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14 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Fieles llevaron imagen mariana a El Chorro

Domingo, 25 de septiembre de 2016 01:30
<div>PEREGRINACIÓN / FIELES ACOMPAÑARON LA PIEDRA EN LA QUE SE VE LA IMAGEN DE LA VIRGEN, HASTA EL LUGAR DE SU APARICION.</div><div><div><div><br></div>
TILCARA (Corresponsal). La cita fue ante el cementerio de Volcán, desde donde se veían los cerros de la otra banda cubiertos de nubes blancas. Dos meses atrás, casi a la misma hora de la tarde, Carmen Ayma vio la imagen mariana en la cara de una piedra, y la voz de Carlos Humacata gritó, sorprendido, que era la virgen. Celebrando el segundo mes que está con ellos, el último viernes convocaron a rezar en el sitio en que se les apareciera.
Carmen se mostró sorprendida de la gente que iba llegando, porque hay rostros desconocidos, cada cual con su pequeña o gran necesidad de fe, cada quien con la causa que lo llevó tras el rastro de estas dos piedras en las que, una sobre un fondo oscuro en el que parece estar el cielo nocturno y la otra mitad como si fuera el día, hay una imagen que pareciera ser la silueta de la advocación de Guadalupe subiendo por los cerros.
Una mitad, la más pesada y grande, la encontraron el 23 de julio pasado camino al Chorro, al otro día del aniversario de la aparición de la Virgen del Abra de Punta Corral, y la segunda, que es la parte complementaria de la misma piedra partida, tres días más tarde.
La que es más pequeña y liviana, acompañó esta primera caminata que nadie se anima aún a llamar procesión.
Hay cautela en los comentarios y hay emoción. La piedra, envuelta en un aguayo marrón claro, es alzada en brazos contra el vientre de los fieles por su peso, fieles que se van turnando para llevarla. Quienes se acercan, tocan la clara imagen natural y se persignan.
Se suceden los comentarios: alguien la ve embarazada y una muchacha confiesa que ese es su pedido. Otros callan sus motivos, otros dicen querer ser partícipes de una veneración que sienten ver nacer e imaginan cómo será con el tiempo.
Algunos llegan tarde y encienden sus velas, bajo algunas piedras, en esta banda del río, cuando los otros ya bajaron por un barranco abrupto cuyo sendero angosto está muy barroso por la lluvia, cruzaron el río tras descalzarse y arremangarse los pantalones, y emprendieron el ascenso por la playa, hoy seca, que en algunos meses será cubierta por las aguas que bajan del Chorro.
La madre de Carmen vive a medio cerro, alto con sus majadas y sus 81 años a cuestas, y a su casa se dirigían cuando vieron por primera vez la primera mitad de la piedra.
Este viernes, el destino fue el sitio de la aparición, cuya presencia tienen ya por milagrosa.
Es difícil entrar en la intimidad de cada uno, poder resumir sus intenciones, sus deseos, cuando el andar deja la sensación de alegría compartida mientras se va rezando el rosario.

