La Provincia tiene una cita hoy con su propio
destino. Miles de jujeños concurrirán a las urnas a depositar su voluntad, dentro de un sobre que además, contendrá una papeleta con fotografías, nombres y apellidos, que a su vez, condensan todas las promesas e ideas que candidatos, partidos y movimientos expresaron durante todo el año. Con esa sencilla ceremonia democrática de votar, se elegirá el destino de todos los que habitan la
Patria Chica del ángulo noroeste del país. Para estas sencillas palabras, que no suelo escribir en primera persona por un hábito periodístico, pido esta vez la licencia del amable lector para hacerlo. Es porque se trata de un especial pedido a los que compartamos esta nota: que rechacemos de lado el agravio y la violencia como métodos para buscar la notoriedad electoral. Menoscabar a quienes no piensen igual, sólo habla de la debilidad de nuestras propias ideas. Gritar en cara del adversario, dice de la incapacidad para persuadir utilizando razonamientos serenos y firmes. Parafraseando a don
Atahualpa, sirve recordar que "el que se lanza a los gritos, no escucha su propia voz...". Ejercitar la violencia física, intelectual o psicológica, es caer en la torpeza propia de los incapaces de reconocer que el talento y esfuerzo ajenos nos pueden sacar ventaja. "La fuerza es el derecho de las bestias" tituló Juan Perón a su primer libro escrito en el exilio. Y finalmente, usar a las ideas como valores descartables y a las personas como monedas de cambio, argumentando que todo vale "porque es política", también es una actitud indigna que alguna vez deberá desterrarse definitivamente, porque es indigna de sociedades y personas civilizadas.
Hoy saludemos con afecto y reconocimiento a todos y cada uno de los candidatos. Son hombres y mujeres que quedaron expuestos ante la opinión pública. Llegan cansados, desgastados, algunos con los bolsillos secos y una úlcera incipiente. Vivieron días llenos de esperanzas y temores. Algunos soportaron agravios y hasta escarnio, pero siguieron hasta aquí con todas las fuerzas posibles. De la enorme cantidad de ellos, sólo un puñado llegará a los cargos y entonces recién comenzará la enorme tarea. Por eso, para ellos, y también para los que pierdan las elecciones, respeto. Para sus ideas y sus partidos políticos, frentes o agrupaciones, respeto. Y para todos los que voten, por quien sea que voten, respeto a su decisión. En ningún caso, el exabrupto falaz, furia o agresión, la burla o los malos deseos. Sin violencia, aceptar con hidalguía y calidad humana los resultados, cualesquiera que sean. Porque será -nada más y nada menos- que la voluntad del pueblo.
Jujuy necesita afianzar la paz social, la madurez política, la serenidad durante y después de las elecciones. Y desterrar definitivamente cualquier tipo de violencia. Sin querer ser confesional, admito la perfección de este fragmento de la Oración de la Serenidad, del reconocido teólogo Reinhold Nieburh: "Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez;
La Provincia tiene una cita hoy con su propio
destino. Miles de jujeños concurrirán a las urnas a depositar su voluntad, dentro de un sobre que además, contendrá una papeleta con fotografías, nombres y apellidos, que a su vez, condensan todas las promesas e ideas que candidatos, partidos y movimientos expresaron durante todo el año. Con esa sencilla ceremonia democrática de votar, se elegirá el destino de todos los que habitan la
Patria Chica del ángulo noroeste del país. Para estas sencillas palabras, que no suelo escribir en primera persona por un hábito periodístico, pido esta vez la licencia del amable lector para hacerlo. Es porque se trata de un especial pedido a los que compartamos esta nota: que rechacemos de lado el agravio y la violencia como métodos para buscar la notoriedad electoral. Menoscabar a quienes no piensen igual, sólo habla de la debilidad de nuestras propias ideas. Gritar en cara del adversario, dice de la incapacidad para persuadir utilizando razonamientos serenos y firmes. Parafraseando a don
Atahualpa, sirve recordar que "el que se lanza a los gritos, no escucha su propia voz...". Ejercitar la violencia física, intelectual o psicológica, es caer en la torpeza propia de los incapaces de reconocer que el talento y esfuerzo ajenos nos pueden sacar ventaja. "La fuerza es el derecho de las bestias" tituló Juan Perón a su primer libro escrito en el exilio. Y finalmente, usar a las ideas como valores descartables y a las personas como monedas de cambio, argumentando que todo vale "porque es política", también es una actitud indigna que alguna vez deberá desterrarse definitivamente, porque es indigna de sociedades y personas civilizadas.
Hoy saludemos con afecto y reconocimiento a todos y cada uno de los candidatos. Son hombres y mujeres que quedaron expuestos ante la opinión pública. Llegan cansados, desgastados, algunos con los bolsillos secos y una úlcera incipiente. Vivieron días llenos de esperanzas y temores. Algunos soportaron agravios y hasta escarnio, pero siguieron hasta aquí con todas las fuerzas posibles. De la enorme cantidad de ellos, sólo un puñado llegará a los cargos y entonces recién comenzará la enorme tarea. Por eso, para ellos, y también para los que pierdan las elecciones, respeto. Para sus ideas y sus partidos políticos, frentes o agrupaciones, respeto. Y para todos los que voten, por quien sea que voten, respeto a su decisión. En ningún caso, el exabrupto falaz, furia o agresión, la burla o los malos deseos. Sin violencia, aceptar con hidalguía y calidad humana los resultados, cualesquiera que sean. Porque será -nada más y nada menos- que la voluntad del pueblo.
Jujuy necesita afianzar la paz social, la madurez política, la serenidad durante y después de las elecciones. Y desterrar definitivamente cualquier tipo de violencia. Sin querer ser confesional, admito la perfección de este fragmento de la Oración de la Serenidad, del reconocido teólogo Reinhold Nieburh: "Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez;