¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

11°
18 de Mayo,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Orgullo jujeño: es parte de un grupo que salva vidas en todo el mundo

Agustina Jorge es una joven arquitecta de 33 años que decidió ejercer su profesión desde una labor humanitaria y solidaria. Desde el 2016 integra la ONG Médicos Sin Fronteras y viaja a países de escasos recursos brindando ayuda a los que más necesitan.
Viernes, 30 de marzo de 2018 20:26
EL EQUIPO DE MÉDICOS SIN FRONTERAS EN KABO, REPÚBLICA CENTROAFRICANA.

“Tenemos mucha suerte de haber nacido en un lugar como Jujuy, cuando vas a pueblos periféricos de África, te das cuenta que la situación ahí realmente es muy difícil. Si yo viviría ahí me gustaría que alguien que tuvo educación y otras herramientas en la vida pueda darme una mano para salir adelante”.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

“Tenemos mucha suerte de haber nacido en un lugar como Jujuy, cuando vas a pueblos periféricos de África, te das cuenta que la situación ahí realmente es muy difícil. Si yo viviría ahí me gustaría que alguien que tuvo educación y otras herramientas en la vida pueda darme una mano para salir adelante”.

En ese párrafo, Agustina, explica una de las razones más importantes de su vida y aquello que la motiva cada vez que viaja a zonas inhóspitas del mundo. Ella optó por vivir de esa manera: asistiendo, colaborando, o mejor dicho, entregando el corazón a todas esas personas que durante toda su existencia atraviesan situaciones extremas de peligro.

 AGUSTINA JORGE

“Con Médicos Sin Fronteras tenemos la posibilidad de ver lo peor y lo más cruel de la humanidad en los lugares más remotos. Hay que tener conciencia que esos lugares existen y que necesitan nuestra colaboración”, mencionó, en una entrevista exclusiva con El Tribuno de Jujuy a la que accedió muy gentilmente en los pocos días que vino a visitar la provincia, y antes de encarar su próxima misión.

Médicos Sin Fronteras (MSF) está conformado por personas que dedican su vida a mejorar la realidad de otras personas que no la pasan bien y que son azotadas por hambrunas, malarias, guerrillas, entre otros males.

Ellos hacen lo mejor que puede hacer un ser humano (ayudar al prójimo) en lugares donde se ve lo peor de la humanidad.

Agustina es la única jujeña entre esas filas de superhéroes. Quizás por un deseo innato llegó a esa institución y desde ese momento no quiso irse, a pesar de que ese ritmo de vida es arriesgado y peligroso.

La joven ya había tenido experiencias previas en otra organización colaborando con los damnificados por el terremoto en Haití, por ejemplo. Un día decidió enviar su curriculum a MSF y no pensó que muy pronto la iban a estar llamando para empezar.

Lo primero fue una una especialización a Barcelona en donde los preparan para afrontar todo lo que conlleva realizar misiones, como ellos lo llaman, en diferentes lugares del mundo. A las semanas, Agustina ya tenía un rumbo asignado: Congo.

Sus primeras misiones

En el año 2016 inició su primera travesía que duró 7 meses. Eran dos proyectos que había en distintos lugares de Congo (país africano). Su aporte en esa misión era desde la construcción, “primero ayudamos extendiendo un hospital que había en la zona, necesitábamos una farmacia más grande y una casa grande para mujeres embarazadas o que recientemente fueron mamás que viven en la periferia.  Como viven lejos de la asistencia médica, lo hicimos para que puedan pasar los días previos al parto cerca de un puesto de salud”, sostuvo.

El segundo proyecto fue en otro pueblo de Congo. En esa oportunidad confeccionaron una pediatría para un hospital ya existente. Cuenta que antes de esa construcción, el lugar colapsaba de pacientes a tal punto que había dos o tres niños por cama.

Cumplió sus labores en Congo y llegó su segunda misión con destino a República Centroafricana. En ese lugar su rol fue distinto, no fue como arquitecta sino como logista. Logista es aquel que asiste a los médicos, es decir colabora con el aprovisionamiento desde medicamentos, comida y todo lo que se necesita. “Decidí meterme en esa área para tener más contacto con la gente. Había un avión que llegaba dos veces a la semana y nos dejaba todo el aprovisionamiento que debíamos organizar y repartir”, mencionó.

Dentro de la labor del logista hay otros roles como ser el de la seguridad ya que en esos lugares hay grupos de guerrilleros. En ese sentido explicó que: “Nosotros antes de asentarnos en un lugar hablamos con estas personas y les decimos que solo vamos a ayudar, que somos neutrales, si nosotros estamos tranquilos para trabajar nos quedamos. Tenemos guardias que están cerca nuestro todo el tiempo”.

Después de participar desde la logística, Agustina fue convocada a una tercera misión que fue en Bangladesh que arrancó en noviembre del 2017 y finalizó en febrero de este año. “Ahí volví a la construcción, hicimos puestos de salud. Cuando llegué ya habían otros puestos construidos con plástico y bambú, lo fuimos arreglando de a poco”, agregó.

