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Ambulantes ofrecieron merchandising para la fiesta del MIlagro

#Milagroparaelmundo/ Cientos de vendedores salieron a comercializar pañuelos, calendarios, remeras y otros productos. Pese al intenso control de los inspectores que intentaron alejarlos de la Catedral, se las ingeniaron para entrar. 
Viernes, 15 de septiembre de 2017 22:19

Remeras con la foto del Señor y la Virgen del Milagro a $150, rosarios a $50, calendarios con las imágenes de los patronos a $40, banderines y pañuelos a $20 y $10, respectivamente; eran algunos de los productos que ofrecían masivamente los vendedores callejeros.
“Estoy en el Milagro como todos los años. Soy vendedor ambulante desde hace mucho tiempo; de esto vivo, no cobro ninguna pensión del Estado, nada. No entiendo por qué mandan a la policía a quitarnos las cosas, por qué no buscan a los punguistas o arrebatadores que están todos los días al acecho. Nosotros somos vendedores de la calle de toda la vida”, comentó Ricardo, mientras vendía remeras con la figura del Señor y la Virgen del Milagro. Hace más de 30 años que está en la calle, lo hace para mantener a su familia. Tiene cinco hijos a los que tiene que alimentar todos los días. Dice que nunca trabajó en otra cosa, la calle siempre fue su principal fuente de ingreso. Aclaró que prefiere la venta callejera a salir a robar.
Entre los vendedores hubo quejas contra los operativos que hacen los insepctores. “No te dejan trabajar, te sacan de la plaza y te quieren llevar a la San Martín. Si nos llevan allá, ¿a quién le vamos a vender?”, comentó el vendedor. 
La historia de Patricia es similar. También trabaja en la calle vendiendo ropa y lo hizo ahora durante el Milagro para ganar un dinero extra. En vez de remeras, salió a vender crucifijos. Parada en la esquina de Alvarado y Buenos Aires, Patricia dialogó con El Tribuno. 
“Todos los años trabajo para el Milagro, los años anteriores fueron mejores, hubo más ventas. La gente no quiere pagar lo que cuestan, me parece que hay poca plata por parte de los peregrinos, capaz que han venido cortos”, comentó la vendedora. Y agregó: “Me gano la vida vendiendo en la calle, vendo muchas otras cosas, como medias o ropa, pero tampoco sale mucho, eso que vendemos más baratos que los locales, pero lo mismo no se vende”. 
La mujer está sorprendida por la baja en las ventas, asegura que el año pasado el día de la procesión ya no tenía nada para ofrecer. “Los turistas son los únicos que compran para llevar de recuerdo, los salteños, poco”, finalizó.
 Pese a los estrictos controles que realizó la Subsecretaria de Control Comercial municipal, que desplegó 120 inspectores, los vendedores ambulantes, por momentos, pudieron ingeniarselas para ingresar a las inmediaciones de la Catedral. El “anillo de seguridad”, como lo denominó la Municipalidad, intentó frenar el ingreso al microcentro de vendedores ambulantes, desde las calles Mendoza, General Güemes, Pellegrini y Pueyrredón.

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Remeras con la foto del Señor y la Virgen del Milagro a $150, rosarios a $50, calendarios con las imágenes de los patronos a $40, banderines y pañuelos a $20 y $10, respectivamente; eran algunos de los productos que ofrecían masivamente los vendedores callejeros.
“Estoy en el Milagro como todos los años. Soy vendedor ambulante desde hace mucho tiempo; de esto vivo, no cobro ninguna pensión del Estado, nada. No entiendo por qué mandan a la policía a quitarnos las cosas, por qué no buscan a los punguistas o arrebatadores que están todos los días al acecho. Nosotros somos vendedores de la calle de toda la vida”, comentó Ricardo, mientras vendía remeras con la figura del Señor y la Virgen del Milagro. Hace más de 30 años que está en la calle, lo hace para mantener a su familia. Tiene cinco hijos a los que tiene que alimentar todos los días. Dice que nunca trabajó en otra cosa, la calle siempre fue su principal fuente de ingreso. Aclaró que prefiere la venta callejera a salir a robar.
Entre los vendedores hubo quejas contra los operativos que hacen los insepctores. “No te dejan trabajar, te sacan de la plaza y te quieren llevar a la San Martín. Si nos llevan allá, ¿a quién le vamos a vender?”, comentó el vendedor. 
La historia de Patricia es similar. También trabaja en la calle vendiendo ropa y lo hizo ahora durante el Milagro para ganar un dinero extra. En vez de remeras, salió a vender crucifijos. Parada en la esquina de Alvarado y Buenos Aires, Patricia dialogó con El Tribuno. 
“Todos los años trabajo para el Milagro, los años anteriores fueron mejores, hubo más ventas. La gente no quiere pagar lo que cuestan, me parece que hay poca plata por parte de los peregrinos, capaz que han venido cortos”, comentó la vendedora. Y agregó: “Me gano la vida vendiendo en la calle, vendo muchas otras cosas, como medias o ropa, pero tampoco sale mucho, eso que vendemos más baratos que los locales, pero lo mismo no se vende”. 
La mujer está sorprendida por la baja en las ventas, asegura que el año pasado el día de la procesión ya no tenía nada para ofrecer. “Los turistas son los únicos que compran para llevar de recuerdo, los salteños, poco”, finalizó.
 Pese a los estrictos controles que realizó la Subsecretaria de Control Comercial municipal, que desplegó 120 inspectores, los vendedores ambulantes, por momentos, pudieron ingeniarselas para ingresar a las inmediaciones de la Catedral. El “anillo de seguridad”, como lo denominó la Municipalidad, intentó frenar el ingreso al microcentro de vendedores ambulantes, desde las calles Mendoza, General Güemes, Pellegrini y Pueyrredón.

Quejas
 “No nos dejaron trabajar, es por eso que casi no vendimos nada”, comentó un vendedor de crucifijos que prefirió no dar su nombre.
En las cuadras aledañas a la plaza 9 de Julio ya se podían notar cómo los vendedores que eran expulsados de las cercanías de la Catedral y se iban ubicando en las calles que rodean a la plazoleta principal.
Pero la calle también mostró su peor cara. Durante estos días también se pudo ver a menores ofreciendo artículos relacionados con el Milagro. 

Trabajo infantil
El Tribuno dialogó con una madre que vendía crucifijos, que estaba acompañada por dos de sus hijos. La mujer comentó, mientras acomodaba las cruces en una percha, que decidió llevar a sus hijos porque la ayudan a vender. 
“Él es el que mejor sabe vender (y señaló a un menor que no tendría más de 10 años). Si no me ayudan, se me hace muy difícil, por suerte están vendiendo mucho”, dijo la mujer. 
 

 

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