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Cada vez hay más chicos sin techo y el 20% es separado de su familia

Las autoridades privilegian el derecho de los chicos a permanecer con sus familias. Muchos siguen yendo a la escuela. Cómo es el plan oficial para ayudarlos.

Lunes, 31 de diciembre de 2018 13:22

Roberto (6) juega con unos globos entre las paradas de colectivo de Plaza Miserere. Su mamá Brisa (36) habla con Clarín sin sacarle los ojos de encima. Cuenta que vive hace ocho años en la calle y que su nene prácticamente nació ahí: “Del Hospital Ramos Mejía, donde lo tuve, volvimos a la plaza”. Hace siete meses llegó Antonella, su beba, que ahora duerme en un cochecito mientras ella vende botellas de gaseosa frías, en un día de calor extremo. “Saco 500 pesos por día, no me alcanza para pagar una pieza y comer. Pasamos la Navidad en lo de una amiga. Todavía no sabemos qué hacer para año nuevo. Mi deseo para 2019 es llegar a alquilar algo, estar bajo techo”, cuenta Brisa. En la Ciudad, 1091 personas se encuentran en situación de calle, según datos del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. Cada vez el número es mayor: en 2017, eran 1066 y en 2016, 866. El 10% del total son niños.

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Roberto (6) juega con unos globos entre las paradas de colectivo de Plaza Miserere. Su mamá Brisa (36) habla con Clarín sin sacarle los ojos de encima. Cuenta que vive hace ocho años en la calle y que su nene prácticamente nació ahí: “Del Hospital Ramos Mejía, donde lo tuve, volvimos a la plaza”. Hace siete meses llegó Antonella, su beba, que ahora duerme en un cochecito mientras ella vende botellas de gaseosa frías, en un día de calor extremo. “Saco 500 pesos por día, no me alcanza para pagar una pieza y comer. Pasamos la Navidad en lo de una amiga. Todavía no sabemos qué hacer para año nuevo. Mi deseo para 2019 es llegar a alquilar algo, estar bajo techo”, cuenta Brisa. En la Ciudad, 1091 personas se encuentran en situación de calle, según datos del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. Cada vez el número es mayor: en 2017, eran 1066 y en 2016, 866. El 10% del total son niños.

Cristian, de seis meses, se mata de la risa con las caras que le hace su hermana Zoe (10). Los dos están sentados en un colchón, sobre la vereda de Caseros casi Hornos, bajo la autopista Presidente Arturo Frondizi. Romina (30), la madre de ambos, dice que lleva 14 años en la calle. “En su momento discutí con mi mamá, que es de Florencia Varela, y me fui. Tengo a Rodrigo, de 12, y a Zoe, que viven con ella. Ahora, como están de vacaciones en el colegio, la nena se queda conmigo pero, durante el año, cuido solo a Cristian que sigue tomando la teta”, explica. “Zoe pasó a quinto grado, estoy muy contenta. Yo no pude terminar la primaria. Por suerte, mis hijos están estudiando”, agrega, mientras la nena muestra un cuaderno con algunos ejercicios de Matamática resueltos.

Para Romina estar en la calle es “sobrevivir todos los días”. “Yo me quedo cuidando la rancheada con los nenes mientras mi marido y el resto de los hombres se va a trabajar. Somos 10. Muchos cartonean”, dice. También se ocupa de cocinar: “Me traen comida, que piden en verdulerías y carnicerías, y yo me ocupo de preparar. A cambio, a la noche nos cuidan”. Pasó la Nochebuena en Varela pero el 25 ya estaban de vuelta abajo de la autopista. “Para el 31 todavía no tenemos plan”, asegura.

Conseguir un lugar significa volver a unir a su familia, cuenta Romina. “Para estar con todos mis hijos me falta una casa. Hay un terreno en Varela pero no tengo ni para los materiales. Para empezar mi marido necesita un empleo formal”, pide.

Silvia (33) sueña con algo parecido. “Tuve cuatro hijos. Uno de ellos, Emanuel, falleció. Jesús, Ezequiel y Érica están en lo de sus abuelos paternos. Busqué para alquilar pero no llegué con la plata”, explica la mujer que improvisó una casilla con bolsas y palos abajo de la autopista Ricardo Balbín, en Huergo casi Brasil. “Para que me los dejen tener necesito una pieza. Y sin dirección es muy difícil que me tomen en un trabajo”, cuenta sobre el círculo vicioso por el que está en la calle desde que su mamá falleció. No tiene noción del tiempo. Busca el documento y lo entrega cuando le preguntan qué edad tiene, tampoco recuerda la de sus hijos ni sabe decir hace cuánto vive en la calle. Solo repite que ve muy poco a sus nenes y que los extraña.

En la Ciudad funciona Buenos Aires Presente. Según explica a este diario Maximiliano Corach, que es subsecretario de Fortalecimiento Familiar y Comunitario de Desarrollo Humano y está a cargo del BAP, tienen un móvil en cada una de las 15 comunas para asistir a las personas que viven en la calle. Con esas unidades también responden a los llamados que se hacen a la línea de Atención Social Inmediata, el 108.

El Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la CABA interviene cuando hay chicos en la calle. “La condición de pobreza por si misma no es suficiente para separar a un niño de su familia. Si bien los chicos tienen derecho a tener una vivienda digna priorizamos que estén en familia siempre que no se vulneren sus derechos. Controlamos que vayan a la escuela, que tengan acceso a la salud y que no sean víctima de ningún tipo de violencia”, explica a Clarín Karina Leguizamón, presidenta del Consejo.

“En la mayoría de los casos suelen permanecer con sus padres. Solo en el 20% se decide separar al niño de su familia. Hay algunas situaciones excepcionales por las que son retirados por un tiempo: cuando, por ejemplo, las temperaturas son muy bajas o muy altas y vivir en la calle puede implicar un riesgo para la salud de los chicos”, suma Leguizamón.

Sobre las familias en general se ocupa el BAP. Según Corach, intentan llevarlas a paradores o que, a través de un subsidio habitacional, se queden en un hotel en forma temporal. Varias de las personas en situación de calle contaron a este diario que el subsidio no alcanza para pagar una pieza (ofrecen hasta 4.000 pesos). En cuanto a los refugios, dicen que son inseguros y que no quieren dejar sus cosas (colchones, cunas, cochecitos) para pasar unos días allí. Corach reconoce que hay problemas de robos aunque afirma que, contra eso, pusieron lockers y que, además, tienen un galpón donde se pueden dejar las pertenencias más grandes.

Dormir en los refugios, sigue Corach, es solo una solución transitoria. La idea, a mediano plazo, es capacitar a los adultos en algún oficio y ayudarlos a reinsertarse laboralmente aunque aclara que "cada historia es diferente" y que "no es sencillo ni algo que se consigue de un día para el otro". 

 

Fuente: Clarín