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Compartiendo con las almitas en Tilcara

Conforme pasan los años, las almitas saben que pueden regresar tranquilas, confiando en que se las espera y agasaja.
Domingo, 04 de noviembre de 2018 01:00

Llegan los músicos con guitarra, quena y bombo para alegrar al almita que regresa.

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Llegan los músicos con guitarra, quena y bombo para alegrar al almita que regresa.

Poco más allá, tras la puerta abierta de otra casa, la nieta canta coplas con la caja que le regaló el abuelo, a cuya almita se espera.

Ave María Purísima, dice quien está por retirarse y el resto, sentado en derredor, le responde que sin pecado concebida.

Las familias Guanuco y Mendoza tuvieron la gentileza, además, de permitirnos sacar fotografías de sus mesas. Se reza, porque esa es la luz que las guía desde donde llegan.

Las velas también, al pie de las ofrendas.

Bajo la mesa, una caja con tierra para poner los cigarrillos encendidos plantados por las colillas, otra caja para las hojitas de coca encendidas cuyo humito aprecia el almita y media botella de plástico para compartir con ella la bebida. Agua bendita y clavel.

Amor previo

Las ofrendas, amasadas en ese amor previo que va juntando a los suyos, las comidas.

Mesas grandes o pequeñas, conforme pasan los años, las almitas saben que pueden regresar tranquilas, confiando en que se las espera y agasaja.

Alguien, de todos modos, corrige: no deben ir esas dos velas de ese modo, ¿quién las puso así? Y el respeto a los anfitriones es, como debe ser, parte esencial de la ofrenda.

Una casa. Otra casa. Recuerdos, conversaciones, pasa la noche. En la calle alguien se acerca y hace algún comentario de esta o de aquella mesa. Las almitas, se entiende, también están entre nosotros. Las estrellas titilan como flores sobre Tilcara, algunos buscan los últimos remises que quedan para visitar otras mesas o volver a sus casas, el clima es muy agradable. Como decía Borges: “entre la vida y la muerte sólo es cuestión de tiempo, y todos sabemos que del modo en que recibimos es como seremos recibidos”.

 

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