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El candidato de Lula en una misión casi imposible

Mañana se cumplirá la primera vuelta electoral y Haddad es uno de los favoritos junto al ultraderechista Bolsonaro

Sabado, 06 de octubre de 2018 01:04

Fernando Haddad tuvo menos de un mes para darse a conocer como candidato del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), en sustitución del carismático expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), encarcelado por corrupción.

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Fernando Haddad tuvo menos de un mes para darse a conocer como candidato del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), en sustitución del carismático expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), encarcelado por corrupción.

El exministro de Educación (2005-2012) y exalcalde de Sao Paulo (2013-2016), de 55 años, cumplió la primera parte de esa misión casi imposible, porque según las encuestas el domingo quedará en segundo lugar y debería disputar la segunda vuelta, el 28, con el ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL).

Su principal lema, "Haddad es Lula", le permitió acercarse al electorado del empobrecido nordeste, bastión histórico del PT.

Pero en un balotaje, ese puede ser su mayor obstáculo, dado que el exmandatario genera también un fuerte rechazo.

Si hay algún punto en el que Haddad ha demostrado personalidad es en el dominio de sí mismo ante los ataques de sus adversarios, que algunos confunden con distancia.

"Soy hijo de un comerciante libanés y de una estudiante de magisterio. Aprendí en casa a conversar, a negociar, y tengo en general un comportamiento tranquilo, incluso en las situaciones más adversas. Las personas confunden eso con frialdad y no lo es", explicó en un artículo publicado en junio de 2017 en la revista Piauí.

También pueden perjudicarlo acusaciones como la de la Fiscalía de Sao Paulo, que le denunció en septiembre por supuesta corrupción en su gestión como alcalde, algo que niega rotundamente.

Licenciado en Derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, Haddad, casado con una dentista y padre de dos hijos, llegó en 2005 al Ministerio de Educación, una de las carteras de las que Lula se sentía más orgulloso.

Su trayectoria lo colocó en el corazón de la maquinaria del PT, pero sin salir nunca de la sombra de su mentor.

Jair Bolsonaro se instala en el ambiente del fútbol

Cuando el jugador del Palmeiras Felipe Melo le dedicó un gol al candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, la campaña en Brasil cruzó una línea que hacía décadas no traspasaba: la de la cancha. En un país cada vez más fracturado, la polarización había entrado en los estadios.

“Este gol va para nuestro futuro presidente Bolsonaro”, afirmó Melo tras el duelo contra el Bahía de hace dos semanas.

Por entonces, el excapitán del Ejército y candidato se recuperaba de la cuchillada que había sufrido durante un mitin.

El polémico Melo, que el año pasado ya había deseado que Bolsonaro acabara con los “vagabundos” (delincuentes), no era el primer futbolista en apoyarle. Lo habían hecho también los corinthianos Roger y Jadson, el delantero del Tottenham Lucas Moura, quien incluso entró en varias discusiones por defenderle en Twitter, o recientemente el excampeón del mundo Rivaldo.

Pero el volante lo hacía ahora en televisión y vistiendo la camisa de un club con millones de hinchas, entre ellos el propio Bolsonaro.

“Hay mucha polarización. La sociedad brasileña está muy dividida y algunos jugadores sintieron la necesidad de manifestarse, la mayor parte con la ignorancia política que los caracteriza. Pero, de todas formas, es una manifestación válida dentro del régimen democrático”, dijo a la AFP Juca Kfouri, uno de los grandes cronistas de la Democracia Corinthiana, el movimiento de lucha por los derechos cívicos que lideró el futbolista Sócrates en los últimos años de la dictadura (1964-1985).

Palmeiras, de su lado, recordó en una nota que la posición de Melo era estrictamente personal y que la entidad mantenía su “neutralidad en cuestiones políticas”.

Acostumbrado a situaciones difíciles

No es la primera vez que Haddad, que asegura haber aprendido tanto de la vida en la tienda de telas de su padre como en la universidad, arranca mal una elección. Su perfil no era el más cotizado cuando se planteó competir por la alcaldía de Sao Paulo en 2012, y acabó ganando. Aquellos, sin embargo, eran otros tiempos. Los del inicio del gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016), todavía bajo los destellos de aquel Brasil que se comía el mundo de la mano de Lula. Pero lo tuvo y el propio Haddad sufrió el golpe, cuando en 2016 tuvo que salir cabizbajo de su despacho en el corazón de Sao Paulo tras la humillante derrota en la primera vuelta de las municipales. Muy criticado tras las manifestaciones de 2013 desencadenadas por el alza de los transportes, su caída fue otro grave revés para el PT, pocos meses después de la destitución de Rousseff por el Congreso.

Defensores de la libertad de expresión

La agitación provocada por las declaraciones de Melo alertó al fiscal de Justicia Deportiva, Felipe Bevilacqua.

Aunque al final no se abrió ningún proceso, el sindicato de jugadores exigió respeto a la libertad de expresión y Melo encontró defensores incluso en figuras tan opuestas como la del famoso exfutbolista, e impulsor junto a Sócrates de la Democracia Corinthiana, Walter Casagrande.

“Yo vi un acto de democracia en ese sentido. Me dio mucho orgullo ver a un jugador de fútbol posicionarse. Porque los jugadores desaparecieron, no dicen una línea sobre nada. Pasan millones de cosas en Brasil y no hay un jugador (...) que se manifieste, parecen de otro planeta”, aseguró en una entrevista con O Estado de Sao Paulo. Aunque pidió no caer en equívocos.

“La Democracia Corinthiana fue un proceso de varias personas por la redemocratización del país (...). Por eso es una ofensa para nosotros comparar lo que hizo Felipe Melo con la Democracia Corinthiana”, precisó.

Muchos analistas consideran aquel movimiento como una excepción en el conservador fútbol brasileño, poco amigo del cambio y con una histórica, y promiscua, relación con la política, que -entre otros- hizo a Pelé ministro y ahora tiene al senador Romario compitiendo por el gobierno de Río.