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Cuando la comunidad hace a una escuela y esa escuela es comunidad

Miércoles, 19 de octubre de 2016 01:30
<p>SANTUARIO DE TRES POZOS/ UNA VISTA DE LA LOCALIDAD UBICADA MUY CERCA DE LA RUTA 52, CAMINO A SUSQUES. (ÁLBUM DE FOTOS EN WWW.ELTRIBUNO.COM.AR)</p>

Cuando tenía 12 años, don Simeon Chaves ya venía al lugar con su padre y hermanos a pastar las llamas. “Nos hicimos mayores, nos casamos, algunos se fueron y yo me quedé, teníamos un puesto”, recuerda quien es reconocido como el fundador de Santuario de Tres Pozos.

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Cuando tenía 12 años, don Simeon Chaves ya venía al lugar con su padre y hermanos a pastar las llamas. “Nos hicimos mayores, nos casamos, algunos se fueron y yo me quedé, teníamos un puesto”, recuerda quien es reconocido como el fundador de Santuario de Tres Pozos.

Por entonces los Chaves vivían en Ojo de Agua, a unos pocos kilómetros de allí, y cuando Simeon decidió afincar su propia familia comenzó a gestarse el pueblo. Corría 1951.

Hoy Santuario de Tres Pozos es una localidad pujante. Está ubicada en el extremo sur del departamento Cochinoca, a pocos metros de la ruta 52, camino a Susques, pasando Salinas Grandes. Cualquiera imaginaría que se trata de un caserío disperso pero no, muy pocas localidades del norte de hasta 500 habitantes tienen sus calles tan bien trazadas y señalizadas, con la dirección y el nombre de cada una, con canastos para los residuos en las esquinas, escuela primaria y secundaria, una iglesia muy activa, un destacamento policial, la sala de primeros auxilios y un club. “Es gracioso, dicen que hay una calle con mi nombre y la plaza también” comenta Simeon quien en 1957 comenzó a construir la capilla con la ayuda de dos sobrinos.

Un cura de Abra Pampa vino poco después a bendecir el santuario y el cementerio, porque para entonces ya había tres fallecidos. En los años 70, viendo la cantidad de niños que había y que tenían que trasladarse hasta El Moreno, don Chaves empieza los trámites para una escuela. “Nos dijeron que tenían que ser por lo menos 20 y contando a todos los chicos de la zona eran 30”, recuerda.

En esa década también hubo un censo ganadero que obligó a don Simeon a darle un nombre preciso al lugar. Por entonces todos se referían a la zona como Tres Pozos, porque cerca de allí existían tres excavaciones de mensura. “Debe decirnos con precisión dónde pasta Ud. el ganado”, le pidió un censista y él respondió: “En Santuario de Tres Pozos”.


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La primera escuela

Con la presencia de un cura una vez al año y después para la fiesta patronal, la comunidad de Santuario de Tres Pozos empezó a tomar forma. Más aún cuando llegó la escuela (año 1981) que, durante los primeros siete años, funcionó en la casa de don Simeón Cháves. Todos los niños dejaron el internado semanal en El Moreno y la vida de las familias cambió. Siguieron pasando los años y los vecinos gestionaron otras instituciones, siempre poniendo por delante el esfuerzo propio para levantar paredes, colocar techos o trazar una plaza central.

Cuando se creó la comisión municipal de Barrancas (hoy Abdón Castro Tolay) el pueblo con su primer habitante pasó a pertenecer a esa jurisdicción.

El Colegio 50 cumplió cuatro años

El 1 de agosto de 2012 y luego de tres años de gestión por parte de los padres, la localidad logra una escuela de nivel medio: el Colegio Secundario Nº 50. El mismo está ubicado frente a la plaza y en el terreno que rodea la iglesia, una característica muy particular ya que en principio ese lugar era utilizado por la Prelatura de Humahuaca para un comedor. Las oficinas de dirección y preceptoría están a ambos lados de la iglesia. En el patio se levantan los mástiles donde flamean las banderas Nacional y de la Libertad Civil, y una campana, la antigua campana de la capilla, fue donada para anunciar los recreos.

Frente al colegio está la plaza, donde con gran esfuerzo varios olmos intentan crecer para brindar sombra.

Este año más de veinte alumnos, en su mayoría mujeres, integran la “promo 2016”. El Tribuno estuvo con ellos, en su aula, en la hora de Matemática, para felicitarlos y tomar una fotografía.

La carroza de pompones y cuadros tejidos con lana

Para el público que asistió a los desfiles de carroza en la Ciudad Cultural, o que siguió las alternativas de la FNE a través de los medios de comunicación, el carruaje del Colegio Secundario Nº 50 era conocido como “la carroza de los pompones”.

Esto se debe a que toda la falda estaba hecha de lana de oveja, teñida de múltiples colores y también lana tejida de llama. “Cuando pasamos frente al palco les dijimos que no éramos de Cochinoca pero parece que no nos escucharon mucho”, dijeron los carroceros. La localidad de Cochinoca está mucho más al norte, cerca de Abra Pampa.

Llegar desde Tres Pozos hasta el parque cerrado llevó toda una jornada. Los preparativos comenzaron a las 8 de la mañana embalando con plásticos cada parte de la carroza y al último subiendo el jarrón y el chasis a un carretón para luego atravesar las Salinas Grandes, en una altiplanicie a más de 3.400 metros de altura sobre el nivel del mar, y luego subir y bajar por las curvas de la Cuesta de Lipán para llegar a Purmamarca y de allí a la ciudad.

"El viento nos quería arrebatar las cosas -recuerda la directora- pero estaba todo bien atado con alambres y sogas y llegamos bien. Los chicos estuvieron en el Regimiento, bien atendidos, teníamos el almuerzo que nos daba el Ente y disfrutaron mucho. Los profesores nos turnamos para cuidarlos. Cuando dijeron que teníamos el tercer premio no lo podíamos creer”.

Producción de sal

En Santuario de Tres Pozos la mayoría de las familias vive de la sal. Algunos integran cooperativas de extracción, otros trabajan en la empresa que está a doce kilómetros y hay tres emprendimientos familiares para el envasado de sal fina común para la mesa.

La familia Sarapura gentilmente recibió a El Tribuno en el domicilio donde se empaqueta en bolsitas transparentes la sal que compramos en las despensas y en algunos supermercados.

Uno de sus emprendedores es el padre de Daiana Sarapura, la actual reina del Colegio. Él explicó cómo es el proceso para la preparación y el empaquetado de la sal que consumen miles de jujeños cada día.