Cada poblado tiene sus propias tradiciones, los susqueños por ejemplo tienen una manera muy particular de recordar a sus difuntos. La capilla de San Roque, ubicada dentro de la necrópolis local, el 1 y 2 de noviembre permanece adornada con multicolores coronas, acompañan velas y en amarillentas hojas pegadas a las paredes de adobe están escritos los nombres de las almas que dejaron el mundo terrenal.
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Cada poblado tiene sus propias tradiciones, los susqueños por ejemplo tienen una manera muy particular de recordar a sus difuntos. La capilla de San Roque, ubicada dentro de la necrópolis local, el 1 y 2 de noviembre permanece adornada con multicolores coronas, acompañan velas y en amarillentas hojas pegadas a las paredes de adobe están escritos los nombres de las almas que dejaron el mundo terrenal.
El viento sopla fuerte, no es casualidad, “eso significa que las almas vendrán a visitarnos”, señala un lugareño.
Para los puneños el espíritu está vivo, lo que se va es el cuerpo, a descansar al cementerio.
“Llegan y vienen hambrientos, sedientos, pero ellos no toman ni comen, comparten y si no los hemos esperado no dejan de soplar las velas. Cuando alguien muere seguro algo te va a hacer ruido en tu casa, se caen cosas solas o viene y te toca y no hay nada, y ya sabes que alguien ha fallecido, que se está despidiendo”, relata.
En cada hogar también arman las mesas con todo lo que le gustaba al difunto, sin embargo tiene una particularidad, las cruces del cementerio para esta fecha son retiradas y puestas en los hogares para rezarle al ser amado perdido.
Los pobladores son muy reservados, “sin fotos por favor” son las palabras para este cronista, a diferencia de otros puntos provinciales, aún resguardan esa intimidad familiar que los reúne cada año.
Otra particularidad es que también las tumbas son adornadas con coronas, y los familiares llevan panes, comida, bebidas y todo lo que en vida era deleite del difunto, una costumbre casi perdida en los pueblos puneños.
Lo anteriormente descripto se resume en una sola palabra, “tumbulo” o en criollo mesa de ofrendas.
Luego de la misa del 2 las cruces vuelven a su lugar, los parientes durante tres años repetirán la tradición, aunque a pesar del tiempo del fallecimiento, recordarán con el armado de las mesas que sigue vigente y transmitiéndose mientras pasan las generaciones.
Por último todo lo de la mesa es repartido a los presentes que acompañan en los hogares, práctica que no es vivida como una fiesta, pero sí con alegría y donde se acepta la partida del ser querido, recordándolo de la manera más grata y así permitirle descansar en paz.
Todo Santos y Fieles Difuntos
Las primeras investigaciones en Jujuy fueron realizadas en 1903 por el antropólogo sueco, Eric Boman y que esta ritualidad se caracterizaba inicialmente por una mesa de ofrendas, un poncho, un asado de cordero o llama, papas, chicha y que con el paso del tiempo se fue resignificando con la llegada de los españoles y el avance de la religión católica que, al no poder enterrar estas costumbres, dio como resultado un sincretismo que incorporó cruces, rezos y santos.