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Estuvo al borde de la muerte y su marido le donó un riñón

Una conmovedora historia de amor y tenacidad.

Martes, 19 de septiembre de 2017 08:47

Ruth Ivana Chávez (37) y Ariel López (38) son dos rosarinos que hicieron caer más de una lagrima a quienes los conocen. Hace poco menos de un mes y tras varios años de padecimientos, ella decidió aceptar el órgano de su pareja para poder vivir. Hoy se recuperan y cuentan su particular historia.
Tienen dos hijos. Un varón de 16 años y una nena de 12. Por cuestiones laborales decidieron emigrar en el 2000 a Buenos Aires. Todo marchaba bien y con una vida relativamente normal, hasta que en 2005 y estando embarazada de 5 meses de su pequeña hija, los médicos le detectaron la presión muy elevada, por lo cual interrumpieron el embarazo.
“Los médicos me decían que había que salvarme a mí. La bebé nació con 800 gramos y estuvo muchos meses internada, pero gracias a Dios se fue recuperando. Por otro lado, los médicos pensaban que la presión se me iba a normalizar, pero no fue así. En mi casa estaba cada vez peor y los dolores de cabeza eran muy fuertes. En esos tiempos me vio un nefrólogo y me pidió una biopsia de riñón. Yo nunca me quise hacer porque tenía miedo. Así estuve más de 10 años sufriendo”, contó Ruth.
En 2006 decidieron retornar a la ciudad termal, ya que, según cuenta ella, necesitaba el apoyo de su madre por los problemas que estaba atravesando. Sin embargo, los sufrimientos de Ruth continuaban, como los de su familia al verla en tal estado. A principios de 2014 el cuerpo dijo basta. Los riñones casi no le funcionaban, estaba muy delgada y con fuertes dolores. Necesitaba diálisis urgente. Pero no todo terminaba ahí: otro problema surgió cuando estaba internada.
“Ella tenía diarrea y decidieron hacerle una punción. Empezó a tener dolores muy fuertes en el estómago y se desmayó. Decidieron hacerle una intervención quirúrgica en el San Bernardo, ya que no sabían de qué se trataba. Nos dijeron que había un coágulo interno en el retroperitoneal. Ella estuvo una semana en coma inducido. Ese problema no se relacionaba con el riñón. Le seguían haciendo diálisis a pesar de la cirugía. Esa fue la parte más crítica que nos tocó pasar, ya que los médicos nos decían que el panorama era muy delicado y que había que esperar un milagro”, detalló Ariel.
La familia destacó que sin la fe en Dios, los resultados favorables que se dieron a lo largo de sus vidas no hubieran podido cumplirse. “Nosotros somos muy creyentes en Dios y la oración fue la que la sacó adelante. Desde que mi hija nació tan chiquita hasta el día de hoy sabemos que su presencia está con nosotros”, aseguró Ariel.
A pesar de que el problema intestinal fue mejorando, los riñones cada vez funcionaban menos. A raíz de eso, Ruth decidió inscribirse en el Incucai para un trasplante, aunque también tenía la opción de recibirlo de un donante vivo.
“Mi marido y mi hermana se ofrecieron de inmediato para donarme. Yo elegí a mi hermana. Empecé con ella los estudios de compatibilidad y todo daba perfecto. En abril de 2016 nos dieron la fecha. Un día antes de viajar a Tucumán para la operación, mi hermana se arrepintió. Había mucha gente que había venido a despedirnos y después nos vinimos abajo. Nos pusimos mal, pero la entendía porque me dijo que tenía miedo”, recordó Ruth.

