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19 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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En el aire... un hombre que fue feliz

Miércoles, 04 de marzo de 2015 00:00
<p>SAHUMARON LOS RESTOS/ QUIENES SE REUNIERON PARA CUMPLIR SU SUEÑO SIGUIERON TODOS LOS PASOS Y COSTUMBRES</p>

Como si fuera un cuento con su principio y su final, César Lizárraga recitó al pie de la Peña Blanca, donde a mediodía del domingo volarían las cenizas de Mariano Uña Ramos, que "un niño muy niño entre cardones y airampales, tomando la caña, sopló por dentro". El niño aprendió de su padre, don Raimundo, a quien el Toqo Vázquez Zuleta describe con la "quena arrodillada en la boca del quenante" para "que nos arrastre el remolino de la cueca, flautilla de caña con mis besohuellas."

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Como si fuera un cuento con su principio y su final, César Lizárraga recitó al pie de la Peña Blanca, donde a mediodía del domingo volarían las cenizas de Mariano Uña Ramos, que "un niño muy niño entre cardones y airampales, tomando la caña, sopló por dentro". El niño aprendió de su padre, don Raimundo, a quien el Toqo Vázquez Zuleta describe con la "quena arrodillada en la boca del quenante" para "que nos arrastre el remolino de la cueca, flautilla de caña con mis besohuellas."

A los catorce años, allá por 1947, deja Humahuaca para comenzar a andar. Empieza por Santiago del Estero, donde se convierte en un muy joven profesor de música. Luego viaja a una Buenos Aires preñada de provincianos orgullosos del folclore para terminar volando a París en los 70. Uno lo dice así, en tres oraciones y parece poco, pero se trata de una vida al que como dice su hermana: "Fue feliz, nadie le cortó las alas, voló hasta donde pudo."

Beatriz, su hija, habló al despedirlo de ese vuelo hasta "este que es el último viaje del que no hay regreso. Ya está en el aire y nosotros vamos a recordar que dio todo para Jujuy y que se tuvo que ir para triunfar afuera." El músico Raúl Torres aseguró que "los humahuauqeños nos sentimos honorificados con lo que hizo Uña Ramos, y más desde que sus cenizas serán esparcidas por la Peña Blanca."

La periodista Sandra Ceballos agradeció la amistad que Uña Ramos le brindara, y le agradeció con coplas de Domingo Zerpa, "porque a Uña le gustaban estas coplas: no hay que asustarse de nada, este mundo es poca cosa, los que no saben, aprenden, los que saben se equivocan", recitó ella y uno se lo imagina recitándolas tan lejos porque partir, se sabe, no es dejar de amar al terruño.

Ceballos recordó que la esposa de Uña sabía decirle, con respecto a sus deseos últimos, que quería "volver a mis montañas, a mi viento, reencontrarme con mi eco", y ese fue su modo de regresar, como recitó Lizárraga diciendo que "hoy el kuntur te fue a buscar para traer al hombre que ayer fue niño, Mariano querido, hasta tu Humahuaca natal", y que Ernestina Cari cante que "ya se ha muerto Uña Ramos, no lo entierren en panteón, tírenlo filito abajo y a la sombra de un cardón." Siguió doña Ernestina que "ya se ha muerto Uña Ramos, no le recen oración, cuatro coplas bien cantadas bastan pa su salvación", y sonaban sus creaciones y seguirían haciéndolo por las calles de Humahuaca recordando ese vibrato que el maestro le imprimía a quenas que fabricaba con sus propias manos, y dos de esas quenas fueron donadas por sus hijos al municipio humahuaqueño en manos de su intendente, Lito Herrera.

Quenas que sonaron por toda la redondez del planeta con las más variadas formaciones junto a instrumentos europeos, modernos o tradicionales, grabadas en conciertos en Japón por el año 1976, treinta años después con la Filarmónica de Berlín o en el "85 junto al piano de Miguel Ángel Estrella, y Uña Ramos, buceador de las posibilidades del sonido y profundamente enraizado, regresó a la Peña Blanca para soplar junto a don Raimundo donde "tienen callos los labios del zampoñero, se amotosan las uñas del charanguero, coplea sin descanso la charlera de las cajas", según el decir de Vázquez Zuleta.