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Inmaculada Concepción en Huacalera

Sabores, música y fe en el encuentro enclavado en el corazón de la Quebrada.
Domingo, 09 de diciembre de 2018 01:01

Huacalera celebró ayer a la Inmaculada Concepción. La ruta 9 divide en dos al pueblo. Hacia lo alto, el casco de lo que fuera la finca Monterrey, hoy hotel, y a su lado la capilla donde descarnaran los restos de Juan Lavalle trece años antes de que la Purísima Concepción fuera un dogma. La misa la ofició el padre Aldo Oña al fondo de un paseo arbolado que concluye en el atrio. A la izquierda, las imágenes marianas que llegan desde distintas comunidades para acompañar a las anfitrionas.

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Huacalera celebró ayer a la Inmaculada Concepción. La ruta 9 divide en dos al pueblo. Hacia lo alto, el casco de lo que fuera la finca Monterrey, hoy hotel, y a su lado la capilla donde descarnaran los restos de Juan Lavalle trece años antes de que la Purísima Concepción fuera un dogma. La misa la ofició el padre Aldo Oña al fondo de un paseo arbolado que concluye en el atrio. A la izquierda, las imágenes marianas que llegan desde distintas comunidades para acompañar a las anfitrionas.

Tras las imágenes, las bandas de sikuris marcando el ritmo de la fe. La procesión comienza bajo un sol fuerte, cerca del mediodía, por las calles que bajan y acompañan al río Grande. Los santitos y las Vírgenes sobre los hombros de los fieles, bajo los arcos de hojas verdes y de flores. Los gauchos con su impronta, sus caballos engalanados con monteras, con alforjas bordadas. Son varias generaciones que cabalgan en ese culto tradicional engalanado para la fiesta patronal: los abuelos, los padres y los hijos.

Alguien nos cuenta que la Virgen del Rosario de Sixilera espera hasta esta fecha para subir, el próximo sábado, desde la Huerta hasta el santuario. De camino hay tamales de las Cocineras Populares Tilcareñas, más allá el sabor contundente del chicharrón con mote. El perfume que primero es de leña y pronto es de asado, las mesas largas bajo las carpas, la cumbia chicha marcando el tono.

La celebración excede lo religioso para extenderse en un tiempo de comunión, de compartir. Las fiestas patronales, tanto como los carnavales, son oportunidades para encontrarse. Cantidad de familias nacieron, generación tras generación, en torno a la celebración de una imagen religiosa. Los sabores, el billar y el sapo bajo una carpa, ropa en venta, varios muebleros que recorren los parajes en sus respectivas fiestas.

Ya entrada la tarde, los gauchos dejan que sus caballos descansen, las bandas de sikuris se alejan, soplando las cañas, batiendo el redoblante, hacia alguna invitación que los agasaje en un patio con sombra. Las muchachas se pasean llenas de gracia, los jóvenes les sonríen junto a una cumbia que sale de los parlantes de aquella carpa.

Alguien nos comenta sobre las hojas de las parras que van cambiando de color con el correr de los meses, el cerro mismo va mudando con la tonalidad de grises que le producen las sombras de la tarde. El de la Inmaculada Concepción es dogma de la Iglesia desde 1854, pero en Huacalera es también compartir.