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Llegará la rendición de cuentas

Sabado, 25 de noviembre de 2017 00:00

Un infortunio que es de todos, aunque la responsabilidad solo recaiga en algunos.

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Un infortunio que es de todos, aunque la responsabilidad solo recaiga en algunos.

Junto con el enorme dolor que nos ha golpeado en las últimas horas, se encendieron cientos de luces rojas y la sociedad argentina comenzó a hacerse preguntas que debió haberse formulado hace décadas.

Llegará, es inevitable, el tiempo de la rendición de cuentas, del metafórico "pase de facturas", de la búsqueda implacable de responsables. Y puedo afirmar, casi con la misma certeza, que esa rendición de cuentas se agotará en aquellos que luzcan una gorra blanca con escudo de la Armada.

Durante décadas, los que hemos tripulado y comandado buques de guerra en el mar tuvimos que luchar contra la apatía, la indolencia y la ignorancia de aquellos que tomaban las decisiones sobre nuestro presupuesto.

Por lo tanto, salir al mar implicaba una dosis a veces sobrehumana de voluntad, de amor por la camiseta, de orgullo profesional y hasta de rebeldía.

Aprendimos a suplir la falta de recursos con creatividad, pedirle equipos o repuestos al buque de al lado, conseguir una reparación de última hora en los talleres, extremar la imaginación para resolver con ideas aquellos problemas que solo se resuelven con recursos materiales y finalmente, por qué no, atar con alambre y rezar para que aguante.

De hecho, esta creatividad voluntariosa y a veces voluntarista, pasó a ser uno de los atributos más valorados en el joven oficial o suboficial de la Armada.

Cada tanto nos preguntábamos: "¿Y si probamos con plata?", sabiendo que lamentablemente era una pregunta retórica.

Simplemente, la Nación no nos asignaba un papel relevante, en consecuencia no había respaldo presupuestario y en definitiva la opción era asumir los riesgos o paralizarnos definitivamente.

Esta situación era más extrema en los medios de más riesgosa operación: aviones y submarinos. Aviadores navales y submarinistas debían ser mucho más estrictos porque sus vidas estaban en juego de modo mucho más evidente e inmediato.

Esta situación penosa se extendió durante años. No ocurrió durante algún gobierno en particular, aunque resulta evidente que algunas gestiones nos castigaron más que otras. Ahora ya está. Ahora perdimos un submarino con 44 almas a bordo.

Lo más doloroso es la pérdida de jóvenes vidas, ciertamente. Pero las insinuaciones acerca de la irresponsabilidad implícita en la operación de un buque en condiciones precarias es casi tan dolorosa, porque es esencialmente injusta. Lo es para quienes conocemos el enorme esfuerzo, cariño y compromiso con que ellos llevaron adelante su vocación. Lo conocemos porque sentimos lo mismo.

Como dije líneas arriba, esta tragedia es de todos aunque la responsabilidad solo recaiga en algunos.

Cuando la carrera de un militar es interrumpida por algún error severo, ocurre algo especial: ese hombre pierde su profesión definitivamente, sin vuelta atrás. Pasa también con policías y gendarmes.

Esto no es una crítica ni una queja, es un dato de la realidad. Nos matan con una sola bala, y muchas veces "por las dudas". Y eso es lo que va a ocurrir ahora. Lo afirmo porque ya empezó a ocurrir.

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