TILCARA (Corresponsal). Desde que las ferias culinarias se establecieron como una costumbre en la plaza tilcareña, los perfumes de sus condimentos se yerguen a mediodía en esos sábados en los que vamos sabiendo qué almorzar. Propios y visitantes, vecinos y turistas nos acercamos a esa suerte de espectáculo en el que cocinar, servir y saborear se transforman en una posible materialización de la cultura.
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TILCARA (Corresponsal). Desde que las ferias culinarias se establecieron como una costumbre en la plaza tilcareña, los perfumes de sus condimentos se yerguen a mediodía en esos sábados en los que vamos sabiendo qué almorzar. Propios y visitantes, vecinos y turistas nos acercamos a esa suerte de espectáculo en el que cocinar, servir y saborear se transforman en una posible materialización de la cultura.
No es nuevo ni es un secreto saber que la gastronomía es una de las riquezas de la herencia quebradeña. Ya el plato de cada temporada, atado al devenir del clima y al ciclo de la ritualidad, son parte de lo que la Quebrada es y puede ofrecer. Hay platos para las almas, platos para la Pachamama, platos para el Carnaval y hasta en las despedidas se prepara la comida propia, y desde hace un tiempo se le yapan también aquellos platos que conjugan la creación artística a los ingredientes regionales.
Hay cocineros tradicionales, cuyo sabor ancla en la forma que conocieron sus mayores, y chefs que se arriesgan más allá de la orilla, y entre todos se va tejiendo una de las ofertas con que Tilcara busca diferenciarse para enriquecer la propuesta de quienes recorren el norte de nuestra provincia.
Buscar alternativas que enriquezcan los motivos para invitar al turismo es parte de este negocio que lleva algo de dinero a tantas familias locales. La música es un sello distintivo común a toda la región, los museos y el teatro suman a que Tilcara tenga visitantes específicos, pero es acaso en la búsqueda de la variedad de sabores en el tejido de una identidad definida, la propuesta que sobresale más en este año.
Platos para comer en la plaza, obra de cocineros populares y de cocineros experimentales, pero también platos tradicionales para acompañar la música de una peña o para sentarse y ver, desde los ventanales de un restorán, como anochece en alguna de las tantas calles de Tilcara. También están los cerros, los paisajes maravillosos, los otros colores de la cultura, y entonces el sabor es sólo un valor agregado más para volver más grato el tiempo de visita.