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Leonardo Sbaraglia a El Tribuno: "Hay que salir de un orden que es sórdido e injusto"

Lunes, 19 de noviembre de 2018 00:00

Transitando la segunda oportunidad de ver este espectáculo, la mirada se me dispara para la motivación de los artistas (Leonardo Sbaraglia desde la actuación, Fernando Tarrés desde la música y las imágenes, y el violinista Damián Bolotín) para seguir haciendo una puesta con esta temática, la crueldad de la humanidad a lo largo de la historia, con la fuerza con la que los encuentro cuatro años después.

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Transitando la segunda oportunidad de ver este espectáculo, la mirada se me dispara para la motivación de los artistas (Leonardo Sbaraglia desde la actuación, Fernando Tarrés desde la música y las imágenes, y el violinista Damián Bolotín) para seguir haciendo una puesta con esta temática, la crueldad de la humanidad a lo largo de la historia, con la fuerza con la que los encuentro cuatro años después.

Esta vez el escenario es más íntimo, y el actor no tiene un atril desde donde leía los textos aquella vez. Eso le da más carne a la interpretación.

La pasión y el disfrute del hecho artístico que los atraviesa a los tres en el escenario son clarísimos. Todo es muy pasional, pero la pregunta que me surge al final de la función, y que el actor tiene la amabilidad de contestar en el marco de una amena charla, es qué lo moviliza a seguir haciendo espectáculo en el que llama la atención su insistente invitación al público a vivir la experiencia, pero aclara que "no me siento en ningún lugar autorizado para decirle a alguien lo que tiene que hacer, ni tampoco tengo elementos ni herramientas para poder hacer más de lo que hago. Simplemente la actuación, la música, el ritmo. Tratar de dar cosas, que produzcan una movilización como me pasa a mí cada vez que hago la obra. De alguna manera uno lo hace por uno mismo. Finalmente uno termina haciendo lo que hace porque no podés dividir o escindir lo que sos de lo que trabajas, haces o promulgas. Por eso la idea de trabajar con mis compañeros es aprender, seguir encontrando nuevos caminos personales y artísticos".

La siguiente pregunta es sobre algo que surge por momentos de los distintos cuadros de la puesta, en los que pareciera que la crueldad forma parte de la naturaleza humana, pero una vez más aclara su pensamiento, basado en años de búsqueda e investigación: "No creo que haya una necesidad de ser cruel, creo hay cuestiones que tienen que ver con cosas que le son convenientes a ciertos sectores de los seres humanos, que terminan imponiéndose socialmente y tratando de ser hegemónicos en ese poder. La idea es entender que ese tipo de sistema no es algo natural, sino que es una construcción. Uno tiene que saber que no es algo intrínseco al ser humano, algo que esté naturalmente en él. Por ahí tiene que ver con cuestiones como la lucha por la supervivencia, digo primigeniamente".

Y el mensaje de "El Territorio del Poder" es reflexivo, con crudeza y lujo de detalles cuenta situaciones reales que desnudan ese sentimiento, pero hacia el final la conclusión es esperanzadora, habla de la posibilidad de elegir el rumbo diferente, a partir del entendimiento y de la claridad. "Hoy día debemos construirnos como estos animales que somos, como cualquier otra especie, que tiene la capacidad de ir sofisticando su sensibilidad y siendo cada vez más humano. Hay una cosa que me marcó de alguna manera, es algo que me dijo un sociólogo que se dedicaba a esto es que no es que el ser humano sea ser humano ya, sino que está aprendiendo a serlo. Y esto a mí me conmueve mucho, porque nosotros aún estamos en un nivel muy elemental de humanidad. Hace 50 años, la mujer no podía votar, fijate los avances a nivel social desde el feminismo, desde la lucha de la mujer y todo lo que se está aprendiendo, y lo que nosotros estamos aprendiendo como hombres que es que tenemos que cambiar este paradigma que estaba normalizado, que es sórdido e injusto. Y como esa, una cantidad de cosas. No son cosas que se pueden resolver de un momento a otro, sino que a uno le va cayendo la ficha", asegura con profunda convicción y compromiso el hombre más allá del artista.

Sbaraglia expresa que a partir de la reflexión que propone el espectáculo, espera que se entienda que "existe la posibilidad y el mensaje de que conociéndose más uno mismo y conociendo más las cosas que el ser humano ha hecho, podamos desobedecer y registrar con el propio cuerpo aquellas cosas que son inhumanas. Nuestro cuerpo lo siente porque no es algo natural. La idea es empezar a registrar posibilidades de inhumanidad, y desobedecer, tener la valentía para decir ‘no’, para no seguir metidos en un orden que es sórdido en muchos aspectos".