La pingüinera de Punta Tombo, al sur de la ciudad de Puerto Madryn, alberga el 20% del total de los ejemplares magallánicos, y llegan a formar cerca de 200.000 parejas, a las que se suman los juveniles y las crías, que son dos por pareja, detallaron los especialistas que se encuentran en el lugar y que con mucha amabilidad explican el fenómeno a los turistas que se acercan.
Pablo García Borboroglu, presidente de la Global Penguin Society, explicó que "hasta que no se eliminaron por la ganadería los posibles depredadores de los pinginos, como los zorros y los pumas, estas aves no dejaron las islas en las que vivían antes de venir a la costa continental", a principios del siglo XX.
Además de Punta Tombo, Chubut cuenta con otras dos importantes reservas pingineras: Cabo dos Bahías -que alberga casi un tercio de los que hay en Punta Tombo-, y Caleta Valdes, en la península homónima, lugares donde es un espectáculo en sí mismo observarlos ingresar al mar para alimentarse.
A los visitantes se les recomienda acercarse a lugares cercanos al mar donde los pinginos empiezan a cavar sus nidos desde la costa, o bien seguir el trayecto que hacen -siempre caminando sobre las pasarelas para no afectar su hábitat- tierra adentro para ser testigos de como estas aves alimentan a sus crías.
La guía del Ministerio de Turismo de Chubut, Paula Ortega, detalló que "los adultos alimentan a sus crías por regurgitación, de manera que toman la comida, la mastican, y luego la entregan a los polluelos en sus picos, con mucho cuidado, ya que si el alimento cae al piso, se pierde" y eso reduce los nutrientes que pueden recibir.
Desde mediados de septiembre, como anuncio de la llegada de la primavera, los machos regresan a los lugares donde el año anterior hicieron sus nidos, o recuperan sus espacios o construyen nuevos en suelos no muy duros para poder cavarlos, y allí esperan la llegada de las hembras a las que llaman con graznidos para formar pareja.
Ese sonido típico de la época primaveral en la pinginera se repite cuando la hembra se aleja del nido, donde los dos miembros de la pareja van a empollar el huevo para mantenerlo siempre caliente hasta que las crían comiencen a nacer a fines de octubre. La nueva generación será alimentada hasta febrero o marzo cuando se irán al mar seguidos de los adultos, y se dirigirán hacia los mares de Brasil, donde no hay señalado un lugar específico donde se radiquen durante el otro y el invierno.
La presencia de pinginos, lobos de mar y elefantes marinos, además de las famosas ballenas, han convertido a la provincia de Chubut en una zona turística por excelencia, donde también se puede encontrar una variada lista de otras especies, como el Delfín Patagónico, la Tonina Overa, y las orcas, entre otras.
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La pingüinera de Punta Tombo, al sur de la ciudad de Puerto Madryn, alberga el 20% del total de los ejemplares magallánicos, y llegan a formar cerca de 200.000 parejas, a las que se suman los juveniles y las crías, que son dos por pareja, detallaron los especialistas que se encuentran en el lugar y que con mucha amabilidad explican el fenómeno a los turistas que se acercan.
Pablo García Borboroglu, presidente de la Global Penguin Society, explicó que "hasta que no se eliminaron por la ganadería los posibles depredadores de los pinginos, como los zorros y los pumas, estas aves no dejaron las islas en las que vivían antes de venir a la costa continental", a principios del siglo XX.
Además de Punta Tombo, Chubut cuenta con otras dos importantes reservas pingineras: Cabo dos Bahías -que alberga casi un tercio de los que hay en Punta Tombo-, y Caleta Valdes, en la península homónima, lugares donde es un espectáculo en sí mismo observarlos ingresar al mar para alimentarse.
A los visitantes se les recomienda acercarse a lugares cercanos al mar donde los pinginos empiezan a cavar sus nidos desde la costa, o bien seguir el trayecto que hacen -siempre caminando sobre las pasarelas para no afectar su hábitat- tierra adentro para ser testigos de como estas aves alimentan a sus crías.
La guía del Ministerio de Turismo de Chubut, Paula Ortega, detalló que "los adultos alimentan a sus crías por regurgitación, de manera que toman la comida, la mastican, y luego la entregan a los polluelos en sus picos, con mucho cuidado, ya que si el alimento cae al piso, se pierde" y eso reduce los nutrientes que pueden recibir.
Desde mediados de septiembre, como anuncio de la llegada de la primavera, los machos regresan a los lugares donde el año anterior hicieron sus nidos, o recuperan sus espacios o construyen nuevos en suelos no muy duros para poder cavarlos, y allí esperan la llegada de las hembras a las que llaman con graznidos para formar pareja.
Ese sonido típico de la época primaveral en la pinginera se repite cuando la hembra se aleja del nido, donde los dos miembros de la pareja van a empollar el huevo para mantenerlo siempre caliente hasta que las crían comiencen a nacer a fines de octubre. La nueva generación será alimentada hasta febrero o marzo cuando se irán al mar seguidos de los adultos, y se dirigirán hacia los mares de Brasil, donde no hay señalado un lugar específico donde se radiquen durante el otro y el invierno.
La presencia de pinginos, lobos de mar y elefantes marinos, además de las famosas ballenas, han convertido a la provincia de Chubut en una zona turística por excelencia, donde también se puede encontrar una variada lista de otras especies, como el Delfín Patagónico, la Tonina Overa, y las orcas, entre otras.