¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

24°
19 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Fernando Ferrán Huici o la reinvención del paisaje

Jueves, 28 de febrero de 2013 21:03

Se lo ve llegar con uniforme de obrero municipal y dice: "es el mejor momento de mi vida". Hablamos del pintor Fernando Ferrán Huici, a quien llaman "El Gallego" por ese acento que ya no va a sacarse de encima y que nos hace pensar en que exagera. Entonces nos habla de los murales que le encargó Félix Pérez para el Hotel de Turismo y de los que tiene encargados para el año que recién empieza, y miramos el que anda terminando en el restaurante de Marcela Blasco, al lado de la estación de servicio. 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Se lo ve llegar con uniforme de obrero municipal y dice: "es el mejor momento de mi vida". Hablamos del pintor Fernando Ferrán Huici, a quien llaman "El Gallego" por ese acento que ya no va a sacarse de encima y que nos hace pensar en que exagera. Entonces nos habla de los murales que le encargó Félix Pérez para el Hotel de Turismo y de los que tiene encargados para el año que recién empieza, y miramos el que anda terminando en el restaurante de Marcela Blasco, al lado de la estación de servicio. 

Tiene dos partes, una de salinas en el patio mismo de un pucará habitado y, la otra, referida a la veneración del Abra de Punta Corral.

Si exagera no lo hace por mucho, al menos si nos referimos a los murales que viene pintando en estos años, los quieren dar con un resumen lírico de aquello que Alguien pensó alguna vez como marco para este tramo de cerros y de huaycos en los que el artista plástico eligió vivir. Este mural tiene dos partes, una de salinas en el patio mismo de un pucará habitado y, la otra, referida a la veneración del Abra de Punta Corral, donde me gustaría detenerme.

Acaso empezando por eso de la ropa de obrero municipal, que no se trata de un puesto de trabajo sino de un símbolo referido al artista que, en la plenitud de su carrera, se aboca a representar el entorno de Tilcara en las paredes de Tilcara. Entonces, vayamos a la pintura donde del atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario se pasa directamente al Santuario de Punta Corral sin mediar plazas ni casas ni calles ni playas. Las Siete Vueltas y calvarios, en cambio, están al fondo junto a una procesión que sube.

Algo antes, en el arco de entrada al atrio, un paisano pareciera venir de alguna esquina tangueras bajo la luz de un farol. Una pirca algo caída después de un árbol y, tras el templo del Santuario, donde las construcciones no se cierran como en Punta Corral sino que ocupan el espacio que reclama la necesidad de la creación de Ferrán, se posa un atardecer cuya gama de luz y nubes es indiscutible.

Tras la iglesia abstraída del pueblo y el Santuario, tras unas Siete Vueltas que miran a Chilcaguada con la despreocupación de la síntesis, el lomo del Morado. En la otra mitad, Ferrán detalla el sitio de cada cerro que tomó de cada paisaje para recrear este suyo, y si no me voy a detener en una maestría plástica plagada de pinceladas de múltiples imágenes, lo haré en esa búsqueda de un sitio hecho de sitios múltiples.

Su poética, que no deja de estar atenta a que quienes miren el mural lo harán sentados a la mesa esperando que les sirvan la comida, busca aunar con fragmentos de lugares un lugar, un hogar, que nunca deja de ser la Quebrada tilcareña desde que reproduce sus partes, pero que reordena según sus propias necesidades espirituales y estéticas. Eso, dicen, es el arte y aquí aparece según su personalidad.

Uno supone que los murales, aunque este sea interior y no callejero como otras de sus obras, están sujetos al tiempo y a los caprichos humanos, y que acaso perdurarán más en la fotografía que en las paredes. Sin embargo, creo que hay algo más. Así como nuestros vecinos tienen hoy mucho de la forma en que los vio don Medardo Pantoja, puede pensarse que el mismo paisaje vaya reflejando la forma en que Fernando Ferrán Huici lo pinta, no tanto porque su paleta influya en los cerros sino porque el arte modela nuestro modo de mirarlos.