TILCARA (Corresponsal). La imagen de la feria: mujeres sentadas entre sus papas y duraznos, entre sus yuyos y tejidos. Cada quien con su memoria y sus productos, con su tonada y su silencio para compartir dos días como en las viejas ferias que se armaban, tras las cosechas, para intercambiar lo que produjo el trabajo desde las entrañas de la tierra.
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TILCARA (Corresponsal). La imagen de la feria: mujeres sentadas entre sus papas y duraznos, entre sus yuyos y tejidos. Cada quien con su memoria y sus productos, con su tonada y su silencio para compartir dos días como en las viejas ferias que se armaban, tras las cosechas, para intercambiar lo que produjo el trabajo desde las entrañas de la tierra.
Nos lo cuenta Roberto Cruz, de la comunidad anfitriona aborigen del Churcal. Allí, donde la quebrada de Juella se junta con la del río Grande, nos dice el sábado en la tarde que “estamos recibiendo tanta gente que está llegando y todavía falta llegar. La idea es encontrarnos para compartir los productos de cada zona y a partir de ahí, compartir los problemas, las inquietudes, desafíos y sueños”.
Nombra a los que van llegando desde la Puna oeste, de la Puna norte y sur, de los valles jujeños y salteños y de la Quebrada. La lista es extensa, y Cruz nos cuenta que “esto está organizado por la Red Puna, y muchas de estas comunidades son parte de la red. Así se organizan para trasladarse y llegar hasta acá”.
Es la decimonovena edición del Cambalache que se llevó a cabo el fin de semana. Roberto Cruz nos dice que el espíritu de este encuentro tiene que ver con que “sigamos produciendo en el campo, que mejoremos la forma de producir para fortalecer al campesinado. Eso es lo que nos moviliza a compartir”.
Durante la tarde hubo una radio abierta, nos dice Cruz que es “para conocer esta nueva ley que tenemos como productores familiares”.