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Laberintos humanos. La chacra traviesa

Viernes, 03 de marzo de 2017 20:58

Son cosas que sólo se viven en el Carnaval de Tilcara, pero cada uno elige lo que quiere. Lo digo porque les resultará extraño, si es que aún algo de lo que sucede en estos Laberintos los extraña, pero la chacra que estaba clavada entre las piedras del mojón me guiñaba el ojo. Sé que los maíces no tienen ojos, sólo me limito a contarles lo que me pasó.

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Son cosas que sólo se viven en el Carnaval de Tilcara, pero cada uno elige lo que quiere. Lo digo porque les resultará extraño, si es que aún algo de lo que sucede en estos Laberintos los extraña, pero la chacra que estaba clavada entre las piedras del mojón me guiñaba el ojo. Sé que los maíces no tienen ojos, sólo me limito a contarles lo que me pasó.

Como si se bajara el bretel de una musculosa, vi que bajaba coqueta una de sus chalas para mostrarme los granos blancos y carnosos del choclo, a la vez que con voz sensual me pedía que la mordiera. Soy más rica que los granos de una lata, me dijo con extraño sentido del humor. Y si a vos te gusta hacerte una tarta con granos enlatados, ¿por qué no me comés que soy tierna como una fruta?

Los que estaban en esa invitación pudieron ver como abría la boca y me llenaba los dientes con el agua dulzona del maíz crudo, masticaba sus dientes pulposos y sonreía porque era muy sabrosa. Y no terminaba de hacerlo cuando vi que su tallo se movía al ritmo, ponía la punta de una de sus chalas sobre mi hombro y salimos a bailar.

Los que miraban no habrán visto más que a Dubin bailando con una chacra que alzó del mojón, quien sabe, y acaso habrán dicho que me había posesionado el diablito del Carnaval, pero yo sólo escuchaba en mi oído que tarareaba la canción que sonaba desde la orquesta que habían contratado los anfitriones de la invitación.

Y bueno, me dijo cálida y cariñosa, ahora vos seguís entre la gente y yo entre las plantas, que un amor de Carnaval no debe durar mucho.

 

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