¿Cuál es su balance sobre el encuentro nacional?

Fue un éxito aunque tuvimos muchos inconvenientes. No pudimos usar las instalaciones de las escuelas Arturo Illía y Salvador Mazza para que se alojaran mujeres de otras provincias pese a que contábamos con el lugar hace mucho tiempo.
En el colegio Salvador Mazza, agredieron a una de las integrantes de la comisión organizadora, Sofía Müler. En el colegio Illia nos dijeron, unas horas antes del encuentro, que tenían una invasión de pulgas y que iban a fumigar el sábado. La excusa muestra el grado de misoginia de las autoridades.
Fue un éxito pese a que nos costó mucho. Tuvimos una gran campaña en contra. Algunos sectores que participan de este encuentro amplio, plural y heterogéneo terminan sustentando la posición de la Iglesia reaccionaria que no quiere que las mujeres se organicen y llenan de miedo cada ciudad que va a ser sede de la reunión. Hay partidos políticos y movimientos que terminan siendo cómplices de eso en los hechos porque la prensa, lamentablemente, termina poniendo el foco en esas cuestiones y no en el hecho de que hubo 40.000 mujeres entre las que vinieron de otras provincias y las salteñas debatiendo en los talleres que se hicieron en las escuelas.
Es lamentable el oportunismo político que se genera en eventos como este, cuando durante un año mujeres de diversas procedencias partidarias, religiosas e ideológicas trabajamos ad honorem para que puedan venir todas a dar su opinión.

¿A qué sectores se refiere?

Sabemos que el domingo un grupo, que es menor comparado con la masa de mujeres que marchó, se fue a la plaza y la Catedral y se pintaron paredes. Son sectores como Juntas a la Izquierda y Pan y Rosas. También el Partido Obrero.
Estuvieron todo el tiempo generando una situación de inestabilidad muy grande que terminó siendo contraproducente porque generaba temor a las propias mujeres.
Creo que eso es algo que las organizaciones y los partidos tienen que analizar si queremos que los encuentros se hagan por 30 años más y que las argentinas conquistemos nuestros derechos sexuales y reproductivos, que ninguna mujer muera desangrada por un aborto clandestino. Si de verdad queremos modificar la realidad hay que pensar muy bien las estrategias.

¿Los incidentes terminan desvirtuando el sentido del debate?

Es el trabajo de un año y de 63 talleres. El tema de los derechos sexuales y reproductivos es solo uno. No es el único ni el más importante. Es tan importante la discusión sobre el aborto como la del hambre entre las mujeres de los pueblos originarios.
Todas las mujeres tenemos la misma jerarquía. El ejercicio de respetar a las otras es importante.
Hay muchas mujeres católicas que luchan para que se aplique el aborto contemplado por el Código Penal, en caso de violaciones. Por lo tanto, armar esas polaridades no le hace bien a nadie.

En la inauguración del encuentro hubo un forcejeo en el escenario y no quedó claro qué sucedió.

La agrupación Las Rojas pretendió, sin previo acuerdo, subir al escenario con Rocío Girat, una víctima de la violación de su padre. Querían aprovechar su presencia para agarrar el micrófono, exponiéndola y revictimizándola.
Nos opusimos desde la comisión organizadora. No íbamos a permitir el oportunismo ni que se revitimice a una mujer que sufrió un ataque sexual.
Eso tiene que ver con que no comprenden el carácter del encuentro y piensan que hay mujeres avanzadas y otras que estamos a la derecha de todo. Es lamentable. Pero son una minoría.

¿Qué conclusión general puede darse de los talleres?

Son muchas. Quedó claro que la reforma del Código Civil es un retroceso. Es un tema que atravesó diferentes talleres. Desde el Gobierno de la Nación lo plantean como un avance pero todas sabemos que contempla la vida desde la concepción y eso crea condiciones para que sectores atrasados nos impidan acceder a derechos.
Otro tema que centralizó la atención fueron los talleres de trata de personas y los de femicidio. También había temas como tiempo libre y terapias alternativas. Las mujeres tienen múltiples intereses y cada experiencia tiene la misma jerarquía. Marcharon unas 20 cuadras de mujeres por las calles de Salta.

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