El fundador de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, afrontó ayer con deteriorado estado de salud el inicio del juicio que se le sigue junto a otros 11 exlíderes de esa organización maoísta, por el sangriento atentado cometido en la calle Tarata de Lima, en 1992, que causó 25 muertes.
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El fundador de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, afrontó ayer con deteriorado estado de salud el inicio del juicio que se le sigue junto a otros 11 exlíderes de esa organización maoísta, por el sangriento atentado cometido en la calle Tarata de Lima, en 1992, que causó 25 muertes.
Guzmán, de 82 años y visiblemente demacrado, se sentó junto a sus compañeros, entre ellos su mujer Elena Yparraguirre, en el juicio oral dirigido por la Sala Penal Nacional en la base naval de Callao, donde cumple cadena perpetua desde 1992 por otros actos de terrorismo.
En sus únicas palabras ante el tribunal, Guzmán dijo “hoy he venido simplemente para decirle a la sala por qué no he venido antes. Hice un esfuerzo para venir. Lo que pido es que un médico me vea, y que yo pueda solventarlo, porque no confío en otro”, manifestó.
Ante esta situación, la Justicia peruana autorizó ayer la visita de un geriatra en su prisión.
Su mal estado de salud obligó justamente a suspender el pasado 14 de febrero el inicio de los procedimientos judiciales del actual proceso y de otra acusación por narcotráfico, para los que la Fiscalía pide una condena a cadena perpetua y el pago de 121.000 dólares por reparación civil.
El nuevo juicio busca determinar la responsabilidad jerárquica del atentado de Tarata de 1992, en el que Sendero Luminoso colocó un coche-bomba en una zona residencial del distrito de clase media-alta de Miraflores que dejó 25 muertos, 55 heridos y 360 familias damnificadas, además de millonarias pérdidas.
Dicho atentado causó una profundo impacto entre los limeños, quienes hasta esa fecha no habían sufrido ningún ataque de tal magnitud.
Sendero Luminoso es un grupo maoísta fundamentalista fundado en 1968, pero comenzó la lucha armada contra el Estado en 1980.
La organización se encuentra hoy desmantaleada, solo un pequeño grupo busca convertirse en partido y una columna armada en la zona selvática del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, que no reconoce la autoridad histórica de Gúzman.