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16 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Vejez y felicidad

Domingo, 19 de febrero de 2017 20:08

“Es una viejita excepcional. Tantos años, y se la ve tan feliz. Tiene juventud en el alma!”. “¡A pesar de mis setenta y cinco, me siento joven, porque soy feliz!”. 

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“Es una viejita excepcional. Tantos años, y se la ve tan feliz. Tiene juventud en el alma!”. “¡A pesar de mis setenta y cinco, me siento joven, porque soy feliz!”. 

Estas son apenas dos ideas entre muchas otras. Suenan bien, pero expresan distorsión en las ideas. La distorsión consiste en asociar felicidad con juventud, mientras la tristeza aparece más ligada a la vejez; como si lo normal fuera que los jóvenes sean felices y los viejos tristes. Supongo que, estadísticamente hablando, hay más jóvenes felices que viejos felices; pero eso no significa necesariamente que la felicidad sea un estado exclusivo de la juventud. De hecho la experiencia cotidiana muestra a muchísimos jóvenes infelices y a muchísimos viejos felices. Quizá tengamos que repensar nuestra manera de ver las cosas y ayudar a los ancianos a descubrir que la felicidad no es un “resabio de juventud” en ellos sino algo que corresponde con igual derecho a la vejez.

Depende, eso sí, de cómo se la vive. Porque hay ancianos que no pueden ser felices por demasiadas carencias y los hay otros que no lo son simplemente porque no hacen nada para serlo. He visto viejitos felices en clubes de abuelos, en parroquias, en comisiones de barrios, reunidos con amigos, jugando con los nietos, dando una mano al vecino... ¡Hay tantos campos de acción en que la persona mayor puede encauzar sus energías! Alguien dijo alguna vez: ‘nadie envejece por el mero hecho de vivir un cierto número de años. Se envejece por el abandono de los ideales. Los años arrugan la piel, pero la pérdida del entusiasmo marchita el alma. Los verdaderos largos años que inclinan la cabeza y deprimen el espíritu son las preocupaciones, la duda, la desconfianza en sí mismo, el temor, la desesperación”.

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