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Ahora... ¿"Poketarados"?

Domingo, 14 de agosto de 2016 01:30

Jujuy se integra a la globalización. Y en algunos casos de la peor manera. ¡Qué bueno cuando la web nos conecta con el mundo, nos abre el anchuroso campo de la investigación y el conocimiento! ¡Qué bueno cuando wikipedia nos resuelve en un click desde acceder a la biografía de Plutarco hasta reconocer los síntomas de la gripe A! Pero, como todas las cosas, la cibernética tiene su lado B.

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Jujuy se integra a la globalización. Y en algunos casos de la peor manera. ¡Qué bueno cuando la web nos conecta con el mundo, nos abre el anchuroso campo de la investigación y el conocimiento! ¡Qué bueno cuando wikipedia nos resuelve en un click desde acceder a la biografía de Plutarco hasta reconocer los síntomas de la gripe A! Pero, como todas las cosas, la cibernética tiene su lado B.

Ya lo vivimos con la innumerable cantidad de contactos extraños que terminan convertidos en deliverys que entregan a domicilio desde pizzas hasta alcohol y drogas, o unen parejas cuya suerte puede ser vivir felices hasta que la muerte los separe, o hasta sellar la infelicidad con una estafa colosal o la misma muerte. De todo esto, hay miles y miles de ejemplos. Los niños, y los adolescentes, suelen ser el blanco más fácil y obvio de los lados oscuros de tan alta tecnología. La pornografía infantil y el tráfico de órganos son seguramente el costado más siniestro.

Ante estos delitos la sociedad está en guardia. Pero ahora surgió otra variante que sin llegar a ser soporte para delinquir, está instalando una suerte de epidemia que se viraliza (nunca mejor usada esta palabra), y convierte a la gente en verdaderos idiotas. Es la manía del Pokemon Go, o el arte de esgrimir un celular o una tablet, y recorrer las ciudades buscando atrapar desde la pantalla los simpáticos bichos virtuales que viven entre nosotros sin que los podamos ver a simple vista.

Capturarlos, da puntos, eleva la capacidad del jugador, y aumenta su destreza con las máquinas. Para ello, hay sitios para entrenar, los "Pokemon gyms", los "pokespots", donde se encuentran accesorios para el juego aventura, como las "pokeballs".

Con esas herramientas, los que juegan, van en pos de capturar Pokemones, growlithes, voltoborts, nidorano o graciosísimos ratatas. El tema es que los jugadores, van mirando en sus pantallas escenarios reales donde se esconden los bichitos, y caminan, corren, se contorsionan, saltan, se agachan y trepan para conseguir su propósito. Y ocurre que superconcentrados en esa misión, paradójicamente, se desconectan de la realidad.

Desde su lanzamiento en el primer mundo, hace más de un mes, y su llegada a Argentina - ¡y a Jujuy, claro!- ya se conocen gran cantidad de accidentes bastante bobos, como choques contra paredes, tropezones, caídas y otros tan graves como el que cayó perdiendo todos sus dientes contra el cordón de una vereda, o uno que en el colmo de su búsqueda cruzó las vías persiguiendo un ratata y un tren se lo llevó puesto al otro mundo. En Jujuy se los puede ver en plaza Belgrano, la "peatonal", y el Parque San Martín, en sus simpáticos y majaderos safaris cibernéticos

Ahora aparecieron otras advertencias. ¡Como si hicieran falta!. Un especialista en juegos le dijo a las familias que deben cuidar donde están sus hijos adolescentes, los que obsesionados por encontrar y cazar un bicho virtual, se aíslan de su entorno real, y pueden llegar a transitar zonas inseguras y ser víctimas de perversos sexuales o malvivientes de todo tipo. Y aconseja que no puede haber chicos solos, buscando pokemones. Y uno se imagina de pronto niños y jóvenes corriendo detrás de un bicho invisible, rodeado de padres, hermanos mayores, tíos y abuelos. Una familia entera corriendo detrás un anillo de humo...

Estas cosas ya pasaron. Cuando se pusieron de moda los Monos Marinos, en realidad, artemias salinas, encantadores crustáceos de ojos saltones y mil patitas que se criaban en peceras y que chicos y grandes adoptaban como de la familia. Después llegaron las mascotas electrónicas "Tamagochis", un huevo de colores con un display donde se veían al "animalito". Se le podía dar de comer, curarlo de enfermedades, llevarlo al baño, etc. Todo hasta que el propietario se hartaba, se agotaban las pilas o el dueño se descuidaba. Y el Tamagochi moría. He visto a chicos y grandes llorar por el fallecimiento de la mascota electrónica. Como sea, creo que he visto mutar la hermosa capacidad de seres humanos de amar y cuidar a un verdadero animal, mascota sensible, compañero inteligente y cariñoso, hacia una suerte de moda de la dependencia de la estupidez.

Pero esto de ahora, los Pokemon Go, y todos sus personajes, capaces de distraer, aislar y desconectar de la realidad a los humanos hasta llevarlos a exponerse desde los riesgos más tontos, a la inseguridad física y anímica, y aún a la muerte, se me ocurre como la creación de una generación de "Poketarados". Esto lo máximo. O tal vez no. Tal vez sólo sean la antesala de un mundo poblado de zombies, como ya se ve en las películas y series de ficción, que también se viralizan con notable potencia.