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VÍDEO. Ante la opresión, es necesaria la valentía para desobedecer

El espectáculo se presentó por segunda vez en Jujuy, y lo hizo con dos funciones en la Campana Teatral de Tilcara.La obra, explorando recursos, expresa la opresión violenta que sufre el individuo a lo largo de la historia.
Lunes, 19 de noviembre de 2018 01:02

Al salir de La Campana, tras ver "El Territorio del Poder", recordé aquella vieja "Metrópolis" de Fritz Lang. La puesta, que surge de una selección de textos realizada en conjunto por Leonardo Sbaraglia y Fernando Tarrés, quien también urdió la música y las imágenes de un video que recurre a la estética expresionista, exigió que el elenco diera una función más tras la primera a sala llena.

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Al salir de La Campana, tras ver "El Territorio del Poder", recordé aquella vieja "Metrópolis" de Fritz Lang. La puesta, que surge de una selección de textos realizada en conjunto por Leonardo Sbaraglia y Fernando Tarrés, quien también urdió la música y las imágenes de un video que recurre a la estética expresionista, exigió que el elenco diera una función más tras la primera a sala llena.

Como en "Metrópolis", como en toda una corriente literaria de especial sensibilidad, el mundo se presenta como una presión atroz del poder sobre los individuos, y en el texto, con Foucault como último mentor intelectual, se suceden escenas de la Inquisición, del electroshock y del mundial 78, con goles y con vuelos de la muerte, en una secuencia que, enlazando tramas, aúna el eterno retorno del espanto. Entre ellas, no sin ironía, el Aleluya de Leonard Cohen y un texto de Brecht, en base al que hace varias décadas supo erizarnos la piel Daniel Viglieti.

CONVOCATORIA / DOS FUNCIONES COMPLETAS EN TILCARA.

La presentación visual tiene los ingredientes de un buen trío post punk: tres hombres vestidos de negro, un violín que busca lo exasperante de la opresión desde su arco y su rasgueo, la guitarra y bases grabadas de Tarrés y la actuación de Sbaraglia, suelo no excluyente del Territorio del Poder, dialogan con las imágenes proyectadas hasta fusionarse.

En uno de los momentos, un campo de concentración se convierte en la canción que entretiene a las tropas norteamericanas que bombardean Hiroshima, y Sbaraglia remeda los pasos de Fred Astaire como si ese tremendo mundo que nos devora pudiera arreglarse con una sonrisa. Al final hay un llamado a la libertad como la puerta de salida, pero el texto deja el pesado sabor de una tiranía sin tiranos, de una opresión de ciencia, violencia y engranajes.

Sbaraglia recurre a textos y relatos que interpreta con una gama de recursos con las que atrapa y conmueve. Ya no es la cara aniñada de la televisión de los ochenta, y acaso ese contraste sea otro de los ingredientes de la puesta, como el James Dean que no quiere agradar y recita textos existenciales. Entonces, "El Territorio del Poder" se teje, no con hilos sino con descartes de telas, con relatos que no terminan de definir la referencia, con esa misma borrosidad que suma a lo agobiante del tema.

Para lograrlo, el power trío sube a escena con una fuerza y precisión que no ofrecen fisuras. Para sostener una obra en la que la historia no es el cuento que se cuenta, sino el cuento que cuenta la historia, sumando una selección de textos en una suerte de Cambalache teatral, es precisa la buena ejecución, las cuerdas y el looper amalgamados por las imágenes del video, y la adultez de un actor que recurre a las emociones desde el despojo y la sencillez.

Gonzalo Morales, gestor de La Campana, apuesta así, cada tanto, a espectáculos de alto vuelo que se ofrecen al público local, pero que buscan también convertirse en uno más de los atractivos turísticos de Tilcara. Una forma de acercar obras de gran calidad a la calle Jujuy, una propuesta que ya se va volviendo, por suerte, una costumbre.

“Hay que salir de un orden que es sórdido e injusto”


EL ACTOR / CONVERSÓ CON EL TRIBUNO DE JUJUY AL FINAL DE LAS FUNCIONES.

