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Laberintos humanos. La bella sirena

Jueves, 20 de abril de 2017 10:10

PanopeoToloc llegó a la lagunita bañada por la luna llena y, como le había dicho la anciana, en medio del agua crecía un árbol lleno de hojas ocres, flores amarillas y frutos verdes, se quitó los zapatos y las medias, entró a la aguada pero cuando estuvo a punto de tomar las hojas, frutos y flores necesarias para su ermita, vio que del agua salía una bella sirena.

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PanopeoToloc llegó a la lagunita bañada por la luna llena y, como le había dicho la anciana, en medio del agua crecía un árbol lleno de hojas ocres, flores amarillas y frutos verdes, se quitó los zapatos y las medias, entró a la aguada pero cuando estuvo a punto de tomar las hojas, frutos y flores necesarias para su ermita, vio que del agua salía una bella sirena.

La bella lo miró desde sus ojos almendrados y algo tristes, y le preguntó para qué quería esas hojas, frutos y flores mágicos, y PanopeoToloc le respondió que eran para hacer una ermita que, como le dijo una anciana, le retendría la juventud que detestaba para que pudiera envejecer rápidamente.

¿Y para que quiere envejecer?, le preguntó la bella sirena. En lo que a mi hace, me parece más bello así de joven como está, cosa que no va a durar mucho, no se preocupe, porque la vejez llega aunque nadie la ande llamando. Será, le dijo PanopeoToloc, pero hoy mismo me vi reflejado en un charco y me desagradé.

Estaba tan seguro de mi mismo, le dijo a la sirena, tan convencido de que era dueño de la verdad, que en el instante quise envejecer para perder todo ese engreimiento. Pero con la vejez, le respondió la sirena, le vendrán los achaques, la debilidad y las dolencias. Que vengan, dijo PanopeoToloc, con tal que se lleven todo lo que detesto de mi mismo.

Y la sirena lo escuchó tan convencido que lo ayudó a recoger las hojas, los frutos y las flores mágicos para que pudiera hacer una obra que, tarde o temprano, se encargaría de hacer el tiempo por su cuenta.

 

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