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Murió Maya Plisétskaya, la gran bailarina del ballet clásico

Lunes, 04 de mayo de 2015 00:00
<p>LEYENDA DE LA DANZA/ MAYA DESAFIÓ EL TIEMPO Y LAS COSTUMBRES DE LA ÉPOCA, ESCANDALIZÓ AL RÉGIMEN SOVIÉTICO Y SE APASIONÓ CON COREOGRAFÍAS MODERNAS.</p>

La legendaria bailarina rusa Maya Plisétskaya, integrante del ballet “Bolshoi” y una de las figuras más importantes de la danza clásica de todos los tiempos, falleció el pasado sábado a los 89 años de edad en la ciudad de Munich, Alemania, víctima de un paro cardíaco.

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La legendaria bailarina rusa Maya Plisétskaya, integrante del ballet “Bolshoi” y una de las figuras más importantes de la danza clásica de todos los tiempos, falleció el pasado sábado a los 89 años de edad en la ciudad de Munich, Alemania, víctima de un paro cardíaco.

La noticia fue difundida por el director general del “Bolshoi”, Vladimir Urin.

"Ella murió de un paro cardíaco. Los médicos lucharon para salvarla, pero no pudieron hacer nada", dijo Urin a la cadena de TV rusa, al tiempo que adelantó que los restos de Plisétskaya serían trasladados a Moscú para ser inhumados.

En tanto, el servicio de prensa del Kremlin comunicó que el presidente ruso, Vladimir Putin, envió sentidas condolencias a los familiares y allegados de la célebre artista.

Plisétskaya desafió el tiempo y las costumbres de la época, escandalizó al régimen soviético con interpretaciones eróticas y se apasionó con coreografías modernas a la edad en que sus colegas estaban retiradas.

Con sus ojos que no envejecían, una sonrisa triunfadora y un porte real, Plisétskaya nunca dejó de sorprender al público. Casada con el compositor ruso Rodión Shcherdin, Maya falleció en Alemania por una crisis cardíaca pero será enterrada en Rusia, según el director del Bolshoi, Vladimir Urin.

En su cumpleaños número 80, en 2005, interpretó en el Kremlin el "Ave Maya" que le dedicó el coreógrafo francés Maurice Béjart, coronando una gala mágica con bailarines clásicos del mundo entero, los monjes Shaolín, la orquesta del ejército ruso Alexandrov y el rey del flamenco Joaquín Cortés.

Un homenaje que resumía bien la carrera y el carácter de la "Prima ballerina assoluta", una distinción suprema que el “Bolshoi” sólo ha concedido dos veces en su historia.

"Maya Plisétskaya asimiló una gran tradición, la digirió y la recicló, alcanzando la libertad. Independientemente de lo que baile, siento en ella una fuerza vital enorme, la sensualidad, pero sobre todo, la modernidad", dijo de ella Maurice Béjart.

Para el coreógrafo, Maya era la "última leyenda viva de la danza". "Lo esencial es ser una artista y comprender por qué estás en el escenario. No basta con levantar la pierna", decía la bailarina para explicar el secreto de su éxito.

Nacida el 20 de noviembre de 1925 en Moscú, Plisetskaya conoció el destino trágico de millones de soviéticos. Su padre, ingeniero, fue fusilado bajo el régimen de Stalin en 1938 y su madre, actriz de cine, fue enviada a un campo en Kazajastán como "miembro de la familia de un traidor a la patria".

La pequeña Maya, "hija de un enemigo del pueblo", fue acogida por su tía, bailarina, y su tío, profesor de danza. Estaba "feliz" porque aprendía a bailar. Le encantaba la danza española, "tan diferente de lo que nos rodeaba", escribe en sus memorias.

Consagración mundial

Había ingresado al mundo del ballet con sólo tres años de edad, en la Escuela de Danza de Moscú y recibió la influencia de sus tíos Asaf y Sulamith Messerer, ambos bailarines del Bolshoi, a cuya compañía se unió Plisetskaya en 1943, convirtiéndose en primera bailarina con sólo 18 años, cuando inició su carrera profesional interpretando "La muerte del cisne".

Después de padecer años de veto gubernamental por sus antecedentes familiares, fue autorizada a emprender giras internacionales durante las que bailó en los principales teatros de Estados Unidos, Francia, Reino Unido e Italia (entre muchos otros) siendo incluso en éste último directora del Ballet de la Ópera de Roma.

También deslumbró a nuestro país donde actuó con gran éxito de crítica y público en el Teatro Colón entre 1975 y 1976. Entre sus logros se cuenta el de haberse atrevido a romper las rutinas soviéticas de ballet, incorporando danza moderna y trabajando con coreógrafos como Alberto Alonso, Maurice Béjart y Roland Petit, que crearon varias piezas para ella como "Carmen", "Isadora" y "La rose malade".

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