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Laberintos humanos. Irónica perspicacia

Miércoles, 05 de abril de 2017 20:25

Doña Aurelia había leído en las hojas de coca que acaso mis tantos Laberintos fueran fruto de una dolencia, pero que la vida misma lo era sin que por ello queramos curarnos de ella, y cuando Armando quiso saber cómo era eso, la curandera pareció haberlo dicho para que se le preguntara y tener que respondernos.

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Doña Aurelia había leído en las hojas de coca que acaso mis tantos Laberintos fueran fruto de una dolencia, pero que la vida misma lo era sin que por ello queramos curarnos de ella, y cuando Armando quiso saber cómo era eso, la curandera pareció haberlo dicho para que se le preguntara y tener que respondernos.

La vida, nos dijo, y me refiero a la vida humana, no es más que un malestar de la naturaleza, algo así como una jaqueca o un resfrío, si es que no somos algo más grave, pero antes de que siguiera con su sentencia, Agua le preguntó si eso lo leía en las hojas de coca, a lo que la abuela le respondió que no, que eso lo sabía más por vieja que por sabia.

Alcanza con ver en derredor los daños que causamos en la Madre Tierra, dijo pero Edmundo, que parecía despertar con una irónica perspicacia, sugirió que acaso la enfermedad fuera el mundo y nosotros el remedio. En todo caso, dijo doña Aurelia, parece que acá sobrevive el mundo o seguimos nosotros.

Pero nosotros no podemos vivir sin el mundo, temió Agua ante la mirada azorada de Matías y la señora asintió agregando que, por el contrario, el mundo bien puede vivir sin nosotros. Vale decir que, si quedamos sólo nosotros, nadie sale ganando.

Armando, lleno de ese pesimismo que lo caracteriza, sugirió que estamos destinados a perder en cualquier caso, pero que no pagábamos por esos razonamientos sino para saber qué tan sano esta Dubin, que escribe tantos y tan extraños Laberintos.A eso vamos, dijo doña Aurelia, pero deben tenerme algo de paciencia, agregó.

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