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Imposibles efectos neutros del “histórico pacto”

Domingo, 19 de noviembre de 2017 21:06
GOBERNADOR MORALES. ¿efectos neutros?
WALTER BARRIONUEVO. Fuera Freiler
MONSEÑOR FERNÁNDEZ. La voz moderada

Parecemos condenados a repetirnos. Desde el retorno de la democracia, (y seguramente antes también ocurrió), desarrollar un ajuste fiscal exitoso fue para todos los gobiernos, un objetivo tan caro como la búsqueda de El Dorado, mítico lugar donde se construían casas de oro y las calles se pavimentaban con el preciado metal, que era tan abundante que ni se lo tenía en valor y hasta se lo despreciaba. Importantes expediciones y fabulosos conquistadores perdieron la vida en esa búsqueda, no alcanzando jamás el privilegio de nadar en la abundancia y la felicidad. Los gobiernos, igualmente, también fracasaron siempre en el encuentro con ese equilibrio mágico y de supuesta perenne bienaventuranza. En este caso, menos mítico o romántico será porque la política finalmente siempre cede a las presiones o a las cíclicas urgencias electorales, o porque ya está instalado en la personalidad de los argentinos el gen que rechaza los esfuerzos compartidos. Ahora, la nueva propuesta llega de la mano del PRO. Igual que siempre, el acuerdo entre el gobierno nacional y las provincias, se presentó como un “hecho histórico”, casi como un elixir maravilloso para curar tanto desencuentro económico financiero generado por la famosa “frazada corta”. Ya lo había intentado Raúl Alfonsín en 1984 con el Plan Austral de su ministro Bernardo Grinspun,  y cuando se agotó ese plan que ahogó a las provincias, atacó con el sucedáneo Plan Primavera, del entonces Ministro Juan Vital Sourrouille, de similares características. Todos se encaminaban a controlar el gasto de las provincias, y frenar la angurria de los oligopolios y monopolios. Pero sólo se ponía en práctica la primera parte. Luego Carlos Menem, con Domingo Cavallo como protagonista, piloteó la hiperinflación heredada, desplomó el austral, repuso al peso, con el plan de convertibilidad. Pero terminó creando una ficción económica en la que nuestra moneda era equivalente al dólar, y como toda ficción estalló por los aires. Después Fernando de la Rúa en la breve gestión de su ministro José Luis Machinea y mucho más intensamente en el período de Ricardo López Murphy, avanzó con los recortes a jubilados, a las áreas de educación, justicia, salud, y por supuesto, recortes muy significativos a las provincias. Tan grande fue la arremetida de shock del gobierno como la reacción social y el “bulldog” fue eyectado de su cargo, a quince días de asumir. Tras los saltos de la historia, Eduardo Duhalde, llegó con el prolijo ministro de economía Jorge Remes Lenicov. Logró dominar la inflación otra vez disparada y la súper crisis. Salió de la agotada convertibilidad, pero cayó invariablemente en las recetas del Fondo Monetario Internacional, principal enemigo de las provincias argentinas, a las que siempre las pone como responsables de cada descalabro fiscal existente. Caído Remes, tras mucho trabajo sucio realizado, llegó Roberto Lavagna y por primera vez un ministro se ponía del lado de las Provincias. No aceptaba que fueran las culpables del desastre, operó con los bancos, con el FMI, desarmó el “corralito” y el “corralón” y fue el ministro de la recuperación y los acuerdos. Y luego de tantos saltos al vacío, desequilibrios y desencuentros, y ensayos –que de tan parecidos eran casi iguales- (relatados con un facilismo veloz que el amable lector sabrá perdonar), la historia argentina desembocó en el kirchnerismo.

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Parecemos condenados a repetirnos. Desde el retorno de la democracia, (y seguramente antes también ocurrió), desarrollar un ajuste fiscal exitoso fue para todos los gobiernos, un objetivo tan caro como la búsqueda de El Dorado, mítico lugar donde se construían casas de oro y las calles se pavimentaban con el preciado metal, que era tan abundante que ni se lo tenía en valor y hasta se lo despreciaba. Importantes expediciones y fabulosos conquistadores perdieron la vida en esa búsqueda, no alcanzando jamás el privilegio de nadar en la abundancia y la felicidad. Los gobiernos, igualmente, también fracasaron siempre en el encuentro con ese equilibrio mágico y de supuesta perenne bienaventuranza. En este caso, menos mítico o romántico será porque la política finalmente siempre cede a las presiones o a las cíclicas urgencias electorales, o porque ya está instalado en la personalidad de los argentinos el gen que rechaza los esfuerzos compartidos. Ahora, la nueva propuesta llega de la mano del PRO. Igual que siempre, el acuerdo entre el gobierno nacional y las provincias, se presentó como un “hecho histórico”, casi como un elixir maravilloso para curar tanto desencuentro económico financiero generado por la famosa “frazada corta”. Ya lo había intentado Raúl Alfonsín en 1984 con el Plan Austral de su ministro Bernardo Grinspun,  y cuando se agotó ese plan que ahogó a las provincias, atacó con el sucedáneo Plan Primavera, del entonces Ministro Juan Vital Sourrouille, de similares características. Todos se encaminaban a controlar el gasto de las provincias, y frenar la angurria de los oligopolios y monopolios. Pero sólo se ponía en práctica la primera parte. Luego Carlos Menem, con Domingo Cavallo como protagonista, piloteó la hiperinflación heredada, desplomó el austral, repuso al peso, con el plan de convertibilidad. Pero terminó creando una ficción económica en la que nuestra moneda era equivalente al dólar, y como toda ficción estalló por los aires. Después Fernando de la Rúa en la breve gestión de su ministro José Luis Machinea y mucho más intensamente en el período de Ricardo López Murphy, avanzó con los recortes a jubilados, a las áreas de educación, justicia, salud, y por supuesto, recortes muy significativos a las provincias. Tan grande fue la arremetida de shock del gobierno como la reacción social y el “bulldog” fue eyectado de su cargo, a quince días de asumir. Tras los saltos de la historia, Eduardo Duhalde, llegó con el prolijo ministro de economía Jorge Remes Lenicov. Logró dominar la inflación otra vez disparada y la súper crisis. Salió de la agotada convertibilidad, pero cayó invariablemente en las recetas del Fondo Monetario Internacional, principal enemigo de las provincias argentinas, a las que siempre las pone como responsables de cada descalabro fiscal existente. Caído Remes, tras mucho trabajo sucio realizado, llegó Roberto Lavagna y por primera vez un ministro se ponía del lado de las Provincias. No aceptaba que fueran las culpables del desastre, operó con los bancos, con el FMI, desarmó el “corralito” y el “corralón” y fue el ministro de la recuperación y los acuerdos. Y luego de tantos saltos al vacío, desequilibrios y desencuentros, y ensayos –que de tan parecidos eran casi iguales- (relatados con un facilismo veloz que el amable lector sabrá perdonar), la historia argentina desembocó en el kirchnerismo.

 

“Los pactos K”

         Con Néstor Kirchner como presidente y real ministro de economía, resurgió el enfrentamiento con el Fondo Monetario, las mieles setentistas edulcoraban Argentina, y mientras se construía un polo de poder político fenomenal, nuevamente, el gasto del estado y el de las provincias, perdió prudencia y cuidado. NK desató un festival de subsidios que montó otra ficción económica, y su viuda CEFK la exacerbó durante dos mandatos, hasta que la Argentina bravucona y con aliados impresentables se aisló del resto del mundo económico y financiero, al que prácticamente despreciaba. Las provincias, marcharon al mismo ritmo. Obligadas a depender cada vez más de un gobierno central definitivamente no federal, debieron inscribirse en pactos fiscales de distinto tipo para sobrevivir con deudas absolutamente inmanejables. Sólo por citar uno de los últimos, ocurrió cuando en postrimerías de enero del 2015, la Casa Rosada obligó a los gobernadores a suscribir un pacto mediante el cual, se integraban a un hueco y altisonante “Programa Federal del Bicentenario para el Desendeudamiento” que cada tres meses se debía renovar. No iban a llegar más fondos, sino simplemente se pateaba la pelota hacia adelante, prorrogando los vencimientos de deuda, y colocando al cuello de las provincias, un nudo corredizo que terminaría acrecentando su sometimiento o ahorcándolas irremediablemente. Cada 90 días, el gobernador debía reiterar el compromiso de obediencia, mostrando que cumplía con ciertas obligaciones como atender la productividad local, mejorar la recaudación fiscal, acompañar la transformación del servicio de educación y salud, y garantizar una profundización de transparencia institucional en toda la provincia. Se criticaba en ese momento en Jujuy: “Es que Eduardo actúa como un soldado de Cristina”, pero el gobernador sabía dónde le ajustaba el zapato, debía pagar los sueldos, hacer funcionar el estado aunque fuese a marcha lenta, y paralelamente soportar el idilio de la Presidencia con la organización Tupac Amaru. Y así marchaban todos, ciegos a la debacle que se cernía sobre sus últimos meses en el poder. Y llegó Cambiemos.

 

El pacto actual

    Y ahora se acaba de alcanzar otro “acuerdo histórico”, otro pacto fiscal. Lo bueno es que fue posible, que los gobiernos establecieron un tiempo de madurez para acordar. Este pacto, es celebrado como panacea universal, no sin antes aclarar que habrá que atravesar zonas de  sacrificio, que según el presidente Macri, no castigarán ni el bolsillo ni del lomo de la gente, y que según el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, no representará una pérdida para Jujuy. ¿Será neutro?  De todos modos, no será el GM el responsable directo de los aumentos de energía eléctrica, de gas, de transportes de larga, media y corta distancia, de prepagas de salud, de los servicios de telefonía, etc, etc, etc. Pero entonces, honestamente, vale la pregunta: ¿si para la provincia como institución el acuerdo sería neutro en las finanzas, y si la gente, el pueblo o la ciudadanía (vulgo: los aportantes) no se verán afectados, y si como se advierte, la mayoría de las medidas apuntan a beneficiar y descomprimir la situación de las grandes empresas y de los formadores de precios, la “frazada corta” a quién dejará con los pies a la intemperie? Hasta que las grandes inversiones finalmente lleguen, y mejoren la situación, alguien, se morirá de frío. Por lo pronto, en la Nación se acordó una reforma laboral y previsional con la conducción tripartita de la CGT, pero las CTA y los gremios más poderosos rechazaron el arreglo. En lo que a Jujuy toca, el GM ¿podrá hacer entender a los actores del sector privado que la merma de la presión fiscal es una parte del juego de ida y vuelta donde la otra parte la ponen ellos?; y deberá contener a los gremios estatales, casi todos ya en estado de alerta. Comenzaría por hacerles comprender que parte del juego de la perinola del que hablamos en otra de estas columnas, es acatar cuando dice “todos ponen”, y comenzará por resignar el bono de fin de año, que si bien se instrumentó en su origen “por única vez”, como siempre ocurre se hizo costumbre y obligación. Deberá el gobernador tratar de mostrar que su par de la Provincia de Buenos Aires Eugenia Vidal, no es la única gran ganadora del acuerdo, y que Jujuy, con su deuda judicializada y su economía con un hueco mensual de más de 350 millones, zafará recibiendo la compensación del nuevo bono nacional con que el gobierno federal se comprometió a moderar los malos ratos por venir. Salvando las distancias obvias y abrumadoras, hoy “Gerardo es un soldado de Mauricio”, y aunque en escenario diferente, entró a la provincia de Jujuy y su situación delicada, en este nuevo “histórico acuerdo”, tras el que ya tendrá que ir dejando atrás la tesis de la herencia recibida, lo mismo, exactamente lo mismo que el gobierno nacional. El GM también deberá bregar por compensar las deudas provinciales con la nación, y replicar el “histórico pacto” con cada municipio jujeño, que tal vez  no sea difícil de concretar, pero que si después se cumple, alcanzaría la categoría de milagro.

 

Sintetizando…

          En síntesis: la historia reciente nos muestra datos incontrastables: 1) Seguimos en un país federal en la letra de la Constitución y unitario en la práctica y en el origen de las decisiones, 2) que los gobiernos socialdemócratas, radicales izquierdosos, peronistas neoliberales, radicales de derecha, peronistas moderados, peronistas de izquierda y cristinistas, siempre  exprimieron a lo mejor y más eficaz reaseguro de la sociedad Argentina: la numerosa, apasionada y esquilmada clase media. Hubo tiempos extremos en los que las franjas del cuerpo social nacional más favorecidas -y utilizadas- , fueron las que van desde los indigentes a los piqueteros con sus respectivas dirigencias de muy buen vivir, confiando en que la movilidad social ascendería a todos a un país con igualdad de oportunidades. En otras épocas, las políticas se orientaron a favorecer a los grandes empresarios y a los formadores de precios, confiando en que la bonanza de los de más arriba y los de muy arriba,  terminaría derramándose sobre todos los de abajo. En ambos casos, los fracasos fueron estrepitosos. 3) Con nuevos nombres y otro arco político, hoy aparentemente estamos entrando a otro ciclo de estos últimos. Y aunque todo argentino bien nacido, espera que esta vez, el éxito corone la empresa, hay sin embargo, una diferencia clave: el oficialismo no tiene el control, el muro de contención de una oposición política ordenada, fuerte y coherente. Ese rol, quedará en manos del sindicalismo “duro” y de la izquierda más recalcitrante. Y eso, ya sabemos, puede ser explosivo.

 

Hablando de la “opo”

          La oposición nacional fue devastada por el cristinismo. El peronismo sobreviviente prácticamente está ejerciendo un canibalismo doloroso sobre su propia osamenta. Los militantes de Unidad Ciudadana el nuevo nombre del cristinismo, La Cámpora y asociados, no se cansan de recibir malas noticias desde la Justicia y la política. Hasta la historia de Fútbol para todos hoy le revienta en la cara. Y algunos de sus más conspicuos referentes, haciendo gala de una lastimosa incontinencia epistolar cruzan cartas de horrible mal gusto y obvia exposición de desengaños y acusaciones. Fue patética la celebración del Día de la Militancia: una cincuentena de dirigentes apostados en las puertas de las cárceles federales, reivindicando a sus presos como perseguidos políticos, sin animarse siquiera a afirmar que son inocentes de todo lo que se los acusa. Hasta el juez militante de Justicia Legítima Eduardo Freiler fue echado de su cargo por mal desempeño y enriquecimiento ilícito. En el Consejo de la Magistratura, seis votos contra uno terminaron la carrera del camarista, entre ellos los de los senadores jujeños Silvia Giacoppo y Walter Barrionuevo. El único a favor, fue, obviamente el de la legisladora Diana Conti. Con mejores noticias, en Jujuy se oficializó la lista de unidad del PJ; encabezada por el diputado y presidente segundo de la Legislatura Rubén Rivarola, cuya proclamación se realizará en pocos días. Más allá de la satisfacción, sabe RR que comienza una tarea titánica, donde la paciencia y la tolerancia serán las claves para poder escuchar en todas direcciones y dar pasos seguros y firmes. Porque a pesar de esta saliendo de un tembladeral, no hay dirigente peronista que con irresponsabilidad y precipitación, no esté pensando ya en las candidaturas del 2019, aunque lo nieguen frente a los micrófonos y las cámaras. RR también deberá ensamblar el diálogo imprescindible con el gobierno y el partido gobernante, y con instituciones empresarias, sindicales, culturales, y naturalmente, con las iglesias, especialmente, con la Iglesia Católica. Cabe recordar que el Obispo Diocesano monseñor César Daniel Fernández, integra la conducción de la nueva Conferencia Episcopal Argentina, entidad que por el lógico ejercicio de la Doctrina Social y su identificación cada vez más sólida  con el pensamiento de Francisco, estará llamada a ser una voz mediadora y pacificadora, y obviamente, defensora de los sectores más vulnerables de la sociedad. El PJ jujeño, deberá fijarse prioridades, y seguramente ninguna de ellas, será el apresuramiento o el atolondramiento.

 

Cierre mirando al sur

             El último párrafo, obviamente, casi tiene el objetivo de sumarse a una cadena de oración por la suerte del submarino ARA San Juan, las cuarenta y cuatro personas que lo tripulan y especialmente, los comprovincianos, Franco Espinoza, René Vilte, Hugo Herrera, Dante Aramayo, Mario Toconás, Leandro Cisneros, Jorge Mealla y Aníbal Tolaba. Los jujeños somos habitantes de los valles, la cordillera, la puna y las yungas. No tenemos ni familiaridad ni conocimientos acerca de los tormentosos desafíos, las profundidades abisales, y las inmensidades colosales del océano. Pero podemos comprender y compartir el incondicional amor por la Patria que ese infinito universo azul y blanco de agua y cielo despierta en el alma de los marinos que lo patrullan y lo cuidan. Con ellos, nuestros corazones, nuestra esperanza y siempre nuestra gratitud.

 

 

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