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15 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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La Chaya de los Músicos es una fiesta inolvidable

Viernes, 20 de febrero de 2015 00:00
<p>TOMAS LIPAN / UN AMIGO DE TUKUTA Y AGRADECIDO DE SU CAMINO</p>

A comienzos de la década del setenta, había una canción bastante pegadiza que hablaba de una fiesta de la que participaban los principales cantantes del momento. La cantaba Roberto Livi y los enumeraba uno por uno, nombres por entonces muy conocidos por todo el público. Alguien se acordará de esa canción que se llamaba "La Fiesta Inolvidable", y yo la recuerdo cada año cuando, el Martes de Chaya, pasamos por la invitación de Tukuta Gordillo.

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A comienzos de la década del setenta, había una canción bastante pegadiza que hablaba de una fiesta de la que participaban los principales cantantes del momento. La cantaba Roberto Livi y los enumeraba uno por uno, nombres por entonces muy conocidos por todo el público. Alguien se acordará de esa canción que se llamaba "La Fiesta Inolvidable", y yo la recuerdo cada año cuando, el Martes de Chaya, pasamos por la invitación de Tukuta Gordillo.

Acá se da en el marco de una ceremonia que tiene su raíz profunda dentro de los carnavales: el momento en el que se chaya la tenencia para tener prosperidad y protección, y se siente el mismo perfume de koba que se encendió ya seis meses antes para la Pachamama. Desde hace una punta de años, Gordillo reúne a músicos amigos para compartir y chayar el arte que ejecutan, y eso se transforma cada vez en una fiesta de dimensiones crecientes.

Los corderos crepitan sobre la parrilla generosa mientras, en parejas, los invitados van dejando su ofrenda a la Madre Tierra. Se come compartiendo y se va preparando el ambiente para que los protagonistas, los músicos, vayan pasando a dejar en el aire y en el alma esa otra ofrenda, la de su hacer. Como aquella fiesta inolvidable, trataré acá de enumerarlos en un par de párrafos que mal pueden resumir una tarde que, pasado el mediodía, acabó comenzada la noche.

Rufina Cari provocó a Tomás Lipán al contrapunto, donde el arsenal de cuartetas se volvió brillante y coqueto.

Rufina Cari provocó a Tomás Lipán al contrapunto, donde el arsenal de cuartetas se volvió brillante y coqueto.

Como es habitual, abrieron las copleras Indalesia Alvarez Prado y Rufina Cari. Tras lucir sus coplas en tonadas carnavalera, Rufina provocó a Tomás Lipán al contrapunto, donde el arsenal de cuartetas se volvió brillante y coqueto, y al que pronto se sumó Silvia Barrios con voz de diablito. Tras el momento más tradicional, el más experimental: el dúo Dendeveras con el bajo de seis cuerdas de Fidel Flores, el acordeón de Laura Chaker y la voz de ambos en delicadas interpretaciones con aire de altiplano y candombe.

Pegadito nomás, la voz de Claudio Sosa, que recordó haber conocido esta tierra tilcareña junto a su tía Mercedes, y la guitarra de Peter Wur ya bien adentro del folclore al modo de estos tiempos: nutrido de reminiscencias nativas y de citas lejanas para dar paso a la danza popular porteña, la voz de Adriana Tula a la que se sumó la percusión de Franco Tolaba, y el trío de Vilte (flauta traversa), Quinn (viloncello) y el anfitrión Gordillo (guitarra y voz).

Para el cierre, las voces de Tomás Lipán llamando al baile, José Simón con el charango de Juan Cruz Torres y el Duende Garnica, autor de "El Olvidao" con su estampa de "Sex Pistol" de la chacarera, y ya la noche caía sobre la plaza, los últimos acordes se mezclaban con las trompetas de las comparsas, los perros se hacían un festín con los restos de dieciséis corderos asados y un año más de chaya de músicos para yaparle al recuerdo.