 Siguió diciendo que: “Estoy agradecida de trabajar en Médicos Sin Fronteras, la situación en cada misión es difícil, las condiciones de vida son bastante duras pero el trabajo es gratificante, vale la pena. No podría verme en una oficina, no le veo tanto sentido a mi vida con eso. Voy a quedarme haciendo esto todo el tiempo que pueda hasta que decida formar una familia”. 

Un trabajo arriesgado entre malarias y guerrillas

El equipo de MSF que arriba a cada misión, antes de iniciarla, es informado sobre el panorama del lugar al que van. Ellos saben los riesgos que asumen y los aceptan.

Una de las experiencias más difíciles que vivió Agustina Jorge tuvo lugar en Bangladesh. En ese territorio llegan constantemente personas refugiadas que escapan de una persecución en Birmania (país limítrofe). Huyendo de ese conflicto, miles y miles de niños, jóvenes y adultos arribaron al lugar en el que MSF estaba instalado.

“La gente llegaba con historias muy crueles, de muertes de sus hijos y otras cosas feas. Escaparon porque los estaban por matar, al llegar a Bangladesh muchos construyeron sus casas con plástico y bambú”, contó Agustina.

En esa misión le pasó algo que antes no le había pasado: se tuvo que enfrentar, junto a sus compañeros, a un brote de Difteria. La Difteria es una enfermedad que se encontraba dormida durante 20 años, el último brote había sido en Rusia. Es una enfermedad muy poco conocido, cuyo síntoma es inflamación en la garganta y es de contagio respiratorio, “Se inflaman tanto la garganta que los que la padecen en algunas ocasiones se mueren por no poder respirar”, dijo la arquitecta.

Esta patología hizo que se atrasen las construcciones por tomar las precauciones debidas. Sobre esto la joven resaltó que: “En una población asinada, donde las personas están muy cerca el riesgo de contagio es muy alto. Empezamos a ver a estos pacientes y los fuimos aislando para evitar que se siga propagando esa bacteria. Los médicos lograron controlar la enfermedad, sin embargo hubo pérdidas de niños”.

Más allá de esa situación, Agustina no pasó por otras así de peligrosas aunque al charlar con sus compañeros relata que muchos de ellos se cruzan con escenarios de guerras, bombardeos o epidemias graves.

A pesar de esas circunstancias los miembros de MSF saben bien a donde van y que no son el objetivo de las guerrillas, es más, ellos atienden a familiares de los soldados y a los soldados mismos, “nos pasó en una oportunidad que llego un hombre baleado y lo atendimos, nosotros no entregamos a nadie a las autoridades sin la garantía de que va a estar bien. Ellos saben que no los vamos a entregar si sabemos que van a ser asesinados lo que hacemos es un contacto con la Cruz Roja en muchas ocasiones y ellos velan por sus derechos”, comentó.

Su trayectoria antes de ingresar a MSF

Los primeros pasos de Agustina en el mundo humanitario los dio en la organización “Techo”. Primero en Argentina y luego se fue a Chile a trabajar en un programa de viviendas.

Al poco tiempo de recibirse empezó a construir su destino profesional basado en la acción social con los que menos tienen. Estuvo dos años en Atacama (2010-2011). Sobre eso dijo que, “lo que más me quedó fue lo bueno de trabajar con la gente, eran casas que construimos con las familias. Si bien eran de presupuesto acotado pero ellos podían participar dándoles la identidad que querían a sus viviendas”.

Después de esa experiencia se fue a trabajar a Guatemala como profesora y al poco tiempo junto a la ONG “Techo” partió rumbo a Haití que seguía en crisis a raíz del terremoto del 2010. Ella llegó en el 2012 y todavía había mucho por hacer, entonces construyeron viviendas de emergencia para los damnificados.

“Recorrimos muchos pueblos periféricos de Haití y otras comunidades rurales con mucha necesidades”, resaltó.

Estuvo un año ahí y volvió a Buenos Aires a hacer una especialización en proyecto urbano. Al poco tiempo ingresó a Médicos Sin Fronteras.

Todos pueden ayudar y sumarse a “Médicos Sin Fronteras”

Es  una organización de acción médico-humanitaria, en la que asisten a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y exclusión de la atención médica. “La acción humanitaria es un gesto solidario de sociedad civil a sociedad civil, de persona a persona, cuya finalidad es preservar la vida y aliviar el sufrimiento de otros seres humanos: esta es nuestra razón de ser”, sostienen desde la ONG.

Su fin es mejorar la situación de las personas que asisten, también prestan testimonio para denunciar las situaciones de injusticia que presencian. “Pero no aspiramos a transformar una sociedad, sino a permitirle superar un periodo crítico: nuestro objetivo son las personas, no los Estados. Por este motivo, nuestras intervenciones son limitadas en el tiempo”, explicaron.

Para colaborar con la institución e informarse sobre cómo inscribirse se encuentra disponible el siguiente sitio web: www.msf.org.ar.