Una estudiante quiaqueña regresó a la ciudad fronteriza tras haber vivido durante un año una gran aventura en Sudáfrica". Se trata de Dana Oriana Sosa, alumna del Centro de estudio de lenguas extranjeras (Cele) y de la Escuela Normal de La Quiaca, quien realizó el viaje en el marco del programa de intercambio de Youth For Undestanding. Dana "es la segunda estudiante de La Quiaca que apostó a este desafío de vivir una cultura y geografía muy diferentes a su suelo natal", dijo Lucrecia Robles, directora del Cele. La directiva destacó que "es nuestro objetivo formar a nuestros estudiantes ciudadanos del mundo. La enseñanza y el aprendizaje de una lengua no solo implica el contenido de la misma sólo como herramienta, sino aporta a su formación integral como persona sensible a otras formas de vida diferente, a inmersiones en la lengua, a través de una vida cotidiana con una familia local y concurriendo a la escuela donde también el estudiante convive junto a sus pares locales, aprendiendo de esta manera a ser más tolerantes con sus pares y a compartir como embajador su propia cultura". Asimismo señaló que la conclusión de esta experiencia se traduce en el hecho de que "nada es mejor que otro, ni nadie es mejor que el otro, sólo somos diferentes y diversos. Cuando me refiero a ser ciudadanos del mundo, que la única y mejor cultura es aquella rescatada, que hace bien a la humanidad, y esto se aprende y se conoce a través de estas experiencias".
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Una estudiante quiaqueña regresó a la ciudad fronteriza tras haber vivido durante un año una gran aventura en Sudáfrica". Se trata de Dana Oriana Sosa, alumna del Centro de estudio de lenguas extranjeras (Cele) y de la Escuela Normal de La Quiaca, quien realizó el viaje en el marco del programa de intercambio de Youth For Undestanding. Dana "es la segunda estudiante de La Quiaca que apostó a este desafío de vivir una cultura y geografía muy diferentes a su suelo natal", dijo Lucrecia Robles, directora del Cele. La directiva destacó que "es nuestro objetivo formar a nuestros estudiantes ciudadanos del mundo. La enseñanza y el aprendizaje de una lengua no solo implica el contenido de la misma sólo como herramienta, sino aporta a su formación integral como persona sensible a otras formas de vida diferente, a inmersiones en la lengua, a través de una vida cotidiana con una familia local y concurriendo a la escuela donde también el estudiante convive junto a sus pares locales, aprendiendo de esta manera a ser más tolerantes con sus pares y a compartir como embajador su propia cultura". Asimismo señaló que la conclusión de esta experiencia se traduce en el hecho de que "nada es mejor que otro, ni nadie es mejor que el otro, sólo somos diferentes y diversos. Cuando me refiero a ser ciudadanos del mundo, que la única y mejor cultura es aquella rescatada, que hace bien a la humanidad, y esto se aprende y se conoce a través de estas experiencias".