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"Naturaleza Intervenida", de Juan Marcos Osacar

Su obra se expone en "Culturarte" hasta el 30 de diciembre.

Viernes, 14 de diciembre de 2018 01:02

"Naturaleza Intervenida" es el nombre de la muestra que el artista plástico Juan Marcos Osacar expone en "Culturarte". Su mundo, visto a lo largo de las obras colgadas en las salas de planta baja y entrepiso, podrían empezar por señalarnos una preeminencia del dibujo allí donde "lo dicho" en lenguaje plástico cabría pensar que abarca la propuesta.

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"Naturaleza Intervenida" es el nombre de la muestra que el artista plástico Juan Marcos Osacar expone en "Culturarte". Su mundo, visto a lo largo de las obras colgadas en las salas de planta baja y entrepiso, podrían empezar por señalarnos una preeminencia del dibujo allí donde "lo dicho" en lenguaje plástico cabría pensar que abarca la propuesta.

Para que "lo dicho" adquiera tal protagonismo, debe comenzarse por sobreentender el tácito manejo de las herramientas. Alguna vez un crítico de cine me señaló que una buena actuación salta a vista cuando no pensamos en hablar de ella, y creo que si uno se detuviera a hablar de la excelencia del dibujo de Osacar, acaso sería porque no lo es tanto, porque hay algo que nos sigue diciendo que se trata de un dibujo.

En cambio, "Naturaleza Intervenida" nos llama a hablar de aquello que dice la obra, y esto sucede porque su aspecto plástico se ha fusionado con lo que el artista quiso decir. Por ejemplo, los rostros de tres suris. Pero los tres suris que miramos y nos miran desde el papel, adquieren en la cercanía de su realismo una magia que parece contarnos un relato. Nunca vi suris tan de cerca, ignoro si alguien pudo hacerlo, pero esa intimidad y esa mirada, presuponen su deshumanización. No digo una humanización, no digo un ave tomado, a modo metafórico, como si fuera humano. Siento al verlo más bien que fueron personas y que, por alguna magia o desgracia, son ahora bestias. Los cuadros de la muestra, en general los de Osacar, y en particular los más realistas por sobre los surreales, siempre me dejan la sensación de que estoy viendo el final de una historia trágica.

Más aún en aquel dibujo de decenas de animales entrelazados, no ya con los ojos inocentes y hasta coquetos de los tres suris, sino pesadillescos. Al verlo pensé que eran todas ratas, pero al detenerme en el detalle de ese sueño relatado sin mayores cohesiones, vi castores, caimanes y sin embargo, tienen todos aspecto de roedores.

Osacar alcanza esa naturalidad, que no es naturalismo, gracias a una facilidad de trazo que le permite no demorar mucho el paso de la oniria al retrato, que de otro modo se perdería. Si a alguien me recuerda, autor tan maldito como él, es a la obra de Pedro Molina. Marcos, con quien uno puede cruzarse para hablar de arte en alguna esquina cualquiera, me sabe siempre a los cuadernos de un adolescente obsesionado con dibujar en sus carpetas los sueños que lo atormentaron. Y en ese sentido es uno de nuestros artistas más originales.