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Ruth Ivana Chávez (37) y Ariel López (38) son dos rosarinos que hicieron caer más de una lagrima a quienes los conocen. Hace poco menos de un mes y tras varios años de padecimientos, ella decidió aceptar el órgano de su pareja para poder vivir. Hoy se recuperan y cuentan su particular historia.
Tienen dos hijos. Un varón de 16 años y una nena de 12. Por cuestiones laborales decidieron emigrar en el 2000 a Buenos Aires. Todo marchaba bien y con una vida relativamente normal, hasta que en 2005 y estando embarazada de 5 meses de su pequeña hija, los médicos le detectaron la presión muy elevada, por lo cual interrumpieron el embarazo.
“Los médicos me decían que había que salvarme a mí. La bebé nació con 800 gramos y estuvo muchos meses internada, pero gracias a Dios se fue recuperando. Por otro lado, los médicos pensaban que la presión se me iba a normalizar, pero no fue así. En mi casa estaba cada vez peor y los dolores de cabeza eran muy fuertes. En esos tiempos me vio un nefrólogo y me pidió una biopsia de riñón. Yo nunca me quise hacer porque tenía miedo. Así estuve más de 10 años sufriendo”, contó Ruth.
En 2006 decidieron retornar a la ciudad termal, ya que, según cuenta ella, necesitaba el apoyo de su madre por los problemas que estaba atravesando. Sin embargo, los sufrimientos de Ruth continuaban, como los de su familia al verla en tal estado. A principios de 2014 el cuerpo dijo basta. Los riñones casi no le funcionaban, estaba muy delgada y con fuertes dolores. Necesitaba diálisis urgente. Pero no todo terminaba ahí: otro problema surgió cuando estaba internada.
“Ella tenía diarrea y decidieron hacerle una punción. Empezó a tener dolores muy fuertes en el estómago y se desmayó. Decidieron hacerle una intervención quirúrgica en el San Bernardo, ya que no sabían de qué se trataba. Nos dijeron que había un coágulo interno en el retroperitoneal. Ella estuvo una semana en coma inducido. Ese problema no se relacionaba con el riñón. Le seguían haciendo diálisis a pesar de la cirugía. Esa fue la parte más crítica que nos tocó pasar, ya que los médicos nos decían que el panorama era muy delicado y que había que esperar un milagro”, detalló Ariel.
La familia destacó que sin la fe en Dios, los resultados favorables que se dieron a lo largo de sus vidas no hubieran podido cumplirse. “Nosotros somos muy creyentes en Dios y la oración fue la que la sacó adelante. Desde que mi hija nació tan chiquita hasta el día de hoy sabemos que su presencia está con nosotros”, aseguró Ariel.
A pesar de que el problema intestinal fue mejorando, los riñones cada vez funcionaban menos. A raíz de eso, Ruth decidió inscribirse en el Incucai para un trasplante, aunque también tenía la opción de recibirlo de un donante vivo.
“Mi marido y mi hermana se ofrecieron de inmediato para donarme. Yo elegí a mi hermana. Empecé con ella los estudios de compatibilidad y todo daba perfecto. En abril de 2016 nos dieron la fecha. Un día antes de viajar a Tucumán para la operación, mi hermana se arrepintió. Había mucha gente que había venido a despedirnos y después nos vinimos abajo. Nos pusimos mal, pero la entendía porque me dijo que tenía miedo”, recordó Ruth.

Una vida distinta

Hoy, a un mes de la intervención, la humilde familia recibe miles de mensaje de apoyo y la evolución es notoria. Si bien ella tiene que tomar una medicación de por vida, los médicos creen que la calidad de vida será otra, luego de años de sufrimiento. Él, por otro lado, continua haciendo sus trabajos habituales, ya que se dedica a la construcción y venta de canaletas para el hogar. “Queremos agradecer a todas las personas que estuvieron siempre apoyándonos. A Dios, a nuestra familia, hijos, amigos, vecinos. Al grupo Corazones Solidarios y a cada uno de los miles de mensajes que nos llegaron. Queremos agradecer y también llevar el mensaje de la importancia de la donación”, finalizaron Ruth y Ariel.

Otro intento y otro fracaso

 La noticia golpeó a la familia pero su lucha incasable siguió. A pesar de que Ariel insistía en que quería ser el donante, ella desistía por temor a que sus hijos quedaran sin padres. En ese momento, otra de sus hermanas se realizó los estudios de compatibilidad y los resultados dieron positivos en un 100%.
“Todo parecía indicar que esta vez sí se iba a poder. Los médicos nos dijeron que la compatibilidad era casi perfecta. Preparamos todo hasta que un día de golpe los doctores la llamaron y decidieron desistir del trasplante. Los motivos aún los desconozco. Con ella hoy tenemos una buena relación y creo que Dios por algo lo quiso así”, agregó Ruth.
Ariel insistía con que su esposa acepte su donación. A pesar de los miedos de Ruth y con la situación apremiante, decidió aceptar. El 2 de agosto pasado fueron intervenidos con éxito, según los informes médicos del Centro Privado de Cardiología en Tucumán. Ella estuvo 11 días internada y él 3, con una herida que supera los 30 centímetros. “No siento que me hayan sacado nada ni ella que tiene 3 riñones”, bromeó Ariel.

FUENTE: EL TRIBUNO DE SALTA

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