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Las andanzas y la mística del Cuchi Leguizamón, en Tartagal

Las actuaciones que lo llevaban al norte salteño son un capítulo imperdible en la vida del maestro Gustavo Leguizamón. Uno de esos momentos, relatado en primera persona.
Martes, 17 de octubre de 2017 00:00

¿Les pasó que alguna vez en vuestras vidas tuvieron cerca a alguien -como dirían los chicos de hoy- "recontra copado" y en ese momento no se dieron cuenta? A mí me sucedió. Fue hace más de 30 años, cuando en varias oportunidades el maestro, el doctor Gustavo "Cuchi" Leguizamón, accedió a invitaciones para actuar en Tartagal junto al poeta Miguel Ángel Pérez y al Dúo Salteño.

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¿Les pasó que alguna vez en vuestras vidas tuvieron cerca a alguien -como dirían los chicos de hoy- "recontra copado" y en ese momento no se dieron cuenta? A mí me sucedió. Fue hace más de 30 años, cuando en varias oportunidades el maestro, el doctor Gustavo "Cuchi" Leguizamón, accedió a invitaciones para actuar en Tartagal junto al poeta Miguel Ángel Pérez y al Dúo Salteño.

Que me disculpen los salteños de la capital pero en ese tiempo -salvo que la interpretación de los hechos me falle demasiado- yo tenía la impresión de que al hoy ilustre compositor no le daban en su ciudad natal mucha o, al menos, toda la importancia que se merecía (se decía que cuando pedía la Casa de la Cultura nunca había fecha disponible); pero en Tartagal, el Cuchi era Gardel.

Se respiraba política

Gastón II era un reducto donde, con el advenimiento de la democracia, volvían a encontrarse quienes regresaban al país después de años de exilio con los que habían permanecido en el país durante el proceso militar. Era, en realidad, una confitería en la que confluían militantes, dirigentes y la intelectualidad norteña de la época para recuperar el tiempo perdido y hacer algo que está en la naturaleza misma de los hombres: hablar de política.

Antonio "Shuty" Restom, Héctor Cabot, Mario René "Gato" Mimessi, Teresa Aguirre, Víctor "Chala" Serrano, los hijos del legendario dirigente Alberto Abraham, y otros de Mosconi, Aguaray y Embarcación a los que se sumaban las nuevas generaciones de dirigentes como Tito Ángel, Juan Domingo "Cacho" Javier, Lucas Cisneros, los hermanos Walter y "Kelo" Ovejero, César Rajnieri, y tantos otros, eran parte de las reuniones que cada noche tenían lugar en la confitería céntrica, donde se escuchaba rock nacional y "música de protesta".

Allí los tartagalenses, por una iniaciativa del profesor de patinaje tartagalense Néstor "Repollo" Barón, vimos por primera vez el informe de la Conadep, el "Nunca más", se exhibían películas como "Llueve sobre Santiago" (el golpe de Estado en Chile y el derrocamiento de Salvador Allende) o "La noche de los lápices". En medio de las películas que veíamos en videocasetes, siempre aparecían a tomarse un cafecito jóvenes oficiales del Regimiento 28 de Infantería con sus cuerpos torneados a fuerza de salto de rana y pelo cortísimo; en esos momentos el aire se cortaba con un cuchillo.

En los meses de invierno se organizaban recitales en los que actuaba un grupo de músicos locales, la mayoría de ellos adolescentes, que interpretaba temas de Gieco, Baglietto, Porchetto, Moris, Celeste (Carballo) y Sandra (Mihanovich) ; también actuaron en Gastón II Chany Suarez, Lito Nebbia, Peteco Carabajal y Jacinto Piedra, los mendocinos Markama, Opus 4, el Duo Herencia y aborígenes del Pilcomayo que comenzaban a bosquejar lo que habría de ser Argentina Indígena, actores que hoy serían "standapistas" y, por supuesto, Gustavo Leguizamón con el Dúo Salteño y el poeta Miguel Ángel Pérez.

Pero sucedió que un fin de semana largo, quienes estábamos a cargo de Gastón II y de organizar "La cantata" del Cuchi teníamos un gran problema. O pagábamos el cachet de los artistas o le pagábamos comida y alojamiento porque para ambas cosas no alcanzaba. El Cuchi lo resolvió: nos pidió lugar para hospedarse con sus amigos en nuestra casa.

Recién hoy entiendo que era muy loco verlo al Cuchi dormir en nuestra habitación matrimonial con Perecito; a los otros artistas, en la habitación de mis hijos pequeños y nosotros en una habitación más al fondo.

Yo me despertaba con los acordes de uno de los guitarristas del Cuchi al que cariñosamente el maestro llamaba "fantasma de gato", que pasaba horas tocando la guitarra y solo paraba para recibir un mate porque el diálogo no era precisamente una de sus virtudes.

Una mística con el público

El Cuchi se despertaba temprano en la mañana y gritaba cuando escuchaba algún instrumento mal afinado. “Do, mi, sol”, entonaba las notas desde la cama mientras el guitarrista, Patricio o el Chacho, en el living, afinaban sus guitarras. 
Así convivimos un fin de semana largo, riéndonos de sus anécdotas y escuchando cómo Chacho y Patricio hacían los arreglos de los temas que el Dúo Salteño interpretaría cada noche en los recitales de Gastón II, ante un público norteño que se sabía de memoria sus canciones. 
Esa energía, esa bohemia quedó por siempre en mi memoria como aquella presentación que dio el Cuchi en Aguaray. Habíamos organizado con la cooperadora de la escuela Agapita Toro de Lahud una presentación a las 8 de la noche; cuando llegamos nos dimos con una sorpresa: casi la totalidad del público eran los chicos de la misma escuela, así que sobre la marcha el maestro cambió el repertorio y brindó un recital infantil, con canciones y fábulas de gatos que le cantaban a sus novias y que a los niños les encantó. Y se emocionó cuando vio que la sala de música llevaba su nombre.
Pero en definitiva y los importante es que Gustavo “Cuchi” Leguizamón estuvo varias veces en la década del 80 actuando en Tartagal en los espectáculos de café concert, en los que desplegó todo el encanto de su música y, sobre todo -como norteña lo expreso- me consta que hace más de treinta años, en el norte de la provincia, lo estimábamos y lo aplaudíamos a rabiar en cada una de sus presentaciones. 
El maestro retribuía con arte todo ese afecto. 

 

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