El dolor de dos jóvenes mexicanas, explotadas sexualmente y forzadas a trabajar, conmocionó a los alcaldes, entre los cuales figuraban los de París, Madrid, Nueva York, Boston, San Francisco, Roma, Milán, Nápoles, Oslo, Estocolmo, Teherán, Argel, Abiyán, Acra, Libreville, Lubumbashi (RD Congo) y Johannesburgo. Los desgarradores testimonios de Karla Jacinto y Ana Laura Pérez, abrieron el encuentro organizado por la Academia de Ciencias Sociales de la Santa Sede. "De los 12 a los 17 años tuve 42.000 relaciones sexuales" reveló Jacinto, tras narrar una infancia infeliz, dominada por las abusos físicos y sexuales dentro de la propia familia. "Soportaba el hambre, masticaba el plástico, no me daban de tomar, tenía que beber el agua con la que planchaba", fue el conmovedor relato de Laura, quien se sentía frágil, impotente, incapaz de huir y vivir libremente. Ante el llamado de esas
esclavas modernas, cuyos gritos no suelen ser escuchados en muchos rincones del planeta, la
Iglesia católica liderada por
Francisco decidió movilizarse.