Transitando la segunda oportunidad de ver este espectáculo, la mirada se me dispara para la motivación de los artistas (Leonardo Sbaraglia desde la actuación, Fernando Tarrés desde la música y las imágenes, y el violinista Damián Bolotín) para seguir haciendo una puesta con esta temática, la crueldad de la humanidad a lo largo de la historia, con la fuerza con la que los encuentro cuatro años después.
Esta vez el escenario es más íntimo, y el actor no tiene un atril desde donde leía los textos aquella vez. Eso le da más carne a la interpretación.
La pasión y el disfrute del hecho artístico que los atraviesa a los tres en el escenario son clarísimos. Todo es muy pasional, pero la pregunta que me surge al final de la función, y que el actor tiene la amabilidad de contestar en el marco de una amena charla, es qué lo moviliza a seguir haciendo espectáculo en el que llama la atención su insistente invitación al público a vivir la experiencia, pero aclara que “no me siento en ningún lugar autorizado para decirle a alguien lo que tiene que hacer, ni tampoco tengo elementos ni herramientas para poder hacer más de lo que hago. Simplemente la actuación, la música, el ritmo. Tratar de dar cosas, que produzcan una movilización como me pasa a mí cada vez que hago la obra. De alguna manera uno lo hace por uno mismo. Finalmente uno termina haciendo lo que hace porque no podés dividir o escindir lo que sos de lo que trabajas, haces o promulgas. Por eso la idea de trabajar con mis compañeros es aprender, seguir encontrando nuevos caminos personales y artísticos”.
La siguiente pregunta es sobre algo que surge por momentos de los distintos cuadros de la puesta, en los que pareciera que la crueldad forma parte de la naturaleza humana, pero una vez más aclara su pensamiento, basado en años de búsqueda e investigación: “No creo que haya una necesidad de ser cruel, creo hay cuestiones que tienen que ver con cosas que le son convenientes a ciertos sectores de los seres humanos, que terminan imponiéndose socialmente y tratando de ser hegemónicos en ese poder. La idea es entender que ese tipo de sistema no es algo natural, sino que es una construcción. Uno tiene que saber que no es algo intrínseco al ser humano, algo que esté naturalmente en él. Por ahí tiene que ver con cuestiones como la lucha por la supervivencia, digo primigeniamente”.
Y el mensaje de “El Territorio del Poder” es reflexivo, con crudeza y lujo de detalles cuenta situaciones reales que desnudan ese sentimiento, pero hacia el final la conclusión es esperanzadora, habla de la posibilidad de elegir el rumbo diferente, a partir del entendimiento y de la claridad. “Hoy día debemos construirnos como estos animales que somos, como cualquier otra especie, que tiene la capacidad de ir sofisticando su sensibilidad y siendo cada vez más humano. Hay una cosa que me marcó de alguna manera, es algo que me dijo un sociólogo que se dedicaba a esto es que no es que el ser humano sea ser humano ya, sino que está aprendiendo a serlo. Y esto a mí me conmueve mucho, porque nosotros aún estamos en un nivel muy elemental de humanidad. Hace 50 años, la mujer no podía votar, fijate los avances a nivel social desde el feminismo, desde la lucha de la mujer y todo lo que se está aprendiendo, y lo que nosotros estamos aprendiendo como hombres que es que tenemos que cambiar este paradigma que estaba normalizado, que es sórdido e injusto. Y como esa, una cantidad de cosas. No son cosas que se pueden resolver de un momento a otro, sino que a uno le va cayendo la ficha”, asegura con profunda convicción y compromiso el hombre más allá del artista.
Sbaraglia expresa que a partir de la reflexión que propone el espectáculo, espera que se entienda que “existe la posibilidad y el mensaje de que conociéndose más uno mismo y conociendo más las cosas que el ser humano ha hecho, podamos desobedecer y registrar con el propio cuerpo aquellas cosas que son inhumanas. Nuestro cuerpo lo siente porque no es algo natural. La idea es empezar a registrar posibilidades de inhumanidad, y desobedecer, tener la valentía para decir "no’, para no seguir metidos en un orden que es sórdido en muchos aspectos”.

Datos:

La obra “El Territorio del Poder” está basada en textos originales inspirados en las ideas del filósofo francés Michael Foucault.


Sbaraglia encarna entro otros personajes, al psiquiatra que inventó el tratamiento por electroshock. Uno de los cuadros más fuertes. 
En otra escena, el actor es un escritor judeo - italiano que sobrevivió a los campos de concentración.


Fernando Tarrés es el director artístico de la puesta, y está a cargo del arte visual y la intervención del sonido en tiempo real.


En La Campana Teatral de Tilcara, se completó la función original que se había previsto, y los artistas decidieron hacer una más.


El violinista Damián Bolotín completó el tercerto que se presentó en Tilcara. A veces se aunan a la puesta dos o tres músicos más.