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Madera Microchip, invitación a un viaje electromístico

Martes, 08 de septiembre de 2015 01:30
<p>ENERGÍA VIVA. CATUPECU MACHU EN UNO DE LOS VIAJES CARGADOS DE MÚSICA ELECTROMÍSTICA.</p>

"Sin saber por qué, con sed sin razón y sin vergüenza, vuelve a florecer en un coro tu voz..." así empezaban con "El grito después", los Catupecu Machu. Y abrían las alas para volar en un viaje electromístico con rumbo incierto.

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"Sin saber por qué, con sed sin razón y sin vergüenza, vuelve a florecer en un coro tu voz..." así empezaban con "El grito después", los Catupecu Machu. Y abrían las alas para volar en un viaje electromístico con rumbo incierto.

En concierto. "Madera Microchip" es el espectáculo que Catupecu Machu continuará presentando hasta fin de año.

Casi como enlazando comienzos y finales, la música podía respirarse en un "Martín Fierro" expectante, ávido de "Madera Microchip". Y acaso era el extracto de una historia de veinte años que se viviría sin más, en una montaña rusa emocional piloteada con la maestría de pocos, a través de un Fernando Ruíz Díaz que invitó a todos a perderse con él, en el viaje.

Entonces las almas dispuestas a sentir, fueron iluminadas por luces azules que en el camino fueron cambiando de color, como las canciones mismas, como el arco iris sonoro que cuatro músicos crearon en un vivo inolvidable.

La noche comenzó a florecer con un "Ritual", coronado por guitarras y arreglos muy originales, que confluyeron en la música y fueron a ese lugar donde hay huella pero también donde no la hay; todo matizado por la voz privilegiada de un Ruíz Díaz cósmico que se elevó con el fuego hasta donde pudo y aún más.

La anécdota de Purmamarca fue una de las puertas que permitió el recuerdo/presente de un laberinto entre la Quebrada y aquél flash vivido en siete colores. Una experiencia de otro planeta para ellos que dieron una visión tatuada de lo que ocurrió, evocando la memoria colectiva.

Y entonces la voz de la banda dijo que aquél día se le grabó a fuego la foto cuando al bajar el sol, veían cómo iban cambiando los colores de los cerros, recordando el tiempo que se fue, sin dejar de sentirse agradecido.

Y así es como el espíritu trotamundos propio de la banda, los trajo nuevamente a esta tierra para ofrecer esos viajes a otras dimensiones sonoras que además de vivir alegrías, se hacen muy extremos por momentos y por otros, muy felices. "Quizás el viaje más extraño de nuestras vidas es encontrarnos esta música que va entre "Laberintos y dialectos" y que es así..." dijo en tono de presentación y voz alta para dar paso luego a otra obra; "Klimt... pintemos", con la que llegó hasta los huesos, en pinceladas delicadas con euforias escondidas entre luces amarillas y doradas. Escalando lo más alto, siguió la música sonando en el "Viaje del miedo" y la resurrección en medio del sueño, como un hito a alcanzar; se hizo emblema de composición muy aplaudida. Siguió el momento de la pieza escrita por Lisandro Aristimuño, "Para vestirte hoy", donde las conexiones fueron haciendo nuevos caminos para que la cosa fluya y la reversión del espectáculo fuera diversión, desestructurando misterios y enfocándose sólo en lo bueno. Luego, el canto llegó solo con una percusión inusual en destellos de espiritualidad en el "Mantra a Lila", interpretada con un hang, un antiguo instrumento devocional para elevarse espiritualmente. "Llegó a mis manos y lo agarré y dije: "qué vamos a hacer con este artefacto?' y entonces salió un regalo a mi hija, Lila, que vino hace dos años y medio". Entonces fue escucharla con los ojos cerrados y sentir su emoción latir. Otro viaje que mutó hacia lo inevitable y lo compartió sin más. Y "En los sueños" volver que sentir un espacio nuevo que aparecía a favor y en contra del viento, en contradicciones de sentimientos, entre estar feliz o con el alma rota. Así, como lo son las manifestaciones que tiene el universo para decirnos lo humanos que somos, se hicieron esas canciones que al fin y al cabo, fueron poesía hecha música lograda por Fernando y esos secuaces o personas simples y/o complicadas, con las que viajar parece placentero. Volvieron a aparecer en la guitarra Sebastián "Matador niño" Cáceres, Martín "Macabre" González quien hizo que los aparatos fueran sensibles y Agustín "El burro" Rocino, todas personas que desnudaron canciones para volverlas a vestir con otra ropa y lograr del todo, algo más surrealista. Emocional como pocas, la energía catupecumística se ofreció sobre la mesa como agua fresca, pero al mismo tiempo como raíz profunda, hasta estallar otra vez y florecer. Y acelerar. Y sacudir el alma para ser simplemente libres y estar "Entero o a pedazos". En lo alto, esperaba el "Cuadro dentro de cuadros" en un sitio inesperado, entonces el canto de todos rompió el cristal y se escuchó el relato de la infancia que atravesó el tiempo con una anécdota con Gabriel Ruíz Díaz, hermano de Fernando; y se escuchó "Across the universe" de The Beatles, en un fragmento de canción eterna, mucho antes de ir al "Plan b (anhelo de satisfacción)" y volver a mirarse. Los aplausos ya venían con más fuerza y la "Magia veneno" renacía de lo obscuro hacia la luz, en una fiesta reveladora de sentimientos/ pensamientos que crecieron en encanto y al final del recorrido, se escuchó decir: "Y lo que quiero es que pises sin el suelo", y la canción emblemática fue celebrada para subir mucho más alto e ir a allí, a lo mejor.