante las noticias de Milán, la capital de la moda italiana, y la amplia oferta de escuelas de calidad para estudiar diseño de modas en la ciudad donde reside. En 2012 se inscribió en la prestigiosa Academia del Lusso, de donde egresaría cuatro años después calificada con el máximo promedio.

Alta costura

Sus proyectos actuales la distanciaron de la admiración privativa hacia las mujeres de la farándula y la hicieron enfocarse en clientes de élite.
"La alta moda no es una cosa que se la pueden permitir todos. Un vestido te puede costar lo que te puede costar una casa, pero es el sector de la moda donde deseo estar", precisa María Luisa. Junto con los diseñadores Darío Princiotta y Davorín Cordone son dueños del Fashion Atelier y tienen en la mira abrir un local en la propia París.
Su última colección (ver foto) solo puede ser el resultado de una diseñadora concentrada en el logro de la perfección.
María Luisa trabaja con materiales onerosos y difíciles de hallar y manejar como el látex o tejidos elaborados con metales e imposibles de coser. Todo requiere de mucha técnica para que dibujen una silueta perfecta. "Son vestidos que te dan seguridad y personalidad y están inspirados en un tema muy espinoso: el "fétish''. A mucha gente le viene en mente perversiones sexuales o incluso pornografía, pero yo decidí darle una mirada diferente, al final el "fétish'' es también una especie de religión primitiva y la moda es para muchas mujeres una religión", señala.
La colección se compone de corsés, vestidos y capas hechos en vinil y látex. Cada pieza que compone los equipos demanda hasta 60 horas de trabajo.
"El látex es un material que no va cosido, sino tratado con respeto y para llegar a este resultado tuve que hacer muchas pruebas. Son muy pocos los que se ocupan de este material: el látex couture", comenta.
La salteña agrega que el material conlleva muchos secretos que hay que conocer a fondo como el espesor del látex, de 0,60 mm, y cómo "coserlo" sin costuras, es decir, vulcanizándolo con un pegamento. Aun así el látex se rompe fácilmente y una vez realizado el vestido, este se debe conservar sin arrugarlo, porque no se puede planchar. Por ello supone un reto mayúsculo para cualquier estilista de moda.
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD