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Las ofrendas para las “almitas”, una tradición que se mantiene

Sabado, 04 de noviembre de 2017 15:49

El jueves, en el día de los fieles difuntos, llegaron las “almitas” a visitar por unas horas a sus seres queridos que los esperaron con las ofrendas de pan y con las comidas, bebidas, frutas y cosas que más les gustaban en vida manteniendo así la tradición que además se transmite de generación y generación.

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El jueves, en el día de los fieles difuntos, llegaron las “almitas” a visitar por unas horas a sus seres queridos que los esperaron con las ofrendas de pan y con las comidas, bebidas, frutas y cosas que más les gustaban en vida manteniendo así la tradición que además se transmite de generación y generación.

Este es el caso de la familia Tolaba, que con muchos días de antelación empezó a preparar las ofrendas para esperar el alma de Andrea Tolaba, una joven purmamarqueña que falleció hace un año.

Durante varios días familiares, amigos y vecinos se reunieron en la casa ubicada en la avenida San Martín para ayudar a amasar y hacer el pan que todos llaman ofrendas y que se las prepara en formas de palomas y otros animales como caballos, quirquinchos, flores, escaleras, en forma de cruz, sol, luna, estrellas y también el nombre de la persona que se recuerda y un rosario.

Todo ello acompañado de golosinas, bebidas, masitas dulces, coca, cigarrillo y las cosas que más le gustaba al ser querido difunto se puso en una mesa en la jornada del miércoles con una tela negra que simboliza el luto, en el techo también se colocó una tela de color celeste con estrellas y una luna de cartón que representa el reino celestial.

Durante esa noche todos los presentes rezaron y elevaron cánticos hasta la madrugada, en horas de la mañana del jueves, que fue un día de asueto en la provincia, se retiraron a la celebración de la santa misa en el cementerio del pueblo y luego retornaron a casa para levantar las ofrendas.

Al mediodía se ofrecieron las últimas oraciones y luego de almorzar un delicioso asado fue el momento en que se cerraron las puertas de la casa en señal de respeto al momento en que se levanta el luto.

El Tribuno de Jujuy participó de esta arraigada tradición mezclada con momentos “ceremoniales” que hacia el final se conjugan con momentos de risas y costumbres que se van plasmando en los niños y jóvenes.

La familia se encargó primero de designar ayudantes y una persona encargada de todo el proceso de levantar la mesa, por lo general se trata de una persona mayor que va enseñando a los demás cómo hacer todo con mucho respeto.

Primero, saludaron a Andrea (el ser querido difunto), le pidieron permiso, bendijeron la mesa con agua bendita y así empezaron a levantar las velas, las flores y las bebidas, separándolas para llevar al cementerio después.

Las ofrendas en gran cantidad colocadas una arriba de la otra en forma de cruz esperaron por su turno, es que antes se sacaron todas las golosinas, frutas y las masitas dulces, todo en gran cantidad.

Se colocó todo en cajas y en bandejas al costado separándolos por “rubro”, los familiares más cercanos no participan de este momento sino que esperan al igual que otros invitados. Mientras tanto en el patio de la casa los presentes prepararon sus bolsitas para recibir las ofrendas, todos llevan hasta dos o tres, una para el pan, otra para las cosas dulces y otra para la fruta.

Una vez que los ayudantes terminaron de levantar la mesa salieron entonces a repartir a cada uno de los que esperaban sentados uno al lado del otro, quienes no pueden cambiar de lugar ni retirarse antes.

Los niños entusiasmados esperaron por las golosinas, que se repartieron al último porque primero se dieron las ofrendas a cada uno por igual hasta terminar todo. Ya eran casi las 17 cuando se había dado y compartido cada cosa preparada para Andrea.

Pero la tradición no terminó allí, fue en ese momento cuando el encargado de la ceremonia empezó a preguntar quién tenía “guaguas” para bautizar, y con ello se refería a muñecos de pan, que también se hacen varios con el fin de darle simbólicamente el sacramento mencionado.

De todos los presentes se eligieron dos personas que hicieron de “sacerdote y monaguillo”, en apenas unos minutos los vistieron con atuendos como manteles y telas para simular ser padres. Luego prepararon una mesa como un altar y hasta colocaron sahumerios, flores y velas.

Mientras tanto, aquellas personas a las que les tocó el pan en forma de niña o niño buscaron una madrina o padrino para el bautizo y se colocaron en fila para la ceremonia. Fueron pasando de a uno, el padre leyó el nombre del bebé y de los padres, que suelen ser graciosos, y de allí los bautiza y declara compadres y comadres a las personas involucradas.

Si bien es un momento de chistes y risas, luego se toma como algo serio para los que participaron, es que desde ahí en adelante se saludan como verdaderos compadres y comadres. Una vez que esta tradición terminó todos se retiraron al cementerio poco después de las 19.30 a dejar a la tumba de Andrea las cosas que fueron separadas, rezaron y cantaron para esta almita que los visitó en el día de los fieles difuntos y que además comió y bebió todo en la mesa de ofrendas que prepararon para ella, tal como sucedió en otras casas del pueblo.

 

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