"Esta semana es muy importante. No abandonen las plazas, no se relajen", aseguró Erdogan en un discurso que fue interrumpido por gritos de sus simpatizantes que reclamaban: "Queremos ejecuciones".
"En las democracias, las demandas de la gente no pueden ser ignoradas. Las demandas son debatidas en las instituciones y haremos todo lo que sea necesario", les respondió el mandatario, que por primera vez desde el viernes se lo vio acompañados por los jefes de las tres Fuerzas Armadas.
Poco después el Ministerio de Justicia informó que ya detuvo a unas 6 mil personas, lo que se suma a los más de 2.700 jueces que fueron destituidos, presuntamente por vínculos con el golpe de Estado fallido.
"Dijimos que íbamos a entrar en sus cuevas. Ahora hemos entrado totalmente", sentenció Erdogan, aplaudido por su gente.
Según la última cifra oficial, al menos 265 personas murieron durante las caóticas y violentas horas del viernes a la noche y a lo largo de la madrugada del sábado, entre ellas 161 civiles y policías leales al gobierno y 104 golpistas.
Más temprano, el primer ministro turco y líder del partido islamista oficialista AKP, Binali Yildirim, ratificó en un mensaje televisado que el intento de golpe "fracasó" y "está 100% terminado".
"En las 81 provincias debemos mantener la vigilancia por nuestra democracia. Vida normal durante el día y vigilar la democracia y fiesta democrática por la noche", pidió Yildirim.
"La vida comercial y social ha vuelto a la normalidad. El sistema bancario funciona con normalidad, el banco central, todas las instituciones financieras funcionan sin restricciones", agregó.
Mientras el gobierno impulsaba ese complejo equilibrio entre un llamado a la vuelta a la normalidad y a la vigilia constante, el jefe del Estado Mayor de Turquía, Hulisi Akar, contó a la primera plana de la dirigencia política del país cómo fue detenido y mantenido como un rehén durante las doce horas que duró el levantamiento militar.