Europa intentaba ayer por segunda vez aterrizar en Marte, una operación destinada a probar su capacidad de posar un aparato de manera segura en el planeta rojo, trece años después de las desventuras del pequeño Beagle 2.
En simultáneo, la sonda científica ruso-europea TGO, que el domingo se separó de su módulo de aterrizaje, comenzó a colocarse en órbita marciana, una operación delicada que necesita una gran precisión.
"De momento, todo se está desarrollando bien" para el módulo de aterrizaje y la sonda, indicó Michel Denis, director de operaciones de la misión ExoMars de la Agencia espacial europea (ESA).
La sonda y el módulo de aterrizaje "Schiaparelli" constituyen el primer episodio de ExoMars, una ambiciosa misión científica ruso-europea que se divide en dos tiempos (2016 y 2020) y apunta a buscar indicios de una vida actual y pasada en Marte.
TGO (Trace Gas Orbiter) deberá "olfatear" la atmósfera marciana para detectar rastros de gases como el metano, que podría indicar la presencia de una forma de vida actual en el planeta.
Esta es la segunda vez que Europa se lanza a la conquista de Marte. En 2003, la sonda europea Mars Express había largado el minimódulo Beagle 2, pero nunca dio señales de vida.

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