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Naciones Unidas insta a Libia a luchar contra el Estado Islámico

Miércoles, 18 de febrero de 2015 00:00
El enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para el conflicto en Libia, Bernardino León, instó ayer a los libios a recuperar los objetivos de la revolución que iniciaron hace cuatro años y aparcar las diferencias para construir un Estado nuevo, unido y democrático.
En una carta con motivo de la conmemoración del cuarto aniversario del alzamiento que acabó con el régimen dictatorial de Muammar Khadafi, León exhortó a los dos gobiernos rivales a aprovechar la nueva ronda de diálogo, prevista para la próxima semana en el oasis de Ghadamés, para poner fin al conflicto que ensangrenta el país y avanzar hacia la formación de un gobierno de unidad nacional.
"Los libios nunca creyeron que cuatro años después de la revolución estarían luchando entre ellos o contra esos grupos terroristas que sacan provecho del caos y cometen crímenes abyectos", afirmó León en alusión a la guerra civil y a los grupos yihadistas afines al Estado Islámico (EI), que han asumido el control de algunas poblaciones del país.
"El diálogo se ha ganado su oportunidad en las últimas semanas. Con determinación y perseverancia, Libia sigue teniendo la opción superar la guerra, derrotar el terrorismo y recuperar el camino", subrayó.
En esta línea, León aseguró que las dos partes "están de acuerdo en que quieren una nación unida y una solución política lo antes posible que garantice el fin del derramamiento de sangre y del sufrimiento". "Es su oportunidad de lograr un acuerdo en cuestiones de seguridad para poner fin a la guerra y lograr la retirada de los grupos armados para que el estado pueda recuperar el control de las instalaciones vitales", agregó.
El 17 de febrero de 2011, y a la par de las revoluciones en los vecinos Túnez y Egipto, grupos de oposición a Khadafi se levantaron en la ciudad de Bengasi, la segunda en importancia del país. Tras meses de protestas, combates y represalias, la revolución triunfó gracias a la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), que bombardeó a las fuerzas del dictador cuando comenzaban a recuperar parte del terreno perdido.
Cuatro años después, y con Khadafi linchado y asesinado, Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, en el que dos gobiernos, uno rebelde en Trípoli y otro exiliado e internacionalmente reconocido en Toubruk, luchan por el poder y el control de los recursos naturales.
A la vera de cada uno de ellos combaten milicias islamistas, exoficiales khadafistas, líderes tribales y señores de la guerra dedicados al tráfico ilegal de armas, drogas, personas y petróleo, mientras grupos yihadistas vinculados al Estado Islámico aprovechan la ausencia del Estado para infiltrarse en el país y avanzar desde el sureste.

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El enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para el conflicto en Libia, Bernardino León, instó ayer a los libios a recuperar los objetivos de la revolución que iniciaron hace cuatro años y aparcar las diferencias para construir un Estado nuevo, unido y democrático.
En una carta con motivo de la conmemoración del cuarto aniversario del alzamiento que acabó con el régimen dictatorial de Muammar Khadafi, León exhortó a los dos gobiernos rivales a aprovechar la nueva ronda de diálogo, prevista para la próxima semana en el oasis de Ghadamés, para poner fin al conflicto que ensangrenta el país y avanzar hacia la formación de un gobierno de unidad nacional.
"Los libios nunca creyeron que cuatro años después de la revolución estarían luchando entre ellos o contra esos grupos terroristas que sacan provecho del caos y cometen crímenes abyectos", afirmó León en alusión a la guerra civil y a los grupos yihadistas afines al Estado Islámico (EI), que han asumido el control de algunas poblaciones del país.
"El diálogo se ha ganado su oportunidad en las últimas semanas. Con determinación y perseverancia, Libia sigue teniendo la opción superar la guerra, derrotar el terrorismo y recuperar el camino", subrayó.
En esta línea, León aseguró que las dos partes "están de acuerdo en que quieren una nación unida y una solución política lo antes posible que garantice el fin del derramamiento de sangre y del sufrimiento". "Es su oportunidad de lograr un acuerdo en cuestiones de seguridad para poner fin a la guerra y lograr la retirada de los grupos armados para que el estado pueda recuperar el control de las instalaciones vitales", agregó.
El 17 de febrero de 2011, y a la par de las revoluciones en los vecinos Túnez y Egipto, grupos de oposición a Khadafi se levantaron en la ciudad de Bengasi, la segunda en importancia del país. Tras meses de protestas, combates y represalias, la revolución triunfó gracias a la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), que bombardeó a las fuerzas del dictador cuando comenzaban a recuperar parte del terreno perdido.
Cuatro años después, y con Khadafi linchado y asesinado, Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, en el que dos gobiernos, uno rebelde en Trípoli y otro exiliado e internacionalmente reconocido en Toubruk, luchan por el poder y el control de los recursos naturales.
A la vera de cada uno de ellos combaten milicias islamistas, exoficiales khadafistas, líderes tribales y señores de la guerra dedicados al tráfico ilegal de armas, drogas, personas y petróleo, mientras grupos yihadistas vinculados al Estado Islámico aprovechan la ausencia del Estado para infiltrarse en el país y avanzar desde el sureste.