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De cómo un pueblo salvó la Independencia

Domingo, 23 de agosto de 2015 00:00

El 29 de julio de 1812 dictó Manuel Belgrano el bando mediante el cual ordenó el abandono del territorio, la entrega de armas, la extracción de todo el ganado, las cosechas y los "efectos" de los comerciantes para ser llevados junto con el ejército, advirtiendo que quienes incumplieran estas disposiciones serían tenidos por "traidores a la Patria", al igual que "todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen".

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El 29 de julio de 1812 dictó Manuel Belgrano el bando mediante el cual ordenó el abandono del territorio, la entrega de armas, la extracción de todo el ganado, las cosechas y los "efectos" de los comerciantes para ser llevados junto con el ejército, advirtiendo que quienes incumplieran estas disposiciones serían tenidos por "traidores a la Patria", al igual que "todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen".

La extrema dureza de este documento debe interpretarse en el contexto del momento. Belgrano sabe que en Jujuy y en Salta hay sectores realistas que conspiran y alientan desde las sombras el avance de los ejércitos virreinales para sofocar el movimiento revolucionario.

El 23 de agosto de 1812, la ciudad de Jujuy ha sido abandonada por la mayor parte de sus habitantes y Belgrano es el último en dejarla. Se calcula que unas dos mil personas conforman el grueso de la "emigración", como llamaron los contemporáneos al Éxodo. Hombres y mujeres, niños y ancianos, recorrerán 345 kilómetros hasta San Miguel de Tucumán, en una marcha que duró casi un mes y que se llevó a cabo con las avanzadas realistas tiroteando y pisándoles los talones.

En una carta del 31 de agosto de 1812 a Rivadavia, alto funcionario del Gobierno de Buenos Aires, Belgrano señala que la marcha se hace con una gran cuota de sacrificio: "lo que hay es que no se duerme, se come poco y se trabaja mucho", escribe el jefe patriota.

Mientras tanto, Jujuy y Salta caían en poder del ejército realista y el brigadier Juan Pío Tristán, al mando de la vanguardia, se aprestaba a aplastar a la pequeña fuerza revolucionaria en Tucumán. Lo que Tristán no contaba era que los tucumanos se sumarían con hombres y recursos a las tropas de Belgrano para darle batalla e infringirle una gran derrota, el 24 de septiembre en el Campo de las Carreras. Así, de perseguidos, los patriotas pasaron a perseguidores de las fuerzas del Rey que en Salta sufrieron una nueva y contundente derrota, obligando a Tristán a capitular y retirarse al Alto Perú bajo la promesa de no volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Entre febrero y marzo de 1813, los jujeños pudieron regresar, por fin, a su terruño. Los grandes sacrificios que habían realizado dejando todo para seguir a Belgrano hacia un destino incierto y plagado de terribles peligros, habían hecho posible revertir la situación militar adversa y salvar la Revolución cuando todo parecía perdido. Además de haber representado una complicación para los realistas desde el punto de vista de los necesarios reabastecimientos de animales, forrajes y alimentos, la "tierra arrasada" de Jujuy fue un hecho político; de algún modo significó hacerle saber a la fuerza invasora que los jujeños preferían las más crueles peripecias de una emigración hacia lo desconocido que arrodillarse ante un opresor. Un dato a tener en cuenta en este sentido es que Belgrano, en rigor, no tenía una fuerza militar capaz de someter a todo el pueblo para imponerle la orden de la retirada.

Se ha discutido si la participación de los jujeños en el Éxodo de 1812 fue impulsada por la cobardía, por el heroísmo o porque "no había nada que perder". El interrogante, creemos, fue respondido por el propio general Belgrano el 25 de mayo de 1813, cuando obsequió al pueblo de Jujuy la Bandera Nacional de la Libertad Civil, expresando que la entregaba para que la conservaran con el honor y el valor que habían demostrado los hijos de Jujuy en las batallas de Tucumán y Salta.