"Que sea reconocida"
Habría que citar la cantidad de imágenes que en la región se manifiestan en piedras, desde aquella que en 1835 inició la veneración de Punta Corral, y que acaso se enraícen en una cultura milenaria que, antes de la evangelización y aún en nuestros días, tiene en algunas piedras la creencia de la mediación con lo sagrado. Alguien nos habla de alguna que se guarda en la intimidad de un hogar, otras originaron celebraciones que fueron creciendo y esta parece tener desde su inicio una intención peregrina, que lleva a Carmen y a Carlos donde la van requiriendo. El andar, tras el cementerio, recorre el camino de un montecito de espinos por el que se baja el primer barranco para dar, pronto, a la bajada más pronunciada y difícil hasta el lecho del río Grande, tras el que se retoma la subida camino al Chorro. Allí, Carmen y Carlos, ya no solos sino rodeados de aquellos que se van sumando desde distintas historias personales que se entrecruzan en torno al tramado de estas piedras, piensan acudir mes a mes mientras el agua les permita recorrer los caminos, peregrinar que se irá dificultando con la llegada de las lluvias hasta volverse imposible en el verano.
Con la espera de las lluvias, y acaso de los milagros, quienes las acompañan esperan que la iglesia católica reconozca la autenticidad de la aparición y les permita ingresarla al templo. Carmen, ya de regreso, comentó que entiende la precaución, pero quienes participan del andar saben que, más allá de lo que termine por decirse y decidirse, la fe ha hecho brotar una esperanza en torno a la imagen.
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TILCARA (Corresponsal). La cita fue ante el cementerio de Volcán, desde donde se veían los cerros de la otra banda cubiertos de nubes blancas. Dos meses atrás, casi a la misma hora de la tarde, Carmen Ayma vio la imagen mariana en la cara de una piedra, y la voz de Carlos Humacata gritó, sorprendido, que era la virgen. Celebrando el segundo mes que está con ellos, el último viernes convocaron a rezar en el sitio en que se les apareciera.
Carmen se mostró sorprendida de la gente que iba llegando, porque hay rostros desconocidos, cada cual con su pequeña o gran necesidad de fe, cada quien con la causa que lo llevó tras el rastro de estas dos piedras en las que, una sobre un fondo oscuro en el que parece estar el cielo nocturno y la otra mitad como si fuera el día, hay una imagen que pareciera ser la silueta de la advocación de Guadalupe subiendo por los cerros.
Una mitad, la más pesada y grande, la encontraron el 23 de julio pasado camino al Chorro, al otro día del aniversario de la aparición de la Virgen del Abra de Punta Corral, y la segunda, que es la parte complementaria de la misma piedra partida, tres días más tarde.
La que es más pequeña y liviana, acompañó esta primera caminata que nadie se anima aún a llamar procesión.
Hay cautela en los comentarios y hay emoción. La piedra, envuelta en un aguayo marrón claro, es alzada en brazos contra el vientre de los fieles por su peso, fieles que se van turnando para llevarla. Quienes se acercan, tocan la clara imagen natural y se persignan.
Se suceden los comentarios: alguien la ve embarazada y una muchacha confiesa que ese es su pedido. Otros callan sus motivos, otros dicen querer ser partícipes de una veneración que sienten ver nacer e imaginan cómo será con el tiempo.
Algunos llegan tarde y encienden sus velas, bajo algunas piedras, en esta banda del río, cuando los otros ya bajaron por un barranco abrupto cuyo sendero angosto está muy barroso por la lluvia, cruzaron el río tras descalzarse y arremangarse los pantalones, y emprendieron el ascenso por la playa, hoy seca, que en algunos meses será cubierta por las aguas que bajan del Chorro.
La madre de Carmen vive a medio cerro, alto con sus majadas y sus 81 años a cuestas, y a su casa se dirigían cuando vieron por primera vez la primera mitad de la piedra.
Este viernes, el destino fue el sitio de la aparición, cuya presencia tienen ya por milagrosa.
Es difícil entrar en la intimidad de cada uno, poder resumir sus intenciones, sus deseos, cuando el andar deja la sensación de alegría compartida mientras se va rezando el rosario.

"Que sea reconocida"
Habría que citar la cantidad de imágenes que en la región se manifiestan en piedras, desde aquella que en 1835 inició la veneración de Punta Corral, y que acaso se enraícen en una cultura milenaria que, antes de la evangelización y aún en nuestros días, tiene en algunas piedras la creencia de la mediación con lo sagrado. Alguien nos habla de alguna que se guarda en la intimidad de un hogar, otras originaron celebraciones que fueron creciendo y esta parece tener desde su inicio una intención peregrina, que lleva a Carmen y a Carlos donde la van requiriendo. El andar, tras el cementerio, recorre el camino de un montecito de espinos por el que se baja el primer barranco para dar, pronto, a la bajada más pronunciada y difícil hasta el lecho del río Grande, tras el que se retoma la subida camino al Chorro. Allí, Carmen y Carlos, ya no solos sino rodeados de aquellos que se van sumando desde distintas historias personales que se entrecruzan en torno al tramado de estas piedras, piensan acudir mes a mes mientras el agua les permita recorrer los caminos, peregrinar que se irá dificultando con la llegada de las lluvias hasta volverse imposible en el verano.
Con la espera de las lluvias, y acaso de los milagros, quienes las acompañan esperan que la iglesia católica reconozca la autenticidad de la aparición y les permita ingresarla al templo. Carmen, ya de regreso, comentó que entiende la precaución, pero quienes participan del andar saben que, más allá de lo que termine por decirse y decidirse, la fe ha hecho brotar una esperanza en torno a la imagen.

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