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16 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Transportados al jazz en el seno de Tilcara

La cosa comenzó este domingo en torno al Jazz Club Jujuy, presidido por el saxofonista Alomías Lizárraga.

Miércoles, 10 de enero de 2018 00:00

La magia puede darse en una casa antigua, en este caso en el bar del Capec, donde uno llega de cualquier otro lugar, pongamos que de escuchar una saya en la plaza de Tilcara.

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La magia puede darse en una casa antigua, en este caso en el bar del Capec, donde uno llega de cualquier otro lugar, pongamos que de escuchar una saya en la plaza de Tilcara.

Adentrado en este espacio, la música nos transporta a una página en una novela de Jack Kerouac, en el sótano de una calle oscura en Nueva York, pongamos por caso, sólo porque Alomías Lizárraga y sus amigos, en este caso homenajeando al pianista jujeño Johnny Vargas, se les dio por improvisar sobre piezas de jazz en donde no desentonan los apellidos latinos.

Y es que los hay tantos en las orquestas del bebop, salvo por un Mamaní o un Sánchez de Bustamante, como los hubo en este caso.

Las teclas

El piano de Vargas nos sorprendió con una madurez tan sólida que por momento supo a música clásica, tal vez a un Bartok.

Exquisito

En otros momentos fue percusivo cediendo las armonías a los acordes de la guitarra de Máximo Sánchez de Bustamante, cuando no al bajo de Fidel Flores, para dar la primera nota de la canción, que habíamos olvidado en el fragor del swing y la improvisación, para que Alomías retome con su saxo el resto y cierre hasta la sostenida nota del final.

La batería de Sebastián "Bacho" Auad fue protagonista en todo momento, sin resignarse a sostener la base rítmica, evitando la linealidad del momento, cambiando el paso, acelerando o retardando el segundero, y cuando Rolando Mamaní lo reemplazó, sorprendió con una potencia que arrastró tras de si a los dos saxos, el de Lizárraga y el de Jonathan Gabriel Veliz, que se divertían armando y desarmando los coros.

Fidel Flores tuvo su momento lírico al sólo recibir las palmadas de Auad en los platillos, pero tanto en su bajo de seis cuerdas como en las otras seis de la guitarra de Máximo Sánchez de Bustamante, en la batería de Auad o de Mamaní, en los saxos de Lizárraga o Veliz o en el piano de Vargas, los caminos parecían abismarse en el interior de cada uno, solitarios y melancólicos, para aflorar donde se encontraba un diálogo o brotar en un solo, que en eso del swing y de una bella y sencilla melodía hacen al jazz.

Los encuentros, en el mismo sitio, aseguran que se darán todas las noches desde este jueves al domingo.

Una propuesta para despuÚs salir por la calle Belgrano y ya no estar en Nueva York ni en una novela de Kerouac sino, acaso, en un poema del emblemático Germán "Churqui" Choquevilca, de regreso a la otra magia, la de la bella Tilcara de las madrugadas.

 

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