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La singular obra del escultor Ernesto Soto Avendaño

La muestra estable del museo presenta una obra íntima y expresiva.

Lunes, 01 de octubre de 2018 01:01
“GRACIELA” PIEZA EXPUESTA EN EL ESPACIO CULTURAL TILCAREÑO

TILCARA (Corresponsal). La obra escultórica de Ernesto Soto Avendaño pareciera resumirse en el Monumento de la Independencia de Humahuaca. Mueve a ello lo monumental de la obra y su protagonismo, ya casi por completo fusionado con el paisaje que lo enmarca. Sin embargo, el museo que lleva su nombre y que fuera casa del coronel Manuel Álvarez Prado, en Tilcara, nos permite ver otras piezas de su mano.

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TILCARA (Corresponsal). La obra escultórica de Ernesto Soto Avendaño pareciera resumirse en el Monumento de la Independencia de Humahuaca. Mueve a ello lo monumental de la obra y su protagonismo, ya casi por completo fusionado con el paisaje que lo enmarca. Sin embargo, el museo que lleva su nombre y que fuera casa del coronel Manuel Álvarez Prado, en Tilcara, nos permite ver otras piezas de su mano.

 

El museo “ Ernesto Soto Avendaño” de Tilcara fue declarado Monumento Histórico Nacional en el año 1958.

Graciela, la hermosa niña sonriente sobre material negro, el desnudo de la joven con las manos abiertas y la mujer que espera dar a luz, acaso de las más bellas de la sala con su gesto pensativo y su leve tendencia a lo geométrico, la muchacha pensando con ese estilo todo de mediados del siglo pasado, los ojos a lo Modigliani, la delicadeza de las formas trabajando los contornos, la intimidad de la expresión, el instante.

 

Los cuerpos de más porte con su musculatura de trabajo, con el movimiento del hacer. Y los retratos en busto, cada cual desocultando una personalidad precisa. El gesto serio de Francisco Villar, la pasión implícita en el rictus del Dr. Mouchet, la expresión grave del resero, los secretos de una vida de cerros en el arcano del gaucho Fernando Ríos, la raza andina de Marcos Liendro, las meditaciones de Ricardo Levene y el chulo sobre el cráneo del indio boliviano.

Como espectadores, sentimos que Soto Avendaño nos permite acceder al interior de cada uno de sus personajes. Su arte, con una plasticidad propia de materiales más dúctiles, nos lleva sin dudas a un tiempo pasado, anterior al nuestro, que revive en ese trato íntimo y seguro que parece vincular al artista con sus modelos.

Visitar su museo de esculturas nos hace saber que el autor de un monumento entrañable para los quebradeños, emplazado desde la década del cincuenta en Humahuaca, es también creador de intimidades que podemos mirar a los ojos, casi compartir con ellas, y nos lleva a gozar de ese milagro de la irrupción del arte en la historia como rescate de lo momentáneo en el molde de lo constante, al decir de Charles Baudelaire, con "algo de eterno y algo de transitorio, algo absoluto y algo de particular".

 

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