"Amy", el documental que triunfó en Cannes, plantea una pregunta inquietante y es ¿qué se puede contar de nuevo sobre una celebridad del siglo XXI? Como la de tantos famosos de la actualidad, la vida pública de
Amy Winehouse se desarrolló en "prime time", con el mundo entero mirándola. De alguna manera, hasta su muerte trágica parecía prevista, predestinada, asumida con antelación. Cuando falleció, en julio de 2011, se pensó unánimemente que la cantante había sufrido una sobredosis de
drogas ilegales. Para sorpresa general, la investigación forense determinó que la causa inmediata fue una intoxicación aguda con una droga legal: había consumido una enorme cantidad de vodka. Asif Kapadia, el director del documental, logró que "Amy" pudiera contar sus vivencias en primera persona, pero la película también necesitaba otras voces como la de sus amigos, familiares, asociados y doctores. Así es que "Amy" nos sumerge en una vida tumultuosa donde se refleja lo que pudo sentir Winehouse con su familia, o cuando salía a la calle, los paparazzis y los focos de los equipos de TV.