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La conmovedora carta de la abuela de Facundo, el niño que murió por un disparo de la Policía en Tucumán

El menor tenía 12 años, y murió de un disparo en la cabeza en un confuso hecho.

Domingo, 11 de marzo de 2018 12:13

El hecho ocurrió en la madrugada del jueves 8 de marzo en avenida Avellaneda y pasaje Río de Janeiro, en la capital de la provincia de Tucumán. También resultó herido de un balazo un adolescente de 14 años, que fue hospitalizado, aunque está fuera de peligro.

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El hecho ocurrió en la madrugada del jueves 8 de marzo en avenida Avellaneda y pasaje Río de Janeiro, en la capital de la provincia de Tucumán. También resultó herido de un balazo un adolescente de 14 años, que fue hospitalizado, aunque está fuera de peligro.

Facundo Alexis Ferreira murió al recibir un tiro en su cabeza, que ingresó por la nuca y tuvo orificio de salida en la frente. El menor iba en una moto conducida por otro chico, de 14 años. Según las primeras versiones, ellos venían de ver picadas de motos, pero intervino la Policía y ahí se desató un confuso hecho que terminó con el menor asesinado.

Los dos policías investigados por el asesinato del chico de 12 años, durante un presunto tiroteo en San Miguel de Tucumán, quedaron en libertad. Fue tras prestar declaración ante la fiscal Adriana Giannoni.

Esta situación generó una ola de repudio en las redes sociales contra las fuerzas de seguridad de aquella provincia, donde crece la tensión. 

Sin embargo, la abuela de Facundo Ferreira escribió una emotiva carta que envió a los medios, para describir su dolor, y poner en evidencia las artimañas para contar "otra historia" y "demonizar" a su nieto, a quien consideraba "amiguero" y responsable. 

"MATARON A MI NEGRITO"

* Por Mercedes del Valle Ferreira, 
abuela de Facundo, asesinado a los 12 años por la Policía.

Ya no me quedan lágrimas. Nos destrozaron la vida. El Negro era un niño maravilloso, lleno de amistades, que no tenía problemas con nadie. Y anteayer a la madrugada, a pocas horas de su primer día en la secundaria, lo mataron, me lo mataron. Tenía 12 años: 12 años, tenía, ¿entienden? Un niño, hermanito de otras dos niñitas, de repente pasó a estar en el hospital Ángel Padilla, tirado en un rincón, con la cabeza destrozada… Era una criaturita, mi criaturita.

¿Cómo se hace? ¿Cómo hacemos? ¿Quién se lleva este dolor? Para colmo, debemos soportar infinidad de historias falsas, circulando por internet o televisión, porque no, nada hubiera justificado lo que hicieron, pero mi nieto no robaba, ni manejaba un revólver, como inventa la Policía. Había terminado la primaria en la escuela Miguel Lillo con muy buenas notas y estaba por arrancar su nuevo ciclo en la ENET Nº5. Ya tenía todos los útiles, la mochila preparada y su ropa lista. Es más, acabábamos de comprar unos zapatos que no le gustaban para nada, pero los necesitaba para arrancar el colegio. Vivía conmigo y con sus tíos, en mi casa, en el barrio Juan XXIII, conocido como Villa Bombilla, en Tucumán.

El miércoles a la noche, Facu salió en moto con Juan, un amigo dos años más grande, para ir a ver las picadas en el Parque 9 de Julio, como es común acá entre los changos… Al regresar, pasada la medianoche, unos uniformados les dispararon a quemarropa, así, ¡a quemarropa! No existió ningún enfrentamiento. Y en cuanto nos enteramos, salimos corriendo al hospital, donde nos recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas. “Sufrió un accidente vial”, nos dijeron. Y minutos después, la tomografía nos anunció que había fallecido por el tiro de un arma 9mm.

La versión oficial vino acompañada por un cordón policial, porque “íbamos a generar problemas”. Y entonces inmediatamente fuimos a la Comisaría 1ª, donde nos dijeron que los agentes ya estaban detenidos. Éramos dos mujeres y ellos un montón de hombres, apuntándonos con itakas. Nos ocultaron información y nos sacaron zamarreándonos de los brazos. Ahora, el barrio está lleno de patrullas y, mientras dejo caer estas palabras como lágrimas, comienza una razia en la otra cuadra, bajo la mira de un helicóptero policial que sobrevuela la zona.

El 7 de mayo, Facu iba a cumplir 13. Y sí, soñaba ser como Messi, para poder comprarle una casa a su mamá, que vive en Santa Fe. Allá, él había jugado al fútbol en Unión de Sunchales y tenía pensado volver en unos meses. ¡No podrá! Me parece verlo ahora, jurándonos que algún día nos iba a comprar “una mansión, para poder vivir mejor”. Lo pienso y todavía no entiendo. ¿Cómo que no volveré a ver a mi nieto? ¿Cómo que no volverá a correr hasta mis brazos, gritándome "Pachona, Pachona"? ¿Cómo que lo mataron, si nunca nadie dijo nada malo de mi negrito? No puedo explicar lo que siento aquí, en el pecho. ¡No saben cuántos amigos tenía! No saben cuántos niños había en su entierro.

¡Su entierro!

Ahora sólo nos queda luchar, yendo a Tribunales todos los días, caminando en los pies de todos ustedes, todas las veces que haga falta, porque nosotros no tenemos plata, pero tenemos dignidad. No entendemos y nunca podremos entender por qué hicieron lo que hicieron, pero no van a detenernos hasta que no se haga justicia, para que mi nietito pueda descansar en paz. Yo sigo llorando. No puedo parar. Siento un dolor inmenso, que ya no puedo calmar con sus abrazos...

Te juro, mi negrito,
que no voy a bajar los brazos.

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